18. La jaula de oro

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De portada... Hall, por supuesto. 


Ella era sagaz. Sagaz y vieja como la tierra misma. O al menos así se lo parecía a Sal. Tenía ojos conocedores, de esos que miran a uno a través de pestañas casi inexistentes y vuelcan todo eso que hay adentro. En las entrañas. Llevó a esa gente a través de los árboles, como si hubiese preparado el camino con anterioridad y supiese dónde debían ir. Todos la siguieron, como un inmenso rebaño de ovejas obedientes, con sus cabezas caídas y miradas gachas.

Hablaba del mundo que los rodeaba como si se tratase de una extremidad suya, tan conocida y aceptada. Hablaba de la tierra y de sus gentes. De sus ríos y animales. Hablaba de la guerra y de otros tiempos. Tiempos en los que la paz había sobrevivido precariamente. Miraba a Sal con una sonrisa en aquellos rasgos sin edad, que tendían a mudar de forma constante de forma irremediable. Ella era una persona asombrosamente extraña y todos ellos parecían verse atraídos hacia su persona.

Cerca del ocaso, lejos ya de donde había sido encontrada, se acercó para hablar con Hall. Él ni siquiera la escuchó llegar, pero su menuda figura se colocó a su derecha mientras adaptaba su paso a las grandes zancadas de Hall.

-Has pasado mucho, Christer Erich.

Hall casi trastrabilló, pues hacía mucho tiempo que nadie le llamaba así. Era su nombre, aquel con el cual su maestro le había nombrado de niño y con el que creció hasta que se convirtió en Hall. Hall Erich, pues Christer parecía haberse difuminado con el tiempo. Había sido su niñez. Había sido hace tanto tiempo...

-¿Qué puedo hacer para recuperarlos?

-¿Ambos?

-Sí, ambos. Quiero mis recuerdos, pero también quiero mi energía de vuelta.

-Ella volvió allí dentro, de mano del otro.

Hablaba de Rory, por supuesto. Hall lo había sentido, había recorrido todo su cuerpo en un haz de luz que lo había bañado todo. Pero se había ido con su ausencia. Había desaparecido en la nada y desde entonces Hall no había podido encontrarla.

-¿Qué darías por recuperarlos?

-¿Cómo?

-¿Qué estarías dispuesto a renunciar por recuperarlos?

Su vida dependía de ello, por lo que había pocas cosas que podrían suponer un valor mayor. Pero él siempre había sido cauto.

-¿Qué se me exigirá?

-Eso depende. ¿Qué es importante para ti?

¿Importante? Importante había sido su energía, y esta había desaparecido. Importante había sido su venganza, y ahora se encontraba rodeado por aquellos a los que había pensado odiar. ¿Importante, decía? Hall ya no estaba seguro de la respuesta.

Ella debió saberlo, o quizás simplemente lo escuchó, aunque él no lo pronunciase en voz alta.

-Ella volverá por sí misma cuando tú lo requieras. Tus recuerdos... tus recuerdos están bloqueados por tu propia voluntad, Christer. Solo debes encontrar la fuerza de querer recuperarlos.

Ella era tan críptica como un rompecabezas, pero Hall simplemente lo dejó ir.

-¿Y Sal? ¿Qué pasará con él?

-En mi casa encontraremos algo que ayudará. Mantendrá la maldición atada, frenando así su desarrollo por ahora. No la parará por completo, no obstante, porque para eso debe destruirse. No soy lo suficientemente poderosa para conseguirlo.

-¿Y quién lo es?

Ella entonces lo miró, y Hall fue consciente de que nunca antes lo había hecho de esa forma tan directa. Pareció atravesarle de arriba abajo, cruzando por cada una de sus terminaciones nerviosas.

La venganza de un hijo [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora