7 La pluma roja

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Estaba nerviosa, no sabía si girarme y encararme al arcángel. Tampoco sabía si Stan estado mirándome. Lo único que de verdad sabía, es que mi madre estaría enfadada por ser tan maleducada con un arcángel.

Miré hacia su lápida y asentí. Me levanté del suelo y giré mi cuerpo lentamente, agarrando los mechones de mi pelo que el aire levantaba a su paso.

No le vi, pero sabía que estaba ahí. Podía oler su esencia perfectamente. El cementerio olía siempre a flores, pero esta vez, olía a fresco, limpio y puro.

— Sé que estás aquí  —dije con voz serena.

Tenía claro que no iba a ponerme ni a gritar ni a discutir delante de mi madre.

¿Me llamabas, detective Taylor?

Su voz sonó fuerte y clara en mi mente. Quería hacerme creer que no estaba aquí, pero sabía que sí.

— Venga Gabriel, sé que estás aquí. Sal ya antes de que Stan te pegue un tiro —dije sacudiendo la tierra de mi pantalón vaquero.

El arcángel apareció apoyado en el árbol. Su rostro era tan perfecto que molestaba mirarle, pero sus labios carnosos y sus ojos verdes, eran la estrella de su cuerpo.

— Me convenciste, con lo del tiro —dijo con una gesto simpático.

Este hombre era extraño, un día podía hablarte bien, y al siguiente le temías

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Este hombre era extraño, un día podía hablarte bien, y al siguiente le temías. Le miré a la defensiva. Me separé de la tumba de mi madre, pero el ocupó el lugar que acababa de dejar.

Busqué a Stan preocupada, pero estaba en su coche hablando por teléfono. Creo que nadie estaba mirando al arcángel, solo yo podía verle.

Volví mi atención a Gabriel y vi que estaba en cuclillas enfrente de la tumba. Tenía el ramo en su mano, junto con la pluma. Se levantó, y quitó una flor del ramo, tirándola a la tierra.

— Pero tú de que... — me callé tan pronto vi lo que acababa de suceder.

En toda la parcela donde mi madre estaba enterrada, habían crecido rosas blancas, debía de haber cientos de ellas, bien juntas, una al lado de la otra.

El ramo que le había traído, estaba en el centro, junto a la pluma, que ahora llamaba mucho más la atención.

Llevé mis manos a la boca y enseguida una lagrima resbaló por mi mejilla. Miré al Arcángel, este me observaba en silencio. De nuevo otra vez apoyado en el árbol que había florecido completamente.

— Gracias — susurré. Mi voz se había quebrado.

— ¡Hija! — gritó Stan mientras caminaba deprisa hacia mí — Estaba mirándote y de repente todo se llenó de flores — dijo tan pronto llegó a mi lado. Me atrajo hacia él y abrió sus ojos asustado al ver a Gabriel.

— Tú eres el arcángel —dijo parpadeando y anonadado.

El mencionado extendió su mano y se la tendió.

Gabriel (Parada, sin terminar. Lo siento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora