capítulo 11

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-N-no-mentía, pero tampoco quería que él pensara que soy una cobarde, aunque lo era.
El volvió a reír.

-Ven, no tengas miedo, estas cosas son muy seguras-me extendió la mano para que yo la tomara y su cálido tacto era algo que no podía rechazar jamás.

Me tomó de la mano, sujetándome fuertemente y haciéndome sentir completamente segura, era como si el infantil miedo de antes se hubiera evaporado como el aliento frío que sale de la boca y no tarda más de tres segundos en desaparecer.

Subí a la góndola y él se sentó a mi lado, mientras que las otras tres personas se situaban delante de nosotros.

El gondolero comenzó a remar y el bote a moverse, me estremecí un poco. Ichigo me miró, y en su mirada había una ternura que brillaba, ese par de ojos almendrados me brindaban una auténtica protección con el resplandor que soltaban.

-¿Estás bien?-preguntó y su voz se llenó de dulzura.

-Perfectamente-musité, atontada.

Me sonrió, y aquella sonrisa hizo que miles de burbujas se inflaran en mi estómago y flotaran en él.

Miré hacia arriba, sintiéndome más segura que hace unos segundos y me topé con cielo grisáceo.

Luego miré hacía mis lados, los ladrillos se elevaban formando un edificio barroco y arcaico de color beige.

Oía el murmullo de las personas delante de nosotros, un murmullo ininteligible para mí, puesto que su idioma era diferente al mío; mientras que el gondolero pasaba el remo por el agua y hacía mover la góndola provocando que la brisa me acariciara el rostro.

-¿Sabes por qué se llama El puente de los suspiros?-preguntó Ichigo, interrumpiendo mi análisis del paisaje.

-¿Por qué?

-Bueno, este puente une al Palacio del Duque con la antigua prisión de la Inquisición.

Da acceso a los calabozos del palacio y los prisioneros veían desde aquí el cielo y el mar por última vez, y suspiraban.

-Nada romántico-me reí.

-No, pero la gente le ha dado tanta fama que el nombre les sirvió a unos poetas para inspirarse en ese género literario.

Me reí, encantada por su brillante explicación.

-¿Por qué te ríes?-preguntó, divertido.

-Porque pareces de esos maestros de colegio y me haces sentir como alumna.

-Perché in questo caso sono felice di essere il vostro insegnante-rió.

No sabía qué había dicho, pero sea lo que sea me hizo ruborizar, el acento italiano adornaba su melodiosa voz de terciopelo y hacía que las burbujas en mi estómago se agrandaran más.

-Tendré que aprender italiano-mascullé.

El soplo cálido de su risa me acarició el rostro, apartando la brisa de la gélida mañana.

-Lo que dije fue: Que en ese caso, me encantaria ser tu profesor-dijo-. Y si quieres, puedo enseñarte italiano también.

-Me gustaría-mi sonrisa se volvió tímida y oculté el rubor.

Ichigo no sólo era un adonis en persona, sino que ¿tenía que resultar tan terriblemente encantador también?

Tomé la cámara fotográfica y saqué un par de fotografías a la construcción barroca que admiraba, por accidente o casualidad, mi lente capturó también el bello rostro de oro que tenía a mi lado.
Cuando el viaje terminó y pisamos tierra firme, el estómago me rugió de hambre, recordé entonces que no había desayunado ni tomado nada. Até mis brazos alrededor de mi barriga y rogué porque mi estómago se callara.

-¿Tienes hambre?-adivinó Ichigo.

Hice un mohín por haber sido descubierta y luego asentí sin decir nada, completamente apenada.

-Conozco un buen restaurante aquí cerca, ven-me sonrió, emocionado.

O al menos eso era lo que parecía y me hizo seguirlo.
Dirigí una mirada al Chevrolet negro y Ichigo volvió a adivinar mis expresiones.

-No está tan lejos, podemos ir caminando, ven-me sonrió de nuevo, y esa sonrisa ató una cuerda a mi cuerpo, obligándome a seguirle hipnotizada.

Apresuré mi paso y llegué hasta su lado, me sentía… tonta; él parecía un modelo de revista y yo… una adolescente común y corriente; pero aquello no me impidió caminar junto a él. Yo lo consideraba un privilegio y no sabía por qué.

"AMOR PROHIBIDO" (ichihime)Where stories live. Discover now