Capítulo 3

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Capítulo 3

Legolas siguió prestando su ayuda un par de horas más; solo se detuvo hasta que iniciada la tarde Orel se paró junto a la puerta indicándole que se requería de su presencia. No protesto en absoluto y rápidamente vaciando su mochila de todos los medicamentos salió del lugar acompañando al general.

Ninguno de los dos pronuncio palabra alguna y en silencio fueron dirigiéndose a la tienda real observando con detenimiento cada una de las acciones de los hombres que poco a poco comenzaban a combinar fuerzas con los elfos y hacían lo que podían para la construcción de refugios improvisados.

A lo lejos diviso que dentro de la tienda de su padre se encontraban varias personas reunidas; espero en la entrada y de inmediato con una mirada del Rey Legolas se introdujo en el lugar situándose a un costado de su padre.

Reconoció de inmediato a los otros tres ahí reunidos: Norel, Bardo y Borlach. El mapa en el centro de la mesa y algunas piezas que representaban los pues de batalla, le hicieron darse cuenta rápidamente de que su padre quería que el fuera participe de las estrategias de batalla.

Pero con asombro mientras analizaba las piezas, no encontró ninguna referente a su pueblo y apenas unas cuantas de los hombres, que por el momento y por el lugar en donde se encontraban descubrió que solo eran puestos de vigilancia.

—Han destruido el puente y construido un parapeto de piedra recién talla —informo Norel—. No es difícil acercarse, aún no han colocado trampas en el camino; sin embargo la defensa es custodiada por los enanos.

—Mi señor —hablo Borlach a su rey—; que son trece enanos contra un ejército de elfos y hombres bien armados. ¡Ataquemos ahora!

Pero Orel que conocía más de estrategias militares al ser el general y mano derecha de Thranduil solo se quedó callado sabiendo de sobra que el Rey no se guiaría por esa simple y acertada observación; había más de lo que saltaba a la vista.

—No existe otra entrada o salida de la montaña —hablo Bardo haciendo uso de su sagas mente—; podemos evitar que sangre inocente sea derramada —el concejero del Bosque Negro frunció el ceño ante las palabras de aquel insignificante humano—. Cierto es que les superamos por mucho en número, pero el pueblo de Durin no es de rendirse; pelearan hasta el último aliento antes de ver qué humanos o elfos toquen una sola moneda de ese tesoro... segados por su orgullo y lealtad, darán buena batalla a quienes osen acercarse.

Tanto el Rey como su general estaban de acuerdo en que la mejor opción era lograr un acuerdo, aunque guardaban muy pocas esperanzas en que eso podría llegar a ser posible. Con solo cruzar una mirada Orel comprendió de inmediato las intenciones de su señor.

—¿Dudas de la habilidad de los elfos del Bosque? —aventuro Borlach—, basta media docena de nuestros arqueros para neutralizar a los enanos sin derramar sangre. No son más que palabras de un humano que trata de ser líder.

—Lo que tus ojos ven no es más que un rayo de luz entre la tempestad —la mirada azul del Rey se clavó en el consejero—, pero no es el único rayo. Me temo que tu razonamiento ha sido encandilado por ese atisbos de esperanza —sentencio el Rey dedicándole una mirada despectiva—. Di mi palabra esta mañana —dirigió su atención al barquero—, al alba parlamentaras con el enano, acompañado de cinco de mis representantes; decide quienes de los tuyos deben de acompañarte.

Borlach en completo desacuerdo con el Rey no dejaba de ver con odio al humano; no se trató otro tema y con un mohín de Rey todos a excepción de Orel y Legolas salieron del lugar. Los guardias de inmediato cerraron las cortinas dando mayor privacidad a su soberano.

El encuentro de las NubesDove le storie prendono vita. Scoprilo ora