#17- Yūkai.

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Tras varios saltos y la petición a los guardias de la entrada de que enviaran un mensaje a Kakashi y enviarán a algunos ninja luego de eso; Tsunade, godaime Hokage de Konoha, había logrado salir de la aldea siguiendo al ex-criminal, y último sobreviviente de su clan, Sasuke Uchiha.

El joven shinobi llevaba la delantera, sus fríos ojos negros clavados al frente, guiando a la godaime al lugar en que había encontrado a Hyūga Hiashi, líder del clan del mismo nombre, y héroe de la cuarta guerra mundial Shinobi.

Había silencio, tan profundo que cualquier sonido podía escucharse a millas, los pájaros ya habían abandonado los alrededores en búsqueda de sitios más cálidos, y otras especies habían decidido que el tiempo de hibernar había llegado.

El frío se arremolinaba entre los dos shinobi, mientras los árboles desnudos quedaban poco a poco atrás, dando paso a una zona casi desertica, seca, sin vegetación, con escasos árboles, todos ellos sin una sola hoja.

El ambiente estaba cubierto por una extraña neblina.

— ¿Así qué aquí es?— preguntó con fuerza la mujer, centrando sus ojos hazel a todos lados.

— Hai— respondió el Uchiha con voz monocorde, colocando su mano sobre su espada, y activando el Sharingan y el Rinnegan.

Aunque la masacre había ocurrido la noche anterior, no podía confiar en que los perpetradores no regresarían, cómo todo buen shinobi y futuro jōnin de Konoha, Sasuke Uchiha mantenía sus sentidos alerta, esperando un ataque incluso de su propia sombra.

Tsunade también se mantenía alerta, no sólo por algún ataque sorpresa de parte de los culpables de que Hiashi llegara a la aldea en tan mal estado, sino también, de algún atentado que quisiera cometer el joven junto a ella. Cautela, un rasgo muy importante en una difícil carrera cómo era la vida de shinobi.

— Los cuerpos están allá— señaló el Uchiha a la dirección, comenzando a caminar—, treinta, quizá más.

La sannin siguió al discípulo de su antiguo compañero y criminal, logrando distinguir tras la espesa niebla, partes humanas arrancadas de los cuerpos, manchas de sangre seca, y bastantes kunai y shuriken pegadas al suelo y los árboles.

La visión de la Segunda Guerra Mundial Shinobi le golpeó, imágenes cómo esa eran el plato fuerte de cada día, y ante la falta de ninjas médicos muchos habían perecido. Respiró, necesitaba serenidad para revisar los cuerpos de manera mecánica y sin interrupciones emocionales.

— No usaron armas cuando los atacaron— alcanzó a decir, levantando una extremidad superior derecha— El corte es sucio, y la perdida de sangre es mucha. Varios no tuvieron tiempo de regresar a la aldea. El cuerpo puede desangrarse en menos de cuatro minutos con un corte en la yugular. Muchos no tuvieron ni dos minutos para reaccionar y contra atacar.

— Una emboscada— aseguró el Uchiha, frunciendo aún más el ceño.

— Es lo que temo. Alguien pudo haber atraído a Hiashi-kun hasta acá, tendiendo la trampa perfecta. Ese alguien debe creer que está muerto. ¿Cómo lo encontraste?

Sasuke dio varios pasos entre la niebla, y luego extendió su brazo, señalando el lugar.

— Enterrado en esa cueva.

La sannin contempló el lugar, y luego soltó un suspiro. Todavía recordaba a los dos gemelos idénticos, ella era diez o doce años mayor que estos, y los conoció gracias a su posición cómo nieta del Shodai Hokage y sobrina nieta del Nidaime Hokage. Desde ese tiempo mostró una marcada aversión por la manera de vivir de los Hyūga, y su absurda idea de las ramas, del bōke y el sōke.

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