Capítulo 3. SINFONÍA DE GRUÑIDOS.

42 5 2
                                    



El sonido de las aves fue el gentil despertador de Marco a la siguiente mañana, quién se acurrucó en su cama para proveerse a sí mismo un poco más de calor, estaba descansado hasta que su mente también despertó. Se incorporó como un resorte mirando para todos lados, sintiendo un corrientazo por su espina dorsal y explosivos pálpitos en su corazón. Para su desconcierto no vio nada anormal, no estaba tirado en la planicie donde había presenciado la demostración más impresionante de su vida, el señor Fishawk o Sasquatch no se lo había engullido, y ahora estaba sentado en su cama del dormitorio de hombres levantándose a la hora adecuada para ir a desayunar. «¡Ángel!» fue el siguiente grito de pensamiento que se vino a su mente «¿Dónde está Ángel? oh no ¿Y si no logró entrar de vuelta anoche? ¡y si se murió congelada! ¡Es mi culpa! maté a Ángel!!».

—Hola Marco —dijo Ángel mientras pasaba por el frente de la puerta del dormitorio dirigiéndose a desayunar.

«Estoy loco, eso es» pensó Marco, sin querer darle más vueltas en su cabeza a lo que había vivido. Se puso sus gastados zapatos de cuero cuarteado, sacándoles antes una importante cantidad de pasto seco de su interior y volviendo a pensar «estoy loco». Bajó al comedor y se sentó en su lugar habitual al lado de Ángel, ella le miró el mentón y le preguntó —¿Te duele? —. Marco puso su mano en la barbilla y tocó una pequeña costra, en vez de preocuparse se alegró «¡Fue verdad! Todo fue... ¿Verdad?». La sonrisa se desdibujó de inmediato de su rostro «¡El señor Fishawk es un monstruo!».

—Tienes que contarme todo lo que pasó anoche —dijo Ángel disimuladamente mientras tomaba leche tibia.

—No estoy seguro de qué pasó anoche, cuando lo sepa te contaré —respondió Marco. Ella entristeció sus expresivos ojos y sumergió la mirada en su comida.

—Estás muy raro, lleno de secretos, te lanzas de ventanas, me ocultas cosas... ¿acaso ya no me quieres? —dijo en un tono quebradizo.

—Tú eres lo único que quiero Cereza.

—Está bien despeinado, cuando sepas aquí estaré para que me cuentes—. Dijo ella cambiando rápidamente a una expresión agradable y amistosa.

El chico no mentía, en realidad no podía explicar lo que había pasado, además temía que su amiga creyera que estaba perdiendo la razón. Ahora no sabía si confrontar o evadir al señor Fishawk. De momento tenía que ir a geografía, eso le daba un poco más de tiempo para pensar.

Para Marco una de las pocas ventajas del orfanato eran las clases, él siempre tenía una hambrienta curiosidad y una hiperactividad interminable, y mientras aprendía lograba calmar ambas. Increíblemente los chicos del orfanato Seraphim recibían una mejor educación que cualquier otro niño en kilómetros a la redonda.

Eran las cinco y cinco de la tarde de ese día, las ocho horas de clases diarias recién finalizaban y Marco se aventuró tímidamente en el patio de juegos. Ahí estaba Fishawk, al otro lado del descuidado parque infantil, esperándolo, impávido, con sus ojos clavados en él. Con una seña de su cabeza le indicó que se dirigieran a una zona más privada, Marco dubitativo asintió. Se sentaron en una destartalada silla del parque que se encontraba debajo de un árbol seco, lo suficientemente aparte para que nadie los escuchara. Después de un incómodo silencio Marco habló —mi papá... el...—. Fishawk bajó la mirada mientras negaba lentamente con la cabeza, antes de que el chico se pusiera muy triste, aclaró su garganta y explicó.

—Ya vio lo que yo soy señor Marco, vio que soy... diferente, pero usted... usted es aún más especial. Por sus venas corre la sangre de los Yaguaré... su padre fue el chamán más poderoso que jamás haya existido.

