Capítulo I... "En el jardín"

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Capítulo I

"En el jardín"

Keyra caminó hacia el jardín, preguntándose: ¿Por qué no se marchaba de allí? ¿Acaso ya no se sentía hastiada de toda esa tontería? Había tenido que ser testigo de los comentarios de muchas señoritas, como ella, llorando porque lord James Cavendish se había casado con una misteriosa señorita que había conocido en Edimburgo. O la forma en que admiraban al duque de Huntley, deseando ser la elegida.


Respiró profundamente, odiaba todo aquello. Sus pensamientos no eran iguales a los de las demás señoritas que se encontraban en aquel baile de máscara.


Mientras tanto, en otro lugar, en aquel elegante salón, la tía de Keyra se preocupó al no ver a su sobrina. Era consciente del juramento que había hecho su hermano mayor, y de que nada le detendrían en cumplirlo si su hija no daba su brazo a torcer.


— ¿Dónde te has metido, Keyra?— expresó buscándola entre la multitud, sin hallarla—. Simplemente estoy buscando tu felicidad y seguridad. Conozco el absurdo motivo que impulsa a tu padre a rechazarte. Está ciego al no ver la única verdad... Por eso estoy de tu parte y odio su arrogancia y malas decisiones desde que naciste. ¿Acaso el llamado de la sangre no le hace ver lo que es más que obvio?


Keyra se detuvo en la fuente del jardín, mientras se escuchaba a lo lejos la música de aquel vals que habían colocado de repente. Si el duque decidía sacar a alguna, se alegraba por la afortunada. Ya había sido suficiente para ella haber tenido aquel breve encuentro en el cual un "dispénseme" le había hecho ver que era un estúpido como todos.


— Por desgracia he salido a respirar al no soportar encontrarme aquí. Soy consciente que a mi corta edad he rechazado al hijo de un banquero, a un barón y a un soldado hijo de un noble. Pero tan solo buscaban un trofeo. Y no seré el trofeo de nadie... Y es una promesa que me he hecho.


Y era una verdad innegable. Era algo que ella destetaba. No se consideraba un trofeo. Ni lo sería por el simple capricho de un imbécil que la viese de tal manera al ser un mundo de hombres. Sonrió con cierta irónica y se admitió que posiblemente por ello, ella solía ser una mujer fría y tan distante cuando un caballero se le acercaba con deseos de cortejarla.


Esa era su manera para alejarlos de ella... Tal vez por eso la consideraban "La princesa de Hielo".


No era fácil derretir ese témpano de hielo que había en ella.


— He estado mucho tiempo aquí. Mi tía debe de estar buscándome. Y lo que menos quiero es un sermón de parte de ella...—expresó para sí al reaccionar y al darse cuenta que había estado mucho tiempo sola en aquel lugar.


Pero una voz masculina llamó su atención, sintiéndose descubierta.


— ¿Una esposa? ¡Sí Claro!... ¿Eso es lo que necesito? ¡Cómo no!—se decía el duque Huntley en un tono irónico, al instante en que se acercaba a aquel lugar, pensando que era el único que había decidido escapar de la multitud.


Él había soportado toda la noche aquel baile de máscara para complacer a su madre un poco, al no poder escapar a Surrey. Algo que deseaba hacer al ver cómo muchas madres casamenteras pretendían acercarse a él, sino lo hacían sus hijas primero, con disimulo. Bufó dentro de sí, sin entender como su buen amigo James Cavendish había caído en aquella trampa. Aunque, después de conocer al suegro de éste, comprendió lo que lo había motivado en un principio.


Al menos él no tenía alma de buen samaritano. No se veía dispuesto a romper con su propia promesa por causa de una mujer, por más hermosa que fuese. Ni siquiera si fuese la misma venus.


No estaba dispuesto a contraer matrimonio.


Pero la vida le tenía una mejor idea. Una de la que él no podría escapar.


De pronto el duque de Huntley se encontró con la sorpresa que no se encontraba solo en aquel lugar. En frente de él, a pocas distancias, se encontraba una señorita de ojos azules como los suyos. Y de cabellera castaña oscura.


En poco tiempo sus caminos se habían vuelto a cruzar. Él se detuvo en frente de ella, al mismo tiempo que lo hacía ella. Keyra inclinó cordialmente la cabeza hacía él; él le correspondió con una inclinación, aun manteniendo su seriedad de siempre. Últimamente se había estado quejando de aburrimiento, y ahora para su desgracia, se cruzaba con esa dama que al parecer había tenido que ser testigo de sus palabras.


Y para su propia sorpresa, ella no mostraba aquel brillo en su mirada como lo tenían las demás señoritas, al estar frente a él.


¡Bastaba más para aquel ego que había en sí mismo! No obstante, ella ignoró aquello, dejando a aquel duque con sus pensamientos, al alejarse de él y continuar su camino hasta el lugar en donde se encontraba su tía.


— ¿En dónde te encontrabas?— le expresó su tía a Keyra, un poco molesta—. El duque ha salido al jardín, quizás aburrido al no encontrar alguien que le motivara a bailar el vals

— Entonces, considerémoslo lamentable.— expresó a ocultar que se había tropezado con aquel duque antes de regresar con ella.— Además, no me siento bien... Creo que me he refriado...

— ¿Qué no te sientes bien?

— Creo que sí... Sé que deseabas que conociera a alguien hoy. Pero no me siento en condiciones. ¿Podemos irnos a casa?

— ¿No te gustó la apariencia del duque?—inquirió su tía al no creerle por completo.

— No es el tipo de hombre que busco. Pero no por eso me quiero retirar... Le juro que me siento mal. Sé que la temporada no va a durar eternamente, pero usted me prometió que me dejaría elegir a mí. Y la temporada apenas ha empezado y está en su pleno auge.


Lady Emma Wilson agotada y sin ánimo para la batalla, ahueco la mano en la mejilla de su sobrina. ¿Qué se podía hacer? Era mejor seguirle la corriente y evitar que ella huyera de Londres en esa temporada.


— Vamos a buscar nuestras capas, entonces. Y dejaremos para otro momento la oportunidad de que conozcan a un buen pretendiente...





La Princesa de Hielo ( 2do libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora