xv. Promesa cumplida.

En başından başla
                                    

Recordó todo, momento por momento, desde que lo había conocido en la salida del bar Estrella Celeste. Lo recordaba todo a la perfección, solo por el hecho de que se había enamorado de él. Había tratado de evitarlo, pero al final había caído, pues él era demasiado atrayente. Lo que no se había imaginado, en un principio, era que ella también había hecho caer a Fred en el proceso. Cuando el pelirrojo se lo había confesado, tan solo un par de días atrás, había sido tremendamente feliz, pero ahora odiaba ese momento. Odiaba sus sentimientos. Odiaba el amor. Keigar tenía razón, ella no estaba hecha para amar.

Entreabrió los labios mirando al cielo y comenzó a cantar una hermosa y triste canción. Una canción dedicada a aquel lindo humano, a Fred, a sus sentimientos de añoranza por él.

Las lágrimas volvieron a salir en seguida; cuanto más cantaba, peor se ponía. Cuando terminó, escuchó unos golpecitos en su puerta, era Kain. Lo sabía, podía sentir su aura a través de la robusta madera, pero no se movió, siguió allí, llorando y contemplando el cielo.

—Señorita, abra, por favor —le pidió Kain desde el otro lado.

—Déjame sola. ¿Cuántas veces voy a tener que decírtelo?

—Pero quiero ayudarla.

—No hay nada que puedas hacer, Fred me odia —murmuró y otra vez el dolor presionó su corazón—, y no hay forma de solucionar eso.

—Hablaré con él —sugirió el mayor, rápidamente. 

—No, pensará que te estoy utilizando para engañarlo otra vez y no quiero eso —tomó aire—. Está bien, Kain, no te preocupes por mí.

—Señorita Zaira... —escuchó la voz de uno de los hijos de los sirvientes; el rubio, Dyen.

—¿Qué quieres, Dyen? —inquirió ella.

—¿Fred no va a volver a la mansión? —quiso saber el niño.

—No... él jamás lo hará... —sollozó, aunque trataba de mantenerse firme—. Lo siento... no podréis volver a jugar con él...

—Señorita... —esta vez era la voz del niño albino, Sai.

—Lo siento, lo siento, lo siento... —repitió una y otra vez.

No se disculpaba con los niños realmente, se disculpaba con Fred. Se odiaba por lo que había hecho en el pasado y por lo que había conseguido como castigo por ello. Ya nunca más podría ver a ese atractivo pelirrojo, nunca más volvería a sentir su toque, ni volvería a ver su sonrisa. Ni mucho menos volvería a sentir lo que únicamente él conseguía hacerle sentir. Amor.

 ❉

—Kain —lo llamó mientras se acercaba a él.

Por fin, había salido de su habitación, horas después de aquella pequeña conversación. El ángel mayor se encontraba en el jardín de la mansión, cuidando las bonitas rosas que Layla, la antigua señora de la mansión, había plantado y adorado tanto. Se sorprendió bastante al ver a su nueva señorita, Zaira, delante de él y más aun, por cómo iba. Estaba totalmente desaliñada. Su pelo negro estaba despeinado y cubría parte de su rostro, sus ojos estaban rojos e hinchados, llevaba un vestido blanco que le caía hasta las rodillas, de tirantes e iba descalza; las piedras del jardín se clavaban en la planta de sus pies haciéndole daño, pero a ella no parecía importarle.

—Señorita Zaira —musitó Kain, saludándola. 

—Tengo algo que pedirte. 

—¿Quiere que vaya a hablar con el señorito Fred? —preguntó, esperanzado y deseando que fuera aquello lo que quería pedirle.

¿Quieres mi ayuda? ➳ Fred WeasleyHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin