El comienzo de una tormenta

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~Capítulo 1~

{Isabella}

Dos años antes...

Estaba en uno de los cementerios más exclusivos de la zona donde vivíamos — Newport Beach, California, fue mi hogar hasta que llegué a la edad de dieciséis años, por primera vez vestía de negro, nunca quise usar ese color ni para los eventos de gala que mi padre hizo en su empresa; me negué ya que lo asociaba al dolor, al luto que se cargaba en el alma tras perder a un ser amado.

Jamás fui partícipe de un velorio, mucho menos de un sepelio; me aterrorizaban tanto como la oscuridad y muchas veces le pedí a Dios que nunca me tocara vivir uno, pero ahí estaba, viviendo el más doloroso de todos, sintiendo que mi alma se perdía y mi corazón se volvía pedazos, queriendo llorar y no pudiendo porque mis lágrimas se escasearon desde dos días atrás.

Mi padre, John White, estaba parado al frente del ataúd de la que fue la mujer de su vida, su amor eterno, mi madre. Intentaba dar unas palabras de agradecimiento a todos los que nos acompañaron, tratando de no quebrarse, de no mostrar su verdadero dolor, uno que yo no podía ocultar por más que luchara. La lluvia comenzó a caer cuando el sarcófago que contenía el cuerpo de Leah White Miller, comenzó a bajar; creí que eso solo pasaba en las películas, pero al parecer, el tiempo tenía la virtud —a veces— de mostrarse acorde a los sentimientos que experimentábamos.

Elliot Hamilton, mi mejor amigo y novio desde dos años atrás, estaba a mi lado apoyándome como siempre. Tuvo la intención de abrir un paraguas para protegernos, pero me negué. Necesitaba que la lluvia se llevara un poco de mi dolor. Lancé una rosa blanca después de que mi padre también lo hiciera y nos marchamos de aquel lugar hasta que la tumba de mamá quedó lista.

Nos fuimos en silencio hasta llegar a casa, ahí, mi padre se fue a su despacho avisando que debía hacer algunas llamadas y Elliot me acompañó a mi habitación. Es dos años mayor que yo y papá siempre confió en él y no le importaba que estuviésemos a solas, sobre todo en ese momento que decidió encerrarse en su burbuja de dolor y me dejó de lado.

—Me preocupa su actitud —le comenté a Elliot cuando estábamos en mi cama.

Nos acostamos en ella y apoyé la cabeza en su brazo, él acariciaba mi espalda; se notaba cansado y lo entendía. Desde que pasó lo de mi madre no había parado y junto a su familia, ayudaron a papá con los preparativos para el velorio y sepultura de mamá.

—Ya le pasará, dale tiempo, nena. No es fácil lo que está viviendo, lo que estáis viviendo y cada uno lo enfrentáis a vuestra manera me consoló.

Comprendía eso, perdí a mi madre, a la mejor que la vida me pudo dar, pero papá perdió a una compañera irremplazable; fui testigo del amor que ambos se profesaron, hasta cuando discutían se les notaba y eso siempre fue increíble para mí.

Leah White Miller fue una hermosa mujer de pies a cabeza, modelo de vocación y madre por decisión, con un gran corazón. Mi padre se desvivió por ella y se amaron de una manera incondicional y única. Él juró protegernos de todo, mas no pudo cumplir su objetivo. No lo culpaba, aunque sí lo lamentaría siempre.

Todavía no sabía el motivo de su muerte, tampoco los detalles, papá no quiso decírmelo y lo dejé pasar porque no estaba para eso en esos momentos. Igual, no se me permitió verla en su ataúd ya que mi padre se negó a que lo hiciera en ese estado. Y fue lo mejor puesto que no quería recordarla de esa manera sino con vida, amor y alegría, algo que la caracterizó siempre.

Necesitaba volver a dos días atrás, cuando mamá fue a dejarme al colegio y antes de bajarme del coche me abrazó con fuerza y me dijo cuánto me amaba. En ese instante no me pareció rara su actitud porque era algo que hacía con frecuencia, pero justo en esos momentos, comprendí que en verdad se despidió de mí con esas palabras y ese gesto.

Corazón de Hielo ® (Muestra)Where stories live. Discover now