Capítulo XIII: "Un sentimiento inexplicable"

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Capítulo XIII

"Un sentimiento inexplicable"

    Aquella noche después de llegar a la propiedad que le pertenecía a su tía, se encerró en su habitación, deseando que toda esa sensación desapareciera. Nunca se había mostrado débil. ¡Jamás!... Pero esa noche había sido terrible.


    Y el témpano que había dentro de ella, convirtiéndola ante toda aquella sociedad inglesa como "La princesa de hielo", se había resquebrajado en millones de pedazos. Nadie se merecía aquello que todos hacían al mirarla como un títere. El sueño pronto llegó hasta atraparla en la red de la somnolencia de la noche. En alguna parte de su mente estaba consciente que todo aquello pronto acabaría cuando ella se casara y se fuese a Jamaica. A las Indias occidentales.


    No obstante, ese sueño no tan solo le hizo ver aquello. Sino unos ojos que no eran de su prometido y un instante que seguía todavía en su mente.


— ¿Puedo hacerle, entonces, una pregunta?...—le miró a los ojos con un brillo con el que nunca le había hablado a otra mujer, además de un interés sincero—. ¿Le ama?


   Keyra despertó sintiendo un miedo repentino que invadía todo su ser. Sus pensamientos se confundieron en un tumulto dentro de su mente. Sus miedos emergían con tanta prisa como su corazón. ¿Aquel caballero tan irreverente y odioso le había preguntado todo aquello? ¿Y por qué, de pronto, todo aquello le inquietaba a ella?


— Es absurdo que esté pensando en esto... Es mejor ignorar y olvidar que ha sucedido.


    Después de eso, se obligó a dormirse de nuevo. Un nuevo día le esperaba a la mañana siguiente. Un nuevo día para empezar de nuevo.


    El tiempo luego de ese día avanzó, sin detenerse. Keyra siguió con sus preparativos, mientras el duque de Huntley evitaba todo encuentro con aquella señorita que, en un mínimo instante, le había hecho cuestionarse a sí mismo. Sin él esperarlo.


    Para el duque de Huntley, los días habían sido tortuosos. No sabía que le sucedía y escapar de sus deberes, en ocasiones, ni siquiera le ayudaba un poco. Y para colmo de males, había tenido que cruzarse con aquel caballero que jamás había deseado conocer en persona. Y no sabía si sentir pena por él o envidia.


— ¿Qué te ocurre Aldwych?— se regañó a sí mismo con indignación e irritación, al entrar a su despacho—. No eres de la clase de hombre que se lamenta... ¡Ya no eres un tonto niño!— pasó sus manos sobre su cabellera negra—. Ninguna mujer vale la pena. ¡Ninguna!... ¿O lo has olvidado de repente?


    Pero la sensación de perder algo valioso seguía allí presente. Y le dolía el corazón. ¿Cómo podía ser capaz de ignorar aquella sensación?


— Ella no es para ti... Nunca lo fue, aunque la hayas visto primero que el coronel Landsdowne. Hiciste una promesa y nunca debes olvidar las razones. Si algún día te interesa la idea del matrimonio, será porque necesitas un hijo legítimo que herede todo tu abolengo... Y aún eres demasiado joven para esa desgracia llamada "matrimonio".

La Princesa de Hielo ( 2do libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora