Capítulo 6

438 42 7
                                    


Capítulo 6


—¿Desde cuándo mi consejo esta tan depreciado? —Se escuchaba gritar al mago encolerizado desde la tienda del rey— ¿qué creen que intento hacer?

Apenas Thranduil había regresado al campamento le dio a conocer a Mithrandir la decisión que desde el primer día ahí no había cambiado en nada. Ahora el rey, con porte altanero y una mirada desinteresada escuchaba con cierta atención al mago.

—Creo que intentas salvar a tus amigos enanos —cruzo la pierna colocando su postura de lado sobre su silla de roble—; y yo admiro tu lealtad hacia ellos —hablo sin mucho interés—. Pero eso no logra disuadirme de mi intención —dejo su postura relaja para levantarse de inmediato enfrentado al mago que parecía se había empequeñecido ante la imponente figura de Thranduil—. Tu iniciaste esto Mithrandir, tendrás que perdonarme si lo termino ahora —odio puro reflejaba su voz; asomo un poco la cabeza buscando a uno de sus capitanes— ¿Los arqueros están en posición?

—Sí, mi señor —el soldado hizo una rápida reverencia y a continuación se proclamó una orden que dejo fríos a todos a su alrededor.

—Da la orden, sí algo se mueve en sea montaña: mátalo —la frialdad y dureza de sus palabras no se podía poner en duda—. El fin de los enanos llego —dijo en un susurro mortal que helo la sangre al mago.

Aquello ultimo ni Legolas lo pudo prever, ese odio desmedido del Rey por aquella raza se ocultó bajo su miedo y aquella orden fue la que concibió en la soledad de la llanura. No había forma de evitar la guerra sin faltar a su palabra, era más fácil abandonar todo y dejar que los enanos lidiaran con el enemigo... pero no solo eran enanos, también estaban todos los refugiados de Esgaroth.

Solo había una forma de apresurar todo y eso era con la muerte de los trece enanos, pero más no haría. Había creído ilusamente que el sitiar la montaña era lo mejor, pero eso solo había dado tiempo a que los enanos fabrican un plan y sin quererlo, dio tiempo al enemigo para asolarlos.

Durante unos minutos tanto el mago —que estaba dentro de la carpa real— como hombre —que solo alcanzo a escuchar las últimas palabras del Rey Elfo— se quedaron en silencio; el Rey y su hijo se habían marchado de la tienda real en cuanto Thranduil dio su orden.

El peregrino gris comenzó a caminar decidido a fumar de su pipa para bajar su mal humor; apenas había dado un par de pasos cuando se encontró con el rostro ceñudo del cazador de Dragones.

—¡Tu, Bardo! —Dijo el mago profundamente abatido por las órdenes del rey— ¿Estás de acuerdo con esto? —el hombre dudo en que responder— ¿El oro es tan importante para ti? ¿Lo comprarías con la muerte de enanos? —su mirada desesperada no daba tregua al barquero.

—No va llegar a eso —atino a decir con más determinación de la que esperaba—; es una batalla que no pueden ganar —susurro dando por rendidos a los enanos.

—¡Eso no los detendrá! —La afable voz del hobbit resonó en el lugar—. Sí creen que los enanos se rendirán ¡Olvídenlo!, pelearan con todo defendiendo lo suyo.

—¡Bilbo Bolsón! —grito el mago entusiasmado, el saqueador respondió sonriendo ampliamente.

Sin perder tiempo, Gandalf ordeno a un par de elfos que buscaran de inmediato a su rey; ambos elfos miraron curiosos a la extraña criatura y haciendo una reverencia se marcharon a cumplir los deseos del mago.

Esperaron la llegada del Rey en la entrada de la tienda real; el hobbit hablaba animadamente con el mago relatando todo lo que había sucedido desde que los abandonara en los lindes del Bosque Negro. Bardo solo se limitó a escuchar las aventuras del mediano con las mortíferas arañas del reino de los elfos.

El encuentro de las NubesWhere stories live. Discover now