Capítulo 18

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-¡Le mataré!- gritó la muchacha fuera de sí- Dime dónde encontrarle y te juro que le destriparé, le convertiré en picadillo y se lo daré de comer a los peces.
-Pobres peces, tener que tragar eso...- dijo Chad sacando la lengua, en una especie de arcada fingida.

Jared negó con la cabeza antes de volver a dar un gran trago a su botellín de cerveza.

-¿Cómo es que no lo has denunciado?
-No quiero que nadie lo sepa.
-Pero Jared.
-¡No! Y esto no va a salir de este cuarto, ¿habéis entendido?

La chica se llevó las manos a la cabeza mientras exhalaba un suspiró, cargado de nerviosismo y dolor.
No podía soportar la idea, no podía asumirla.
Aquello no podía estar pasando. Su hermano Jared era fuerte y grande. Siempre lo había visto indestructible, protector.
Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
Por Dios, Jared era el chico más bueno, dulce e inocente del mundo. ¿Quién podría ser el monstruo que...?
"Me ha drogado y violado" dijo como si estuviera hablando de otra persona, de otra cosa... Una película, ficción... pensó ella. Estás cosas no pasan en la vida real. Nadie le haría eso a mi hermano.
Su respiración se volvió irregular mientras las gotitas de agua salada empezaban a desbordar de sus ojos sin control.
Jared la rodeó con sus brazos notando el temblor del cuerpo de la chica.
Asustado, le pidió a su amigo que hiciera algo y Chad se levantó para ir corriendo hasta la cocina. Tomó una bolsa de comestibles y, rápidamente, volvió para ponérsela a la chica en la boca, ayudándola a que pudiera dejar de hiperventilar.
Megan cogió la bolsa con sus propias manos unos minutos después y continuó sosteniéndola contra sus fosas nasales hasta que se hubo tranquilizado un poco. Momento en el que la apartó para poder devolverle el abrazo a su hermano. Su persona favorita en el mundo, el ser por el que ella podría dar su vida, sufriendo de aquella manera que le partía el alma y destruía su fe en la humanidad.
Recordó el momento en el que Jared le partió la cara a ese chico que se propasó con ella metiéndole mano en los lavabos del instituto.
Mucha gente se metía con Jay porque era abiertamente homosexual pero desde que vieron cómo quedó la cara de Gordon Morris no volvieron a molestarle.
Ella, por ser mujer, sabía lo que se sentía al ser utilizada y menospreciada. A veces incluso, hasta un poco forzada en el ámbito sexual y, aunque no podía imaginarse como debía haber sido pasar por el infierno que atravesó su hermano, sabía el daño que podían hacer las habladurías de la gente, los cuchicheos...
De modo que, si su hermano quería guardarlo en secreto, ella no iba a ser quién le forzara a contarlo pero, también, hubiera deseado hacérselo pagar a ese tipo asqueroso y cruel.

-Te quiero tanto que parece que me han clavado una espada en el corazón- dijo la chica- Necesito sentarme.

El castaño la ayudó a sentarse en el sillón, colocándose a su lado para poder seguir rodeándola con sus brazos mientras repartía algunos besos sobre su cabeza.

-Debería estar consolándote yo- rió sin ganas.
-Está bien.
-No, nada está bien y... No sé qué hacer.
-Solo, estate conmigo, como siempre. Quiero pensar en otras cosas y olvidarlo.

Megan asintió lentamente.

-Sí, entonces eso haremos y empezaremos por preparar unas galletas de chocolate- sonrió, poniéndose de pie.
-¿Qué?- preguntó Chad- Son las tres de la mañana.
-Genial. Así estarán calientes para el desayuno.

El rubio se quedó con la boca abierta mientras veía como la chica levantaba a Jared de su asiento, guiándolo a la cocina con una sonrisa.

-Oye Chad, ¿qué haces? ¿No vas a venir?- cuestionó la muchacha.
-Sí, claro...
-¿Tenéis vodka?
-Yeah- respondió Jared abriendo el frigorífico- Aquí está mi botella de vodka de caramelo.
-Oh, perfecto- rió dulcemente la chica sacando un bol grande.

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