Capítulo dos : La soledad multitudinaria

3.6K 310 26
                                    

Sola de nuevo en la calle, volví a sentir la pesadez del recuerdo donde fui engañada. Caminé tambaleante por las calles sin rumbo fijo. Quería arrancarme los ojos que seguían viendo esa horrible escena una y otra vez, como un asesinato terrible.

Ya fui engañada así una vez por un humano que creí amar, pero no me desgarró como ahora.

Mi tristeza fue engullendo la noche estrellada, como si una horrible tormenta viniera a destruir todo lo bello que los humanos felices aman.

Aún estaba siendo castigada. Jamás iban a perdonar mi error.

El llanto me cegó tanto que choqué con un par de personas que, al sentir mi tristeza, se soltaron a llorar también mientras caían de rodillas sin explicación; pude haberlos matado de dolor si me hubieran tocado más tiempo.

Metros después, el aire me faltó tanto que tuve que apoyarme en la pared para no desvanecerme. ¿Cómo hizo Adrael para sobrevivir la primera vida sin mí? ¿Cómo soportó verme con docenas de hombres que ultrajaron lo que solo pertenece a él? ¿Cómo arregló su corazón después de cada «te amo» que dije sin saber que lo mataría?

Fui cayendo despacio al suelo hasta que inconscientemente busqué mi posición fetal protectora. Así estuve por horas, recordando lo que fue ver a Adrael abrazando a esa mujer en la cama; en cómo mi corazón se rompió en un grito que de seguro se escuchó hasta Caelus. Luego pasé otras horas maldiciendo que Adrael se hubiere sacrificado por mí, que no hubiere regresado a Caelus para vivir una eternidad sin mí, pero a salvo. Que se hubiese fijado en esa maldita humana aun sintiendo ese vacío que lastimaba su corazón. Que dijera palabras que solo me pertenecían.

La noche se hizo día y viceversa, y yo me quedé ahí con la mirada fija en el correr de la vida, en los pies que pasaban frente a mí sin compartir un poco de compasión. Para ellos solo era otra sucia indigente que estaba perdida en su locura; de seguro tras perder el amor por la vida. No estaban alejados de la realidad.

Para ellos verme en el suelo y el suicidio sería lo mismo. Nadie lo lamentará.

Cerré los ojos con la esperanza de dormir. Ya no quería seguir siendo un eterno caminante nocturno, porque mis días soleados estaban consolando el cuerpo de otra mujer.

Al buscar ese descanso, mi cuerpo empezó a desconectarse como si estuviera cayendo en un letargo que me llevaría a un lugar abandonado en donde pudiera pasar esta vida dormida... O todas las que fueran necesarias.

Adrael ya no me necesitaba, porque ahora ella cuida su corazón.

Me dejé ir. Que esa pseudo muerte hiciera lo que quisiera con mi existencia.

Los sonidos fueron apagándose uno a uno, dejándome escuchar solo a mi corazón, que ya se rendía con cada latido que empequeñecía su vida.

«Dormiré en un sueño vacío», pensé adormilada ya.

Pero un frenado de pies me despertó con un sobresalto, no quise abrir los ojos para no regresar al mundo. Enseguida sentí el aura de alguien queriendo tocarme, pero se arrepintió y solo dejó un aromático café caliente muy cerca de mí.

Recordé el bienestar que siempre me ha dado la bebida; y al abrir los ojos cansada, vi un vaso de cartón rojo frente a mí. Me saludaron un garabato que no entendí y un estúpido Emoji sonriente que parecía burlarse de mí.

Miré el vaso hasta que decidí beberlo para obtener un poco de calor efímero. Fue sorprendente que todas mis papilas gustativas se volvieran locas cuando la bebida llenó cada rincón de mi boca. Su bienestar me embargó de pies a cabeza, prometiendo hacer todo más optimista... al menos por unos minutos, como lo han prometido todos los comerciales de café.

Expiación (Novela extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora