Capítulo 14: Shassan

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Mi primer instinto fue echarme a correr hacia la salida. Mis piernas se movieron solas en dirección a la puerta, y de repente se detuvieron cuando Shane me sujetó del brazo. Me giré hacia él, a la defensiva. ¿Cómo se atrevía a detenerme? Intenté zafarme de su agarré, pero él no cedió.

—¿Qué haces? Suéltame —le ordené. Empezaba a brotar de mí una bestia.

—Espera —me dijo con demasiada serenidad. ¿Cómo podía estar tan calmado? Hassan estaba abajo, lo que significaba que el orden del mundo estaba desestabilizado—. Quédate conmigo.

Negué con la cabeza de inmediato.

—No me hagas esto —le pedí, sintiendo que la bestia se apoderaba de mí. Mis manos se estaban congelando por la falta de sangre. No podía quedarme ahí. ¿Qué tal si Hassan se evaporaba en el aire?

—Olvídale. Si lo ves caerás en lo mismo. Te estancarás en él —continuó, endureciendo la voz. Pero sabía que no existía manera de hacer que me quedara ahí—. Yo te prometo una vida feliz. Él no es como tú. Yo sí. Si te quedas, nada cambiará entre nosotros.

Shane podía decir cualquier cosa, chantajearme incluso; y todas las palabras me parecerían vacías, sin fundamento. Entre ir a ver a Hassan y cualquier otra cosa, por muy convincente que fuera, tenía clara mi decisión. No me importaba con quién estuviera casada, ni qué decisión hubiera tomado. Iba a bajar. A la mierda la cocaína.

—Tienes razón —le dije—, él no es como yo. Y tú jamás serás como él. Jamás serás él. —Hice otro intento por soltarme.

—Si te vas, esto se acabó.

Lo miré a los ojos y volví a tirar de mi brazo. Shane me sostuvo con más fuerza.

—No dejaré que vayas a ninguna parte —me amenazó.

La rabia me embargó. ¿Quién se creía? Alcé el pie y le asesté una patada en los huevos. Shane soltó un ahogo y se revolcó en el suelo. No le di más importancia y salí corriendo de la habitación.

Cuando bajé a la estancia, me detuve en seco a medio camino. Hassan estaba de pie al lado de la ventana, mirando hacia fuera. A pesar de ser consciente de que yo estaba ahí, no me miró. Sus dedos tamborileaban el cristal, y su garganta tragaba con dificultad. No pude moverme. Quise procesar tantas cosas, pero lo único que salía en mi cabeza era una pantalla azul con códigos ininteligibles. Fantástico, buen momento para entrar en la Matrix. El aire me salía lento y casi imperceptible de los pulmones.

—Fue Leigh —dijo, sin apartar los ojos del exterior. El reflejo del sol brillaba en sus pupilas.

—Sí —dije en un susurro. Sabía que no estaba preguntándomelo, pero mi cerebro no pudo maquinar algo mejor que decir. No entendía nada, pero lo importante era que estaba ahí, frente a mí. Que había llegado a buscarme, a decirme que...

—Un testigo llevó pruebas y... —Calló. Sus labios temblaron, al igual que sus dedos y sus párpados. Alzó los ojos, conteniendo las lágrimas.

No hice movimiento alguno. Me quedé ahí, petrificada.

—¿Qué... qué testigo? —Mi voz apenas era audible. Estaba ahí de verdad. Hassan, mi Hassan había ido a buscarme. Las rodillas iban a fallarme de un momento a otro.

Por primera vez, sus ojos se dirigieron a los míos. Los bajó casi de inmediato, avergonzado. Entonces di un paso hacia él, y me detuve. Tal vez no era la mejor idea. No sabía cómo tratar aquella situación. Estaba demasiado estupefacta para hacer cualquier cosa, para pensar cualquier cosa. Estaba a punto de ser condenada por asesinato, el amor de mi vida me odiaba y la mujer que le arrebató la felicidad a Hassan iba a salirse con la suya. Y de repente ¡puf! Me decía que nada de eso iba a suceder. ¿Estaba soñando?

2. NIÑA MAL: Despertando en Las Vegas [Abi Lí]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant