Capítulo 5. Hiérete, sáname.

Comenzar desde el principio
                                    

"No te confundas Oikawa, una cosa es que no quiera estar a tu lado y otra que quiera que él pierda por mi culpa."

"A mí no me importa perder." Dijo y se acercó de nuevo a su cara. Estaba decidido a convertir de nuevo todo ese odio en amor, haría que le volviese a querer a cualquier precio. "Te voy a llevar a la meta, sea como sea."



La pequeña charla con Kenma parecía haberle devuelto las fuerzas que había perdido, caminaba rápido y las pruebas parecían costarle menos, aunque sus piernas le pesaban mucho más de lo que cabría esperar de alguien tan musculoso. "Debería matar a Fukunaga por decirme que Kenma se había caído." Farfulló.

Sonreía al avanzar, pensando en que si quedaba entre los diez primeros (Y estaba seguro de que así iba a ser) podría hablar con Kenma tranquilamente y quizás tendría el valor suficiente como para explicarle que desde que no estaban tan juntos todo parecía estar al revés. Estuvo apático aquellas semanas porque no le tenía a su lado, no habían estado yendo juntos a la escuela y cuando se veían en ella ni siquiera hablaban. En varias ocasiones trató de acercarse y decirle algo, pero la imagen de Oikawa abordaba sus pensamientos y se le hacía imposible hablar con él; Era verle e imaginarles besándose. Imaginar las manos de Oikawa danzar por el cuerpo de Kenma e imaginar sus gestos de placer; Se ponía enfermo con tan solo imaginarlo.

A Kenma le gustan los chicos. Pensó, agarrando una cuerda e impulsándose a la siguiente base. Los chicos, con pene. Se le hacía complicado el aceptar que quizás no conocía tan bien como pensaba a su querido amigo de la infancia. Nunca había dado muestras de que le gustasen los chicos, aunque pensándolo bien tampoco lo había hecho de que le gustasen las chicas. Puso el primer pie en el tronco que le llevaría a la siguiente plataforma y por un momento se le cortó la respiración. Y si a Kenma... Le gustase Oikawa de verdad... Realmente jamás se lo había planteado. Aquel pensamiento le estaba aturdiendo y sacudió la cabeza, tratando de alejarlo de él, pero no podía. Ante sus ojos era muy probable que eso fuera cierto, que dentro de su mundo de vóley y videojuegos hubiera aparecido alguien que le hubiera tocado el corazón como nadie lo había hecho antes. Se le hizo un nudo en el estómago y el bombardeo de pensamientos se convirtió en un devastador huracán.

Cálmate, imbécil. Respiró hondo y miró el reloj, eran las nueve y veinte de la noche; Ya ni siquiera se acordaba de cuánto llevaban en el circuito pero estaba claro que debía quedar poco para llegar, o eso quería pensar. Tenía demasiadas ganas de hablar con Kenma, hablar y tratar de arreglar el roto que él mismo había descosido. Se dio con las manos en los mofletes y se obligó a mirar hacia delante. Primero la bandera, después hablar con Kenma.

Dos voces conocidas atrajeron su atención y se giró para ver quiénes eran. En una de las bifurcaciones debían haber cogido caminos diferentes, pues unas plataformas a la izquierda estaban Oikawa y Kageyama, entonces lo vio; Ellos no habían errado el camino, el azar les había agasajado llevándoles por el camino más corto hasta la bandera. La tenían tan cerca que casi podían saborearla. Miró hacia delante y se dio cuenta de que él también estaba cerca, solo tenía que cruzar el puente que tenía bajo sus pies, colgarse por una cuerda y escoger el camino de la izquierda para llegar al mismo punto que ellos.

Por lo que veía parecían estar muy cansados pero iban a buen paso, quizás el ver la bandera tan cerca había hecho que recobrasen un poco las fuerzas. De repente Kageyama apoyó el pie en una de las tablas de madera y esta se rompió. Un sonoro crujido copó el ambiente y lo siguiente que vio fue a Oikawa con el torso fuera de la plataforma, sujetando a un Kageyama suspendido en el aire. Desde ahí Kuroo no podía ver como las manos de Oikawa temblaban o cómo le estaba diciendo continuamente que no le dejaría caer.

Quiéreme. (Kuroken)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora