Capítulo 1 ☯

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Lamentablemente el sol no brillaba para nada detrás de aquellas oscuras nubes cargadas de una posible tormenta. Me abracé a mí misma intentando cubrir lo que aquel pequeño uniforme no tapaba.

Tenía frío.

—¡Hey! ¡___!-Me giré despistadamente apoyando los antebrazos en el mostrador de cristal; observé al hombre que usaba un uniforme más digno que el mío, con los mismos colores azules y grises.- Ve afuera, tenemos un excedente de pasteles dulces, quizás ofreciéndolos a los transeúntes más gente se interesará en este lugar.

Aquel hombre amable últimamente había estado en unos muy apretados problemas económicos; la cafetería había sufrido una importante recaída producto de una nueva pastelería que se había convertido en una potencial amenaza para nosotros. Muchos empleados habían sido despedidos ya que ni sueldo se les podía dar, quedábamos unas cuatro cocineras y meseras.

Asentí, estábamos comenzando a tomar medidas más desesperadas.

La helada brisa que ingresaba por la puerta abierta buscando enviar el aroma de vainilla a clientes interesados, fue un presagio del tormentoso tiempo que vendría en momentos.

—Quizás deberíamos cerrar las ventanas.-Sugerí recogiendo mi cabello en una coleta rosa. Me miró por un segundo para luego mirar la pantalla de su celular.-Podríamos enfermar...-Continué al notar su falta de interés en mis palabras.

—Eso es un mito.-Deslizó el dedo por su pantalla, tecleó algo con habilidad característica de un joven de veinte años a pesar de su madura edad.- En realidad no hay agentes que logren enfermar a una persona solamente utilizando el frío; es más, quedarse en el exterior ayuda a prevenir las enfermedades que causan los ambientes cerrados.

Woah.

Este hombre estaba decidido a convencerme como pudiera de mantener aquella puerta abierta.

Tomé la canasta con excedentes mientras con la mirada algunas jóvenes del lugar me deseaban suerte sumergidas en sus tareas.

Tomé una profunda respiración comenzando a caminar al infernal frío otoñal. Los cabellos me volaron con las ráfagas que revoloteaban sin descanso, mi falda aleteó al igual que mi pulso cardíaco.

Estaba literalmente caminando a mi tumba, iba a morir congelada y con la falda alrededor de mi cintura.

Me armé de valor atravesando el umbral en busca de una muerte prematura. Si quería volver a la calidez interior debía repartir los pastelillos en cuanto antes; mi salud dependía de ello.

En cuanto salí, algunas miradas de peatones curiosos se posaron en mí. Por supuesto, ¿Quién usa esa especie de vestuario exhibicionista en esta época del año?

Debo admitir que la estrategia de marketing del gerente no estaba nada mal con respecto a la vestimenta; eso o era simplemente un depravado.

Solté mi cabello, buscando proporcionar algo de calidez adicional a mi cuerpo, mis manos comenzaban a entumecerse.

—Oye...-Le llamé a un niño aparentemente no mayor de diez años cuando este pasaba por enfrente a la tienda, haciéndome envidiar el gran abrigo que llevaba. Cuando me gané su atención se detuvo frente a mí.-¿Quieres un pastelillo caliente?-Sonreí aún víctima del entumecimiento corporal.

Me correspondió la sonrisa, con un brillo particular en sus ojos.

—¿Cuánto salen?

—Son un regalo.-Tomé uno rápidamente, este extendió sus manos curioso y lo recibió con algo de ansiedad.

- Gracias, noona~

Solté una risita; localicé mi próximo objetivo en el segundo que una niña apareció en mi campo de visión de entre unos árboles.

El niño siguió su camino, y en el momento que la jovencita se posicionó frente a mí la acorralé salvajemente ganándome una mirada de puro terror.

—Hey... ¿Quieres un rico pastelillo caliente?- Incliné mi rostro amistosamente, arqueándome levemente para estar a su altura. Una gran corriente helada pasó entre mis piernas, y por supuesto levantando mi falda.

Una sonrisa apareció en su rostro mostrándome algunos dientes que le faltaban. —¡Yo tengo las mismas!- Chilló contemplando mi ... o más bien donde se suponía que debía estar mi falda.- No sabía que a las chicas de tu edad les gustaran las bragas de niña pequeña.

Mis mejillas se calentaron, abrí mis ojos impactada. Abracé mis muslos torpemente buscando que la prenda dejara de revolotear bruscamente en el aire.

Le arrojé un pastelillo en la cara, se sobó la nariz frunciendo el entrecejo. Retomó su caminata sin siquiera voltearse a verme, dándole unos mordiscos al postre dulce.

Increíble, ____, acabas de golpear a una niña con un postre.

Escuché una risita a unos metros; cabello rubio se asomaba por debajo de una capucha negra perteneciente a su abrigo. Se cruzó de brazos sin dejar de reír mirando en mi dirección.

La falda se volvió a levantar, envolví mis piernas buscando protegerme de las ráfagas atrevidas.

Sus ojos oscuros estaban ahora sobre los míos, entrecerrados debido a su inmensa sonrisa burlona. —Bonitas bragas, nena.


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