Capítulo 11

5K 631 249
                                    

La verdad era que me sobraban motivos para estar enfadado conmigo mismo, pero el que más me molestaba ahora mismo era el hecho de que había apartado a Bokuto de mi lado con mis propias palabras. Suelen decir que mucha gente no sabe lo que tiene hasta que lo pierde y gracias al acontecimiento del sábado pasado le encontré sentido a aquel refrán tan conocido. Nunca llegué a imaginar que podría echar tanto en falta a una persona como él, a la que me pasaba prácticamente todo el día diciéndole que no fuera tan ruidoso. Sin embargo, echaba de menos cada pequeña cosa de su personalidad. Cada vez que tocaba el timbre indicando la hora del receso me quedaba en clase un buen rato esperando a que llegara, como siempre, a buscarme para ir a almorzar juntos, pero no aparecía. Cuando nos cruzábamos en los pasillos vivía de la esperanza de que me hablara o al menos me mirara, pero pasaba por mi lado como si no me conociera. Durante los entrenamientos no practicó ni una sola vez los remates, sino que se decantó por las recepciones, que ni de lejos era su punto fuerte. Esto ocasionó que más de una vez se sumiera en su modo depresivo, pero esta vez no pude estar ahí para consolarle como había ocurrido desde que le conocía. Tenía que conformarme con mirar cómo acudía Konoha en su rescate, diciéndole las mismas palabras que me había oído decirle tantas veces.

La siguiente ronda eliminatoria tendría lugar después de las vacaciones de Navidad, pero el entrenador decidió comenzar esta semana con el ritmo normal de entrenamiento, solo que en un gimnasio diferente porque el nuestro estaba ocupado con los preparativos de la cafetería para el festival. Debido a la lejanía que tenía con Bokuto, era rara la vez en la que conseguía pasarle bien el balón. El viernes, antes de irnos a casa, el entrenador me llamó para hablar un rato conmigo a solas.

–Falta mucho para los siguientes partidos pero, ¿eres consciente de que ninguno de tus pases es acertado? –preguntó, mirándome fijamente. Me sentía un tanto intimidado ante su imponente figura–. Estás más desacompasado que nunca con Bokuto.

–Intentaré arreglarlo –aseguré.

–Parece que lo que os ocurre no es únicamente en el vóley –comentó, logrando que mi cara se desfigurara por completo–. Os he estado observando durante esta semana y ni siquiera os habéis mirado directamente a la cara.

– ¿Qué quiere decir con directamente? –inquirí, confuso.

–Pues que él te miraba cuando tú estabas distraído –explicó–. Exactamente lo mismo que hacías tú, solo que Bokuto no es ni la mitad de disimulado por lo que no era difícil percatarse de ello.

–No me di cuenta –musité, avergonzado.

– ¿Qué ha pasado para que estéis así? –preguntó. Cualquier persona podría pensar que únicamente hacía esto por curiosidad, pero en sus ojos podía ver una preocupación casi paternal.

–No lo sé... Es culpa mía –respondí, sintiendo un nudo en mi garganta.

–Espero que no tenga que ver con Nakamura –negué con la cabeza. Si tan solo supiera que él se había comportado de esa forma porque estaba enamorado de mí–. Entonces, ¿de qué se trata? Me gustaría ayudar.

–Es difícil de explicar.

–Inténtalo –me animó el entrenador, con una pequeña sonrisa.

–Por casualidad... escuché una conversación que no debía haber oído. Bokuto estaba peleando con un amigo pero cada uno tenía una opinión distinta acerca de lo que discutían. Al final, Bokuto acabó llorando por un comentario que le hizo. –Me sumí en silencio durante unos cuantos segundos. La imagen de mi amigo sentado en el suelo mientras las lágrimas resbalaban a borbotones de sus ojos acudió a mi mente, haciendo que el nudo en mi garganta creciera. Cuando creí que me hube recuperado, continué–: Yo me metí por medio de la conversación porque no podía oírle llorar. Nos quedamos solos y Bokuto me preguntó por lo que había oído.

Be who YOU are {Bokuaka}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora