Capítulo 15

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Había estado días enteros sin saber nada de Isaac, lo que me causaba una angustia terrible

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Había estado días enteros sin saber nada de Isaac, lo que me causaba una angustia terrible. Era como si el joven se hubiese acomodado en algún recoveco de mi alma, instalado ahí, volviéndome dependiente de su compañía, aunque después se marchó sin más.

El buen humor de Víctor mejoró y él estaba ahí para mimarme, conversar y bromear conmigo, pero no era igual. Cada que veía el sillón en el que Isaac pasaba las noches, lo sentía ajeno a mí, porque este se había vuelto más suyo que mío.

Llegué a la conclusión de que yo le necesitaba más de lo que él a mí. Añoraba sus peroratas, casi nulas expresiones y la forma en la que se burlaba de mis intentos de cantar en inglés. Ni siquiera había querido retomar la lección junto a Marta, porque estar a su lado me llevaría a preguntarle sobre Isaac y no quería hacerme daño a mí misma.

Un par de días antes de Nochebuena, Víctor y yo recibimos una invitación por correo de parte de su tía para que pasáramos la noche junto a ella en un evento. La celebración no la organizó Elizabeth, sino un amigo suyo y la mujer le había solicitado invitaciones para su sobrino y su novia.

Se trataba de una elegante velada en la mansión de un hombre adinerado que desconocíamos. La carta iba dirigida hacia Víctor, pero en esta ella mencionaba lo interesada que se hallaba de hablar conmigo sobre asuntos domésticos. Hizo especial énfasis en que no se nos ocurriese faltar, ya que sería una ofensa para ella y el anfitrión.

Como Víctor estaba de buenas no la rompió en mil pedazos. Además, me dejó convencerlo de ir a pasar la fecha con ella. Yo nunca fui a una fiesta de Navidad, en el orfanato solo nos daban pan duro y frijoles, quería saber lo que era estar en una y sobre todo una tan elegante.

Él aceptó, pero me advirtió qué no decir y qué sí mencionar, me indicó la manera correcta de comportarme, lo que es actuar con modales, etc. Desconocía que Víctor supiese cómo tomar con propiedad los cubiertos, la forma ideal de sentarse y también cómo se saludan las personas en esos eventos.

—Mejor no digas nada —dijo cuando terminó su lección—. Limítate a sonreír y a verte bonita.

Supuse que quedar igual a un vago fracasado y desempleado frente a su tía lo ponía en conflicto y más si se presentaba con una novia ingenua, huérfana de padre y madre, sacada de un orfanato de mala muerte y que laboraba de mesera y sirvienta.

Nos queda su dulce locura | NUEVA VERSIÓN | ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora