CAPÍTULO 21: Fuera de lugar

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—¡No me interesa! —siguió diciendo el señor mientras iba hacia ella y le arrancaba la placa dorada que cubría la parte superior izquierda de su uniforme—. Deja tus cosas en mi escritorio y vete de aquí.

—Señor Bradford, yo no...

El desplante fue todo lo que ella recibió como respuesta. Y sí, todo estaba hecho un desastre a su al rededor, pero a juzgar por el piso algo embarrado, pensó que su dignidad y su corazón estaban hechos trizas irreparables. Arrastró los pies como pudo y después de largos minutos encerrada en uno de los cubículos del baño, sujetándose la cabeza y maldiciendo la mala suerte que tenía siempre, lloró en silencio como hacía tanto no lo hizo. Lágrimas gruesas y furiosas se arrancaron de sus ojos, de su alma, pensando y despotricando, sin pensar, en Jane, en Rachel, Megan e incluso en Marcel. Los odió a todos y cada uno de ellos. Aunque ninguno tuviera la expresa culpa de que su vida siempre fuera un completo desastre. ¿Qué haría ahora? Sin la buena paga que aquel restaurante iba a darle, creía imposible pagar algún alquiler decente. Quizá podría regresar como perro con la cola entre las patas a Gregory's y pedir que reconsideraran su regreso pero, en realidad, solo tenía que recordar el rostro molesto de Kim, la jefa, al decirle que jamás pensara regresar.

Todo estaba hecho un desastre. Amber se levantó y consiguió arreglar sus ropas, su cabello y, después de lavarse el rostro un par de veces, salió cojeando y soltando bajos quejidos cargados de dolor directa al despacho de Theodore Bradford. Jamás debió aceptar la propuesta de Tristán cuando le dijo que tenía un bien puesto para poder trabajar algunas horas. Sabía que lo hizo por Hale pero, de todas formas, le pareció, además de un buen gesto, ideal y perfecto para ella.

—Theo, te estoy diciendo que ella no tiene la culpa. La conozco demasiado bien y Amber no es problemática. Dudo mucho que haya sido ella quien empezó.

Entonces casi se cae nuevamente al suelo al oír la voz de Aaron hablar en la oficina con el dueño como si fuesen amigos de toda la vida.

—Aaron, no puedo permitir que una niña arruine el prestigio de mi restaurante. Lo siento pero así se queda.

—¿Qué haces aquí?

Levantó la cabeza al oír la voz del mayor de los Bradford, Tristán, llenar sus oídos de pronto.

—Tra...

—No, me refiero aquí, afuera de la oficina de mi padre —corrigió el moreno con expectación—. ¿Qué sucedió? Trent me arrastró hasta aquí porque alguien le dijo que tenías problemas.

Tragó en grueso y negó sin decir absolutamente nada mientras ingresaba a la amplia habitación. El delicioso aroma a fragancias frutales la invadió tan pronto ingresó. Y tres pares de miradas se posaron sobre ella. Theodore Bradford lucía tan imponente que fue imposible no sentir empequeñecer lentamente bajo su insistente mirada oscura. Sus hijos parecían ser solo una copia joven de él.

—Vengo a dejar esto —dijo mientras dejaba el uniforme sobre el escritorio de madera caoba.

—Bien, puedes retirarte. Estaremos llamándote pronto, buenas noches.

—Padre... —bufó Tristán con fastidio.

Soltó un largo e interminable suspiro mientras cojeaba lentamente hasta la salida del restaurante. Días y horas, eso era todo lo que tenía. Empujó la puerta trasera del restaurante con mucha dificultad, cargando sus pertenencias, mientras se tallaba los ojos con una inevitable mueca de tristeza.

—No, joder, deja de fastidiarme, Trenton.

—Aaron... —bufó Trent cerca a ella— . ¿Qué diablos tengo que hacer?

AMBER ©Where stories live. Discover now