Capítulo tres: Un nuevo diagnóstico

Comenzar desde el principio
                                    

—¿Usted es Allison Fairfax? —me preguntó tras colgar.

—Sí, acabo de ver a la doctora Dashwood y...

—Sí. El doctor la verá ahora —me informó tras una pequeña sonrisa, se levantó para abrirme la puerta en donde sería atendida por mi nuevo terapeuta.

No había nadie cuando entré. La asistente me indicó que tomara asiento en un cómodo sofá que estaba pegado a la ventana; el doctor vendría a atenderme en unos minutos. Estaba preparándose un café, según dijo.

Tan pronto me dejó sola, estudié cada detalle del lugar cubierto por estantes llenos de libros técnicos. El clásico consultorio de un psicólogo.

También había diplomas colgados en la pared. Nunca he entendido por qué exhibirse así, pero mi madre una vez me dijo que nadie querría ir con un doctor que solo tuviera un diploma. Según ella, entre más tuviera, más calificado era, por lo tanto, más bueno.

La puerta se abrió de repente, mostrándome a un joven hombre tan solo unos cuantos años mayor que yo. Me quedé catatónica cuando lo vi, como en esas películas en donde la chica voltea a ver a un hombre por azares del destino y el tiempo se congela y el mundo desaparece solo para que exista ese clic de fantasía.

«¿Él es mi doctor?», me pregunté tratando de ocultar mi asombro.

El doctor Barnes tenía el cabello castaño con un corte moderno que no requería mucho mantenimiento, se le vería bien incluso recién levantado; su mirada era hermosa pero melancólica, y expresaba cosas que sus labios, que no eran ni muy carnosos ni muy delgados, contenían para hacerte caer en su poder. Traía una barba de sombra de media tarde que le subía un poco su madurez, llevándolo al nivel de ser deseado. Para completar su atracción, vestía casual, pero a la moda.

Todo en él rompió mi estereotipo de psicólogo.

Miré los diplomas, eran muchos para la edad que calculaba al doctor. Tal vez era un cerebrito.

«De nuevo estoy juzgando al libro por su portada», pensé.

—Hola... —abrió un folder que parecía ser mi nuevo historial—, Allison. Soy el doctor Barnes —agregó extendiendo la mano para saludarme.

Aún estaba atontada por su atractivo, que iba a ser un problema para concentrarme en mi problema. A un hombre de su atractivo se le habla de cosas buenas de mí, no de mis traumas.

—¿Allison? —demandó mi atención algo preocupado.

—Sí. Hola... Buenas tardes, doctor —balbuceé.

¡Vaya primera impresión!

—Bien... —dijo señalándome con la mano que volviera a tomar asiento; no le quité los ojos de encima. Incluso para sentarse lo hizo como toda una persona importante—. Cuéntame por qué estás aquí.

Me sonrió coqueto.

Llené los pulmones para soltar todo lo que me preocupaba, pero lo único que salió fue un suspiro afligido. Sentí el mundo más pesado.

Volvió a sonreír, aunque fue extraña, como si me dijera que ya dejara los asombros a un lado y no le estuviera quitando el tiempo.

Estaba muy consciente de que necesitaba la ayuda, pero el hombre que tenía enfrente era muy intimidante para soltar mi vida sin más. Me preocupaba mucho lo que fuera a pensar de mí cuando le contara mi drama. Y solo quería que tuviera una imagen perfecta de mí.

—Allison, no hay que temer. Estoy aquí para escucharte, no para juzgarte —dijo el doctor. Sonreí forzada—. Prometo ayudarte, estar aquí para ti todo el tiempo que me necesites, pero tienes que dejarme entrar a tu vida. Sé que es difícil, pero intenta con algo sencillo.

Expiación (Novela extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora