Capítulo 5: Un chico, dos chicas y un recuerdo

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No tenía ni idea del paradero de Levi. Ella se sabía a la perfección mi horario de clases, pero yo no me había molestado en echarle un ojo al suyo. Todo el mundo estaba en clases, así que no tenía a nadie a quien preguntarle dónde era el salón Junior de Lengua Inglesa Básica. Fui pegando el oído en cada puerta a ver quién hablaba de Shakespeare o Wilde, y no me importan los que digan que no era inglés. Estaba escuchando atentamente a una mujer hablar sobre monosacáridos cuando una voz juiciosa y potente se dirigió hacia mí.

—¿Tienes permiso de estar fuera de clases?

La palabra «permiso» me costó varios segundos reconocer. No recordaba que existía. Me giré para ver a un chico alto de ojos azules y gafas que vestía de lo más ridículo: esos pantalones planchados y esa americana azul al estilo Cambridge no eran más que un chiste para mis ojos. Noté que inflaba el pecho, y fue entonces que advertí la medalla que llevaba prendada sobre su ropa ridícula.

—Remèrio Legrand —se presentó con un asentimiento; miré hacia todos lados, buscando la cámara que grabara la broma—. ¿Me muestras el permiso?

—No tengo lo que me pides —le dije con voz ridícula.

El chico me miró de pies a cabeza, y años de práctica y destreza me permitieron notar la manera en que tragó cuando alcanzó mi escote.

—Eres nueva, ¿verdad? —Su voz fue bajando potencia.

—Eh, sí. —Di un paso hacia él como un gato ronroneando y una sonrisa amplia—. Estoy buscando el salón de Lengua Inglesa Básica para Junior.

—Bien —dijo—. Yo te muestro el camino.

—Gracias, Remèrio. —El nombre no podía ser de verdad. Me eché el cabello hacia atrás, dándole un excelente panorama de mi cuello.

—Llámame Rem —me pidió, extendiendo la mano hacia mí. Estaba sudada.

—Blake. —Se la estreché porque soy piadosa.

Nos encaminamos hacia Lengua bla bla en un silencio definitivamente incómodo para él. Mantenía sus ojos anclados en sus zapatos, como si cada paso que daba fuera un fenómeno extraordinario.

—Hoy hay...

—¿Cuándo...?

Ambos hablamos al mismo tiempo, pero él se detuvo para dejarme hablar. Yo no.

—¿... es el descanso en esta escuela?

—Está... Está en tu horario —me dijo, mirando hacia mis papeles.

—Sí, claro. —Puse los ojos en blanco.

—¿Eres... de aquí? —preguntó tímidamente mientras girábamos.

—¿De Las Vegas? Hasta la última gota de sangre. —Era medianamente cierto, porque los fabricantes de los Caldwell eran rusos. Detalles—. ¿Me estás mirando las tetas?

—¡Qué! ¡No!

Solté una carcajada.

—Estoy jugando, pegatina. —Le di un empujón que lo mandó a volar hasta la pared.

Rem sonrió como un idiota y siguió caminando. El chico era un asqueroso empollón, escuálido y tontorrón. Era el típico medio hombre, ésos que le encantaban tanto a Allie. Me supuse que si ella hubiese estado ahí, ya lo hubiese obligado a bajarse los pantalones y le hubiera estado chupando el intento de purro que le había concedido la egoísta naturaleza.

Nos detuvimos frente a una puerta de la que se desprendían palabras complicadas en inglés que jamás había escuchado en mi vida.

—Es aquí —me indicó Rem.

2. NIÑA MAL: Despertando en Las Vegas [Abi Lí]Where stories live. Discover now