Capítulo 1

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PRÓLOGO

Aquella noche fue diferente a las demás. Y aunque al principio pensé que sería como cualquier otra, pasadas las doce terminé creyendo lo contrario.

La sangre se encargó de cubrir el antes piso de madera, con su fina, rojiza y suave capa. Encharcando el suelo, y con un paso lento, desplazándose. No aparté la vista hasta mirar como llegaba a los muebles, manchándolos con ese carmesí que tanto me gustaba. Respiré profundamente aquel aroma tan dulce y espeso, que comenzaba a apoderarse del ambiente. Pisé por accidente la mano del muerto al dirigirme hacia la ventana, y escuché como tronaban sus huesos, haciéndome recordar el exquisito sonido de aplastar una cucaracha.

Aquella noche fue diferente. Y no lo digo por el desconcertante silencio que se había apoderado de las calles apenas las tiendas cerraron, ni porque los grillos y búhos se hayan puesto de acuerdo para no proliferar sonido alguno, ni por la ausencia de autos en las carreteras, ni mucho menos la falta de ruidos característicos de las noches en la ciudad. No digo que aquella noche fue diferente por lo silenciosa que resultó ser; nadie estaba de fiesta, fornicando en algún auto, o simplemente nadie vagabundeaba por las calles después de la media noche. Ni siquiera me encontré con ningún mendigo arrastrando algún carrito de supermercado claramente robado, tampoco vi ningún vándalo drogándose, o algún violador creando pesadillas en mentes inocentes, ni siquiera encontré a algún gato buscando comida entre los contenedores de basura. Y las estrellas, ellas parecieron simplemente haber abandonado la noche al igual que la luna. Ya que en el oscuro cielo, sólo eran visibles algunas nubes espesas, anunciando la avecinación de una tormenta. 

Me detuve frente a una casa. Después de haber estado caminando por las calles en busca de algún hogar que llamara suficiente mi atención, después de mi anterior homicidio aquella noche, el silencio de la oscuridad me había claramente desconcertado.

Aquella casa blanca y de dos pisos llamó mi atención, pero no fue el árbol que descansaba cerca de la ventana de una de las habitaciones, fue darme cuenta que el seguro que normalmente portaban esas ventanas, estaba suelto, colgando de ella.

Sonreí, tenía una nueva víctima. Alguien más iría a dormir aquella noche.

De manera silenciosa, me escurrí en aquella casa. Deslizando la ventana con lentitud para evitar despertar a alguien. El piso alfombrado silenciaba mis pasos, y la luz de la luna me permitió obtener un vistazo de lo que era la habitación: paredes blancas, muebles oscuros y decoraciones verdosas claramente femeninas. La habitación de una pobre chica.

Me encargaré de hacerla más hermosa con una linda sonrisa en su rostro.

Ella no era más que un pequeño bulto reposando sobre la cama, cubierta por unas mantas violetas. A medida que me fui acercando, pude apreciar una abundante cabellera castaña en uno de los extremos del bulto humano.

Las mantas no me permitían ver su cuerpo, ni mucho menos su rostro. Estaba completamente arropada, de una manera muy curiosa, me recordaba a cuando era niño y veía como otros niños estúpidos se escondían debajo de las sábanas para protegerse de los mounstros que según ellos habitaban debajo de la cama o en el estúpido armario. Como si una jodida sábana fuera a protegerlos de una bestia. Que lástima que ellos fueran a dormir.

Y que lástima que esa sábana no podrá protegerte de mi, corazón. 

Tomé con cuidado la esquina de la manta que la arropaba, y tiré de ella, descubriéndola. Pero quien terminó descubriendo, fui yo. 

Soy su juguete (Jeff Y Tu) [[EN EDICIÓN]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora