Capitulo 1

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Blanco, blanco, blanco, blanco, blanco. El blanco era parte de su vida, una extraña conexión que tenía. Blanco, profundo y puro, blanco, aquello que lo succiona cada noche, blanco, esta todo el tiempo con él. Imágenes borrosas se proyectaban todas las noches, las mismas todo el tiempo. Ese blanco tan extraño que ya no tolera ver más, intenta olvidarlo, pero no puede, dormir, y soñar con blanco, de cómo es succionado como si estuviese ahí dentro, cayendo, lo atormentaba desde que tenía memoria. No recuerda haber tenido algún trauma, se consideraba alguien sano, pero ese blanco, el blanco, ese maldito blanco que lo succionaba todo el tiempo lo estaba atormentando. A veces se decía a sí mismo, ¡Basta! ¡Basta por un demonio! ¡¿Por qué diablos apareces cada noche para atormentarme?! ¡¿Acaso no vez que si no duermo bien, envejeceré más rápido y moriré antes de tiempo?! Pero pese a todos sus esfuerzos para que ello desapareciera, no pasaba, en cambio, se hacía más repetitivo. Ver las mismas malditas imágenes lo tenían harto, al igual que la rutina.

Dormir, pasan dos horas, se abre un portal que suelta una luz resplandeciente, que deja a cualquiera a ciegas por unos segundos, luego, sin su permiso, algo lo absorbe, lo jala con fuerza hasta llegar al límite de que su piel se adhiere aún más, y la respiración le comience a faltar. A veces quiere gritar, gritar con todas sus fuerzas para ver si de esa manera podía salir de ese hueco, pero la voz no sale, por más que intente e intente, simplemente de su boca no sale nada, ni siquiera aire, como si dentro de su cuerpo le hubieran desconectado algún cable para poder gritar. Al igual intentaba mover su cuerpo, pero tampoco tenía control de este. No tenía control de sí mismo mejor dicho. Intentaba mantenerse en calma y cerrar los ojos para no ver como ese blanco lo mareaba, pero era imposible, le era muy difícil, se hacia el fuerte, pero no era lo suficiente. Lo más extraño era que: entre todo ese blanco, a veces lograba ver figuras, algunas extrañas y no entendibles, pero otras que eran de personas, de niños mejor dicho, no los miraba todo el tiempo, mayormente solo caía por ese túnel blanco, pero una que otra vez miraba las figuras y a los niños, los cuales solo pasaban frente a sus ojos como imágenes corridas, a pesar de que prestara mucha atención, no lograba captar con atención. Había una niña que si la miraba a la perfección, de los mismos 7 niños que siempre miraba (cuatro niñas y tres niños) siempre lograba ver (o al menos mejor que a los demás) a una niña de cabello castaño y ojos marrones, la cual lo mira con una profunda y perturbadora mirada. Pasaban por lo menos 5 segundos viéndola de frente y de pronto ¡pum! La imagen desaparece. Y es aquí cuando viene lo peor, comienza en una clase de descenso, la presión aumente y de pronto, una imagen rápido de un planeta desconocido, mezclado con un azul claro y oscuro, y de pronto...

Jonathan abrió los ojos, sin alterarse ni nada por el estilo, como solía hacerlo antes. Su cuello estaba un poco tenso, por ello decidió pasarse su propia mano para darse un masaje. El lugar se hallaba silencio y oscuro a pesar de que haya mucha gente... bueno, es un avión ¿Qué haría la gente en un avión a mitad de la noche? Se froto un poco los ojos y reviso su celular, eran apenas las 23:10 P.M., no había dormido más que una hora, ese maldito sueño no lo dejaba en paz, y sabía que si volvía a dormir, de nuevo sucedería.

No le gustaban los aviones, o más bien no sabía si le gustaban, era la primera vez que viajaba en uno de ellos. Se sentía extraño estar allá arriba, observar las nubes de cerca era un espectáculo único, aunque no se alcanzaban a distinguir muy bien por la oscuridad de la noche. Estaba pegado a la orilla, a su lado yacía una chica rubia, de quizás unos 23 años, profundamente dormida, tapada de pies a cabeza con una sábana color rosada. Dentro del avión hacia mucho frio, por ello se había puesto su fiel sudadera verde que su madre le había comprado hace tres meses, y unos guantes que su mejor amiga Olivia le había regalado momentos antes de subir al avión, entregándoselo con una sonrisa y lágrimas en los ojos, de seguro había llorado cuando el avión despego.

Están Aquí: La InvasiónWhere stories live. Discover now