—Chamán?—preguntó Marco intrigado.

—El mundo está lleno de gente como yo, rebosante de «cambiadores de forma», gente que se transforma en criaturas increíbles, seres que ni se imaginaría. Un chamán es uno de ellos, uno muy poderoso... además de cambiar de forma puede moverse entre mundos que la mayoría no puede ni siquiera ver.

—¿Y yo? ¿voy a cambiar de forma?—preguntó Marco emocionado y asustado.

—No es así de fácil amigo Marco, debemos descubrir qué tan especial es usted, pero yo no puedo hacerlo, debe hacerlo su gente, la gente del lugar de donde vino su padre... bien adentro de la selva del Amazonas... en Suramérica—. Marco no tenía certeza del lugar que le mencionaba Fishawk, pero sabía que era más lejos de lo que su imaginación podía recorrer.

—Estoy ahorrando todo el dinero que puedo —continuó el hombre— nos iremos en un par de meses, a la jungla, a donde su clan... su familia.

Marco no podía creer lo que escuchaba, aunque hubiera visto al Señor Fishawk transformarse en un simio mitológico, era demasiado. Ahora resultaba que tenía una familia en una jungla tropical lejana, que su padre había sido una especie de héroe, y que más bestias y criaturas poblaban la tierra escondidos entre la gente normal. Aun así levantando una ceja dijo:

—¡Bonita hora de aparecer! ¿Por qué no me había hablado antes señor Fishawk?

—Llevo quince años buscándolo mi amigo. Al finalizar la batalla con el Señor de los Chacales, vi como su padre casi sin fuerzas lo sacaba a usted cuando aún era un bebé de atrás de unos matorrales, y luego lo vi usar sus últimos alientos para desaparecer en la noche y protegerlo.

Mientras Fishawk contaba esto Marco atando cabos, sacó con cuidado el papel ensangrentado que conservaba en un bolsillo del pantalón y se lo mostró al hombre —Encontré esto en el despacho de Sor Grace, usted cree que esto es...

—¿La letra de su padre? Tiene que ser. Con sus últimos alientos, dándole nombre a su hijo— interrumpió el conserje haciendo todo lo posible porque su voz no se quebrara, tragó saliva trabajosamente y prosiguió— hace pocos meses encontré por fin su rastro aquí, pero debía estar seguro que usted era el hijo perdido del Clan Yaguaré —agregó el conserje— el día que Sor Grace me ordenó castigarlo vi en su coronilla una mancha rubia, una mancha de jaguar, ahí lo supe.

Marco se llevó la mano a la cabeza como si en ella tuviera ojos para ver la mancha que describía Fishawk.

—Créame, ahí está, la prueba de que soñó con truenos —dijo Fishawk con una sincera sonrisa de ojos brillantes.

—¿Jaguar? ¿Yaguaré? ¿Qué es eso de los truenos?—preguntó Marco.

—El jaguar es el animal más poderoso del Amazonas, la transformación máxima de un Chamán, y el símbolo de su Clan... Yaguaré, su apellido por así decirlo—. Explicó.

«¡Marco Yaguaré! ¡Suena fantástico tener un apellido!» pensó muy contento.

—Es hora de que vuelva adentro mi amigo—. Dijo intempestivamente Barney Fishawk.

—¡Nooo! ¿Por qué? ¿Y los truenos? —protestó Marco, que por fin estaba encontrando sentido a su vida y las respuestas que siempre había buscado.

—Ya son las seis, no podemos generar sospechas, mucha gente mala también quiere encontrarlo. No se preocupe amigo Yaguaré, aquí voy a estar mañana para continuar nuestra conversación—. Cada nueva cosa que decía Barney Fishawk generaba cien dudas más en Marco, las que tuvo que contener. El nativo afroamericano tenía razón, a las seis todos los chicos debían estar dentro del orfanato o tendrían problemas. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 16, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Sangre de JaguarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora