Prólogo

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Hayley estaba agitada. Se había ido a la cama y permanecido totalmente inconsciente a la realidad que la rodeaba durante un par de horas, luego se había despertado bruscamente, sintiéndose al instante totalmente despejada. El problema era que funcionaba como un ave nocturna, y no estaba acostumbrada a irse a la cama tan temprano. Eso, y el hecho de encontrarse en una cama que no la era familiar, había causado que se despertara.

Fue a por el libro que había guardado en una de sus bolsas, decidiendo que un poco de romance e intriga era justo lo que necesitaba. Cuando cruzaba la habitación una tabla crujió bajo sus pies. Hizo una pausa y oyó un ruido de rasguños y una risa sorda que avanzaba por el pasillo. Aparentemente Bryn y Logan estaban yéndose en esos mismos momentos a la cama.

Hayley recogió el libro, contemplándolo distraídamente mientras su mente reflexionaba sobre Bryn y Logan. Su sonrisa era algo triste mientras pensaba en su propia falta de vida amorosa. ¿Por qué no podía encontrar nunca al tipo correcto? Se concentró en el libro, hasta darse cuenta de que no funcionaría. Se vistió silenciosamente y caminó suavemente por el pasillo, descendió las escaleras y avanzó a través de la casa a oscuras, con la ayuda de la pequeña linterna que siempre llevaba en su llavero. La cocina estaba justo delante y, si recordaba correctamente, había una puerta que conducía al patio trasero.

Cuando salió exhaló un suspiro de alivio y alegría. El aire de la noche era frío y tranquilo, y sintió que su espíritu se elevaba mientras se alejaba de la casa y se adentraba en los bosques circundantes. La luna, a pocos días de ser llena, cabalgaba alta en el cielo, facilitándole el ver el camino que serpenteaba entre los árboles.

Hayley caminaba lentamente, sin ningún destino en mente. Siempre había tenido un buen sentido de la dirección, y se encontraba a gusto en mitad de la naturaleza. Mientras seguía el camino escuchó el chapoteo suave del agua en la distancia.

Al descubrir el destello reflejado de la luz de la luna siguió hacia delante, hasta que entró en un claro, donde un riachuelo de cauce suave alimentaba una charca poco profunda. Una sonrisa iluminó su rostro mientras caminaba al borde del estanque. Se arrodilló y deslizó los dedos por el agua clara. Estaba caliente.

Le dirigió una mirada especulativa y luego comprobó el área circundante. Tras decidir arriesgarse, comenzó rápidamente a despojarse de su ropa y, desnuda, entró en el agua acogedora.

No vio el par de ojos que brillaban con una incandescencia verde azulada, mientras la observaban hundirse en el estanque.

El agua era lo suficientemente profunda como para que pudiera nadar, lo que así hizo, dando unas pocas vueltas a su circunferencia. Cansada de ese ejercicio, se tumbó sobre la espalda y flotó, admirando el claro cielo nocturno con su luna y sus innumerables estrellas que brillaban tan alegremente. Su cuerpo estaba tan relajado que sofocó un bostezo mientras se encontraba echando de menos la cama que había abandonado no hacía mucho. Con un suspiro avanzó dando patadas hasta el borde del estanque y se puso en pie, saliendo del agua.

Hayley era ajena a la imagen que presentaba cuando el agua se deslizaba de su cuerpo, y lo dejaba pálido y brillante bajo la luz de la luna. Su cabello, echado hacia atrás, revelaba los rasgos puros y encantadores de su rostro. Alta y ágil, sus curvas eran plenas y firmes. Los pechos generosos estaban coronados por pezones rosados que se habían endurecido por el frío aire nocturno. Una cintura esbelta acentuaba su generoso contorno y la curva impecable de sus firmes nalgas. Debajo de un vientre ligeramente redondeado, el nido de rizos que adornaba su montículo era pálido y relucía con el agua del estanque. Sus piernas eran largas y curvilíneas, desde lo alto de sus muslos proporcionados a sus pies delgados y arqueados.

Con intención de recoger su ropa, se inclinó para recuperar su camisa y comenzó a secarse. El sonido de un leve crujido captó su atención y buscó en la oscuridad hasta que sus ojos encontraron al lobo.

Estaba parado, con un aire tranquilo y majestuoso, a no más de seis metros. Hayley se quedó helada por la sorpresa. Un ligero escalofrío de miedo contrajo su vientre, hasta que recordó todas las cosas que había leído sobre los lobos. Una investigadora en particular había dicho que los lobos normalmente no atacaban a la gente y que, mientras los estaba estudiando, los lobos, especialmente los machos, habían sentido curiosidad por ella y a menudo habían pasado horas en su cercanía, aparentemente estudiándola mientras ella les estudiaba a ellos.

Hayley se esforzó en relajar sus tensos músculos mientras admiraba al lobo. Su piel era espesa y lustrosa, principalmente negra, aclarándose hacia el pecho, el bajo vientre y las patas. Parecía enorme, aunque no tenía nada con que compararlo al no haber visto nunca antes un lobo. Y sus ojos... ¿Estaban brillando? Seguramente era un reflejo de la luz de la luna en el agua, reflexionó ella. Como no estaba segura de qué color tenían normalmente los ojos los lobos, encontró el verde y azul completamente notables.

Un jirón de aire nocturno sopló en su piel, haciéndola temblar.

—Espero que no te importe —le dijo al lobo suavemente—, pero tengo que moverme. Yo no tengo pelo, ¿sabes?, y hace un poco de frío aquí sin ropa.

Como respuesta el lobo ladeó la cabeza y luego se sentó, contemplándola expectante.

—Supongo que eso significa que está bien —refunfuñó Hayley mientras se vestía cuidadosamente, con movimientos tranquilos y pausados.

Todo el tiempo el lobo la miraba con interés.

Tras ponerse los zapatos se puso de frente al lobo.

—Bueno, fue un placer conocerte —expresó ella—. Pero tengo que irme. Espero que hayas disfrutado del espectáculo.

Como respuesta, la boca del lobo se abrió y su lengua quedó colgando en una gran sonrisa canina.

Un ceño suspicaz cruzó el rostro de Hayley.

—¿Te ha dicho alguien alguna vez que eres un poco extraño? —preguntó, y luego admitió—: Pero muy hermoso. Gracias por hacerme compañía. Tal vez nos encontremos alguna vez.

Ella retrocedió unos pocos pasos, solo para ver si había alguna objeción. Cuando el lobo no hizo ningún movimiento, se volvió y siguió el rastro de vuelta a la casa. Tras deslizarse silenciosamente en la cocina, cerró con llave y se arrastró escaleras arriba a su habitación, se cambió rápidamente y se deslizó de vuelta a la cama.

Segura, cálida y agradablemente soñolienta, Hayley comenzó a dejarse llevar hasta que el aullido evocador de un lobo perforó la quietud de la noche. Escuchó el sonido con temor mientras por la espina dorsal le bajaba un escalofrío.

Justo al final del pasillo, tanto Logan como Bryn escucharon el aullido.

—Jace —identificó Logan.

—¿Qué está haciendo? —preguntó Bryn con un bostezo somnoliento.

Logan la abrazó.

—Probablemente solo salió a correr.

—Mmm —murmuró Bryn mientras se acurrucaba contra él y se dormía.

Logan permaneció despierto y escuchó un segundo aullido agitado. Antes había oído regresar a Hayley de su paseo a la luz de la luna. Se quedó tumbado silenciosamente, especulando sobre las posibilidades...









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Título original: To tempt a wolf de Kate Steele.

Tentar a un Lobo Where stories live. Discover now