Capítulo nueve: La verdad escondida

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—¡¿Por qué huyes?! ¡¿No me has acosado todo este tiempo para hablar conmigo?! ¡Pues aquí me tienes! —grité girando a mi alrededor, esperando que me escuchara y volviera a darme la cara. Ya estaba harta de su acoso.

Sentí el viento en mi espalda, volteé rápido para verla reaparecer de nuevo. Lo hizo mostrando sus hermosas alas que se desvanecieron rápido después de abanicar una sola vez.

Era tan hermosa que me quitó un respiro de anhelo.

Pero no me distraje más y le hice gestos de que estaba esperando sus explicaciones.

—Hasta el final sin importar las consecuencias —aseguró, dándome escalofrió lo bien que me conocía—: Has encontrado tu equilibrio y es hora de trascender —confesó directa, regresando al tema.

Aun cuando toda mi atención estaba puesta en sus palabras, no alcancé a comprender a qué equilibrio se refería.

Fruncí el ceño en desconcierto, mi silencio de nuevo le dijo que no tenía idea de qué hablaba.

—Alma gemela —susurró casi imperceptible, pero mis gestos seguían igual de vacíos—. ¡Hablo de tu alma gemela, Allison!

»Te ha encontrado al fin. Fue difícil, pero lo hizo.

«¿Eh? ¿Qué conversación sigo? ¿Qué tiene que ver esto con su existencia?», cuestioné ladeando la cabeza.

—Una vez más tu alma estuvo a punto de perderse en el tiempo, sino es porque lloraste y demandaste en sueños a... —se contuvo en decir algo; tal vez era un nombre. Y, por su abrupto, quería que yo lo recordara. ¿Tan importante era ese nombre? ¿Me regresará los recuerdos al pronunciarlo? Continuó—: Él tocó tu alma de nuevo y volvió a hacerla pura. —Tomó entre sus dedos la pequeña piedra que siempre traía colgando, la cual brilló intensamente con el delicado toque—. Él te dio un poco de su gracia divina para protegerte cuando caíste.

—¿Caí?... ¿Trascender? ¿Qué quieres decir? —le pregunté. Si caí, ¿por qué tenía que trascender? Pero entendí de qué estaba hablando cuando ella iba a abrir la boca para seguir explicando—. Quieres decir que... —Un terror recorrió cada célula de mi ser cuando me olvidé de todo ese rollo de almas gemelas. Estaba entendiendo todo esto muy lento, y algo desfasado, pero directo a la verdad.

Trascender significaba morir.

—Sí, tu momento ha llegado. Estás completa... Pero solo falta un último acto.

—¿Completa? ¿Cómo puedo estarlo?

—Aiden —murmuró sutilmente.

—¿Pero...? —Mi cerebro llegó de nuevo a ese punto que, aunque uno comprende la situación, sencillamente no puede aceptar los hechos.

Aunque en algo tenía razón: Aiden era la pieza que completaba ya mi vida, quien me guiaba en el camino de la felicidad.

—Cumple el último acto y trascenderás para ser de él por fin —reveló el ángel.

—¿Qué acto?

—Expiar tu alma.

—¿Mi alma? ¿Cómo? —pregunté temiendo la respuesta.

—El primer paso es sacrificio... Aiden tiene que morir. Tienes que dejar ir lo que más amas. Ofrecerlo a nuestro padre como ofrenda por tu pecado.

—¡¿Qué?! ¡No puedo dejar que él muera! —grité angustiada.

«¿No se suponía que su visita era un augurio de mi muerte? ¿Por qué quiere matar ahora lo que más amo?»

—Entonces la transición no se completará y yo dejaré de existir. La poca gracia que queda en el diamante morirá con cada día que te niegues a aceptar tu identidad real.

Expiación (Novela extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora