Prologo

178 18 4
                                    

— Voy a pedirte que relajes tu cuerpo y respondas lo más sincero que puedas a las preguntas que voy a hacerte ¿Estamos de acuerdo? — Pregunto el señor de los lentes cuadrados con una mirada calculadora y fría, cruzando su pierna sobre la otra para colocar ambas manos, en las cuales tenía una pequeña libreta de portada azul y un lapicero de tinta roja.

El pequeño niño de 6 años lo miraba con mirada inocente, no comprendía que hacía en ese lugar, no comprendía porque lo llevaban allí tres veces a la semana y no comprendía porque siempre le hacían las mismas preguntas, a pesar de ser un niño de muy corta edad, lograba comprender cosas que los demás niños no podían, el enojo, la felicidad, la tristeza, el desagrado entre muchas otras cosas, lo comprendía a la perfección, y ahora lo que sentía era temor, creía que algo estaba mal, por lo que sabe (y por lo que ha leído) ir con el psicólogo era por distintas razones, por mala conducta, problemas familiares, escolares, de autoestima baja, inseguridad, tristeza por "X" razón, entre muchas otras cosas, pero el niño no estaba seguro de porque él se hallaba frente a ese señor de edad adulta.

Su conducta no era mala, era muy obediente a todo lo que su padre o madre le ordenaran, muy diferente a su hermano mayor, problemas familiares le costaba comprender que era, la palabra "problema" dice muchas cosas, pero una vez reflexionando, llego a la conclusión de que problemas familiares son aquellas dificultades que se da en el entorno familiar, es algo muy obvio pero de esa manera lo comprendía el niño de miraba inocente, problemas escolares tampoco tenía, muchos de sus compañeros lo molestaban por su forma de ser, le decían que era raro, estúpido y torpe, algo en lo que están equivocados, autoestima baja, esas dos palabras rondaban por su cabeza, no sabía que era, por ello después de salir de ese lugar, entraría a internet para investigar que es, inseguridad...

Inseguridad...

Tampoco su mente lograba procesar que era eso, también lo investigaría. ¿Tristeza? Mucho menos, se consideraba un niño feliz.

— No me has respondido— La voz del adulto le hizo regresar al mundo real, parpadeo varias veces, confundido— Dije que a toda pregunta que te haga, me contestaras con la verdad ¿De acuerdo? — Repitió por segunda vez sin que el niño se lo preguntara.

Asintió con la cabeza moviendo su cabello en corte de hongo. El psicólogo Ramírez aclaro la garganta y se acomodó en postura recta.

— ¿Haz soñado con ir a otro planeta en estos días? — Pregunto con voz firme, como si alguien o algo lo hubiera programado para preguntar eso miles y miles de veces.

La pregunta dejo dudoso al niño, no le gustaba que le preguntaran sus cosas personales, era su espacio, y él era muy especial compartiendo sus cosas, no le gustaba hablar con nadie sobre lo que pensaba o soñaba, como dije, era su espacio personal, algo que ni siquiera sus padres se atrevían a tocar, no quería responder, pero las ordenes de su madre fueron muy claras:

"Responde y haz caso a todo lo que el señor te pregunte o pida, si me dice que te portaste chocante, te voy a castigar"

No le gustaba los castigos, le quitaban sus libros, juguetes de acción y lo dejaban horas y horas encerrado en su cuarto sin nada que hacer, solo lo sacaban a la hora de comer, pero después de eso, lo encerraban bajo llave como si fuera animal ¿Quién mierda hace eso actualmente con un niño de 6 años? La respuesta era clara: su madre. El castigo no podrá parecer muy grave, pero a un niño de esa edad le afecta demasiado, algunos pueden llegar a corromperse y ser alguien que simplemente no debía ser. Él no quería ser castigado y por primera vez iba a hablar de sus cosas personales.

— Todas las noches sueño que voy a otro planeta— Respondió el niño con timidez en sus palabras, le daba pena y vergüenza que el adulto se fuera a reír de él, pero no fue así, solo se limitó a observarlo y escribir lo que había dicho.

Están Aquí: La InvasiónWhere stories live. Discover now