Capítulo 2. CAYENDO AL VACÍO.

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Habían pasado tan sólo un par de semanas desde aquellos insólitos sucesos. Marco se dirigía al segundo piso, con la encomienda de llevar unas enmohecidas toallas recién lavadas a los baños de hombres. Se detuvo en seco para darse cuenta de algo, no le dolía ninguna parte del cuerpo. No podía creerlo, las habituales tundas y castigos que recibía siempre le proporcionaban marcas y dolores que se quedaban por mucho tiempo. Era tal su incredulidad que hizo un par de sentadillas para comprobarlo, con tan mala suerte que la desgarbada Alexa lo vio en esa ridícula situación.

—Hey chicos —se dirigió a JC y a Georgie Boy, quienes estaban limando contra el suelo una regla para convertirla en un rústico cuchillo de madera— miren al alfeñique! jajaja... se cree rana

JC menos feliz que su compinche respondió rechinando sus dientes —nos está mostrando que tenemos una cuenta pendiente del día del rayo, se burla de nosotros.

El macizo Georgie Boy que normalmente se abstenía de usar su cerebro, dio su mejor opinión —¡Acorralemos al enano! —dijo poniendo su mano en la cabeza de JC, se detuvo unos segundos "pensó" y re armó su frase—, no es que tu seas el enano JC, hablo del otro enano...je!

Alexa complementó el plan —todos están en el patio ahora, si lo perseguimos escalera arriba, no tendrá por donde escapar.

La escalera que recorría el orfanato Seraphim finalizaba con la salida a la azotea que siempre estaba cerrada con un grueso candado.

Marco terminó su demostración de buena salud y prosiguió su camino hacia el segundo piso con una sonrisita en el rostro, que pronto se le borró al ver por el rabillo del ojo a sus tres pesadillas eternas, paradas en el descanso de la escalera dispuestos a comenzar su ataque.  JC alcanzó a levantar su índice y a abrir la boca para proferir la mejor de sus amenazas, pero esta ni siquiera alcanzó a salir pues Marco en su más puro instinto de conservación emprendió la huida escaleras arriba.

El aire le entraba helado y torpe por la nariz y le generaba un leve dolor de cabeza, el desespero le llenaba de adrenalina el cuerpo; comenzó a saltar de a dos y hasta tres escalones con cada zancada. Cuando estaba por llegar a su destino las piernas comenzaron a fallarle y las zancadas se convirtieron en un ineficiente trote que causaba su inseparable asma. Poco le importó dejar caer las toallas que interrumpieron brevemente la persecución de los tres abusadores, lo único que importó fue el inevitable encuentro con el final del camino, la reja cerrada de la azotea.

Apoyando su espalda Marco esperó la llegada de la jadeante pandilla de JC, sus caras sudorosas resaltaban los ojos abiertos y expresiones malvadas de los tres delincuentes juveniles.

—Esta venganza tendría más sentido, si yo alguna vez los hubiera golpeado... ¡Piénsenlo! —le jadeó a sus perseguidores.

El golpe inicial lo lanzó JC, el primero que llegó, dos escalones abajo de donde estaba Marco, seguido muy de cerca por Alexa y Georgie Boy. El puño iba con tal fuerza que hubiera sido suficiente para derribarlo, de haber acertado.

En cuestión de segundos Marco movió su cuerpo sutilmente para un lado, luego se acurrucó contra la reja, se impulsó de ella con los talones y salió despedido a la altura de los estómagos de la pandilla sin tocarlos, aterrizando en el descanso del cuarto piso. El único dolor que sintió fue ajeno, al escuchar como la mano de JC traqueaba, mientras chocaba contra los gruesos barrotes.

Sin sentirse aún a salvo, Marco prosiguió con un extravagante despliegue de habilidades, bajando con tres saltos más los siguientes pisos del orfanato, sin siquiera hacer uso de la escalera sino de las barandas y los espacios entre ellas que antes le proporcionaban vértigo. Cayó al primer piso cual gato que se tira de un mueble, grácilmente y sin sonido alguno; escuchó a lo lejos a JC vociferar del dolor, pero no se quedó a averiguar qué estaba diciendo exactamente.

Sangre de JaguarWhere stories live. Discover now