CAPÍTULO 1: EL TRATO

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—Amy, solo quiero que tengas cuidado.

Rió sin ganas, sin creerle ni un poco. Su hermano era aquel chico que todas amaban y deseaban como príncipe azul. Era algo reservado pero tenía un sonrisa encantadora y una simpática personalidad que hacia suspirar a las chicas. Tenía todos los amigos que quería y favores a su total disposición. Y luego estaba ella, ignorando a diario la opresión que sentía cada vez que Drake le repetía "Lo lamento, pequeña, pero no quiero que me vean contigo dentro". Iban juntos a clases todos los días pero debía bajarse casi cuadras antes porque su hermano lo prefería así.

Él siempre había sido el hijo favorito. A Drake siempre lo adoraban por todo lo que hacía mientras a ella la mantenían alejada, ignorada.

¿Cómo iban a quererla cuando su propio hermano se avergonzaba de ella?

Estaba frustrada, muy molesta al sentarse en el amplio sofá del salón cuando oyó un ligero carraspeo cerca de ella.

—Amy, ¿puedes...? —carraspeó Drake nuevamente—. Vendrá un... amigo y necesito que nos dejes a solas.

Traductor de "El gran Drake Donovan: Ve a tu habitación y evita que mi amigo te vea aquí".

Le molestaba que pensaran que fuera débil, frágil y delicada cuando él mismo le había enseñado a defenderse, a n dejarse caer por nadie.

—No, estoy viendo televisión —espetó bruscamente al encender el mismo y ponerlo a alto volumen.

Le importó muy poco quién era mientras oía a su hermano soltar una hilera de palabras malsonantes a la deriva de cada firme paso que daba a su alrededor.

—Amy, por favor —pidió con desesperación.

Sonrió de lado y subió el volumen aún más, fingiendo no haberlo oído.

Y el timbre sonó.

Bajó el sonido a uno cómodo y normal mientras se retiraba el empapado abrigo y su gorra de lana que le encaraba usar. Se acomodó y todo le pareció suceder en cámara lenta cuando la puerta se abrió.

—No tengo tiempo, Donovan. ¿Qué diablos quieres? —dijo una fuerte voz grave de pronto—. Como Taylor se entere que estoy aquí me asesinará. No voy a...

Taylor Bradford era como la copia maléfica de su propio hermano, siempre detestable y arrogante hasta no poder más. Y, como debía ser, ambos se odiaban a más no poder.

Fue entonces cuando lo vio, cuando notó que el frío silencio y las insistentes miradas acababan de caer sobre ella como peso muerto. Giró la cabeza apenas un poco y bastó ver unos gélidos ojos puestos encima para que una corriente eléctrica la recorriera de pies a cabeza.

Un alto y fornido chico se alzaba bajo el marco de la puerta. Elegante y atractivo mantenía el brazo flexionado en un aspecto relajado. Tenía la mandíbula ligeramente marcada y los ojos grises que chispeaban sobre ella parecían capaz de derretir todo a su paso. Eso era, tan atrayente e intimidante que sentía no poder alejar los ojos de él. Tan fascinante y enérgico que se sintió estúpida por no poder dejar de observarlo.

—Vaya... Parece que Tay tenía razón —murmuró el muchacho para sí mismo, mirándola de pies a cabeza antes de sonreír lentamente—. Le encantará a Jake.

Y Drake notó con molestia aquello que ella no entendió. Porque de pronto acababa de llevarse a rastras al muchacho altivo hacia la cocina.

—Amy no es parte del trato, imbécil —rugió su hermano con tanto enfado que incluso ella se sorprendió.

Drake Donovan miró con furia al castaño que caminaba despreocupado por su hogar. La manera en la que se movía, caminando elegante como una pantera mientras miraba con burla a su hermanita lo encendió.

—Sí, Jake la amará. Es del tipo sosa, aburrida e insignificante que a Ross le encanta —rió—. Pero no para mí, las prefiero calientes y experimentadas.

Se cruzó de brazos y lo miró aún más furioso. Reece Wood era siempre seguro de sí mismo, pero no era arrogante. Era alguien grande e imponente hasta el punto de destilar respeto, pero nunca temor. No era asustadizo ni mucho menos tímido, pero tampoco insensato.

Eran esas cualidades que Amy debía tener, reforzar. No importaba cuántas veces ella parecía realmente no tener miedo a nada, como si no tuviera qué perder, su problema radicaba en la necesidad de ayudar incluso cuando no podía. Debía pensar más en sí misma, más con la cabeza y menos con el corazón.

—Calientes y experimentadas —Se burló al pensar en Amy al menos con un novio, aunque él pensara que nunca los había tenido.

—Como sea, ¿qué quieres que haga aquí?

Sonrió lentamente y entonces hizo aquel trato que mucho después se arrepentiría de al menos haberlo pensado.

Iba a mandar a su pequeña hermana a la boca del lobo y nunca lo imaginó.

—Me debes un favor. Necesito que ayudes a Amy, ya sabes, a cambiar, a ser alguien más fuerte... —murmuró culpable—. Es por su bien, sé que uno de los idiotas de Taylor como tú pueden hacerlo. Estoy cansado de verla herida de todas las formas posibles. Me enloquece ver que a ella parece ni inquieta importarle lo mal que está.

Reece Wood levantó el rostro hacia él y profirió una pequeña risa antes de volver a mirar sus nudillos, siempre muy seguro.

—Haré lo que pueda.

Y sí que lo hizo.

Iba a destruirla por completo cuando Donovan sonrió agradecido. Y es que Drake había olvidado un pequeño detalle.

Reece Wood era la destrucción hecha persona.

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Estoy resubiendo esta historia con una versión algo diferente, mejor a mi perspectiva, ya que no me sentía muy a gusto con la original por varios temas que quedaron inconclusos. Espero lo disfruten mucho ;)

Su dulce debilidad ©Where stories live. Discover now