Capítulo 6

1.9K 75 5
                                    

Él tona asiento a mi lado, en la hierba.

-Te comprendo.

Cuando dice éstas palabras, suelta una nube de humo de entre sus labios. No había percibido antes que fumaba.

-No, no lo haces.

-Sí. Yo también perdí a mis padres a edad temprana.

-Oh.-giro mi cabeza para mirar los ojos del inspector.

-Yo tenía cinco años. Verano de 1985. Mi madre trabajaba en casa, y mi padre era jefe de policía. Desde pequeño crecí al lado de un hombre que portaba armas y no dudaba en utilizar la violencia ante gente que merecía justicia. Ella no era así, no le gustaba el trabajo de él. Cuando volvía del colegio mi madre estaba sola en casa, mi padre nunca llegaba hasta tarde. Recuerdo que por las tardes me contaba aventuras que él le había contado posteriormente. Era mi héroe. Una noche, cuando mi padre llegó a casa, yo ya estaba metido en cama. Oí gritos del piso de abajo, así que decidí ir hacia donde provenían. Poco antes de acabar de bajar las escaleras escuché un sonido en seco. Encontré a mi madre muerta en el suelo de un disparo en el pecho. Mi padre aún tenía el arma en su mano, apuntando al lugar. Yo no quería dejarla sola, sentía que no debía abandonarla, pero fui un cobarde. Cuando los ojos de él se encontraron con los míos corrí, hasta llegar a una pequeña cueva qué sólo ella y yo sabíamos. Un día después dos agentes me encontraron allí. La casa fue demolida no recuerdo por qué. Me quedé en una casa de acogida, mi padre se había suicidado cuando no me encontró, o eso me dijeron. Al cumplir los 18 cumplí mi sueño de ser policía para poder evitar este tipo de casos. Me lo había prometido. Nunca supe con certeza qué pasó debido a mi corta edad cuando sucedió todo, sólo sé que ese día, la última vez que vi a mi madre, me hice un juramento: nunca nadie podría hacerme sufrir.

Suspiré ante la historia. Igual debería hacer lo mismo, dejarlo todo atrás, empezar de cero...
Salimos del jardín, encontrándonos con Miguel. Corrí a abrazarle, necesitaba su tacto más que nunca. Y por una vez desde que me enteré de lo ocurrido, me sentí bien. En sus brazos me sentía segura. Me sentía completa. Que nada podía dañarme. Él era mi escudo contra la realidad. Junto a él todo era posible, no había límites ni restricciones. Me sentí yo.

-Mi princesa...

Levanté la cabeza, la cual había enterrado en su cuello segundos antes, y le miré a los ojos. Simplemente no hacían falta palabras, podía verlo todo en su mirada. Él secó una lágrima que resbalaba por mi mejilla, y yo acerqué mi cabeza hacia su toque. Envolvió mi cara con ambas manos y me besó unos segundos, ya qué fuimos interrumpidos por el agente.

De camino al hospital seguí dándole vueltas al tema. ¿Qué debía hacer? ¿Debería verla?

BRAIS

Entro en casa. Me descalzo. De desvisto. Me ducho. Ropa limpia. Cena. Cama.

Y esta es mi rutina cada día. Nada merece la pena.

«Sólo ella puede cambiarlo.»

-Pero ella no me quiere.

«Puedes hacer que te quiera.»

-¿Y cómo debo hacerlo?

«Lo sabes, pero no quieres darte cuenta de ello...»

-Déjame en paz.

DANIELA

Me tumbo en cama, exhausta. Aún no logro asimilarlo. Mi tío se ha dispuesto a hacerse cargo de todo, y me dijo que me fuera a casa a descansar. Todavía recuerdo su cuerpo... Pálido, inerte, frío. Quiero pensar que sigue conmigo. Que mañana la escucharé de nuevo maldecir la puerta por interponerse en su camino hacia el pasillo. Pero no sucederá. Nunca más. Nunca... ¿Por qué yo?

Todos los infiernos a tu lado.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora