x. Amor correspondido.

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—No voy a hacer lo mismo que ese hombre, no voy a jugar contigo, puedes estar segura de eso —intentó tranquilizarla—. Pero si me dices que no sientes nada por mí, me callaré y me iré.

—No puedo hacerlo... —susurró ella; por fin podía hablar otra vez.

—¿Eso significa que sientes lo mismo?

Una lágrima se deslizó por la mejilla de Zaira, de repente; las había estado conteniendo, pero al final ya no podía hacerlo por más tiempo. Fred se quedó helado, nunca pensó que la vería llorar. No a su ángel. Sin embargo, no tardó nada en pasar un dedo por allí, para limpiarla. 

—Puse esa barrera entre nosotros para evitar salir dañada... 

—Entonces, Kain tenía razón —el pelirrojo resopló.

—Kain es un hombre muy sabio.

—Yo no voy a hacerte daño o por lo menos no intencionadamente. 

—Es que yo misma me lo hago... 

—Pues deja de hacértelo y sé feliz por una vez —propuso con una leve sonrisa—. No puedes condenarte a ti misma a ser infeliz.

—No es tan fácil después de todo lo que he pasado... —desvió la mirada unos segundos, ya no se creía con derecho a ser feliz.

—Haré que sea fácil, Zaira —aseguró él y le dedicó una sonrisa—. Solo tienes que responder a mi pregunta, ¿sientes lo mismo que yo?

La morena se acercó a él a pasos lentos, las piernas le temblaban y por un segundo, pensó que iba a caerse, pero no lo hizo, se mantuvo firme. Seguidamente, colocó una mano en el pecho de Fred y se puso de puntillas para llegar a su oído derecho.

—Me hiciste caer, Fred Weasley —susurró Zaira como respuesta.

El pelirrojo se estremeció de pies a cabeza, una calidez enorme lo invadió y de golpe, se sintió feliz, se olvidó de todo; de que estaba muerto, de que ella lo había tratado mal, de su familia, de sus amigos, del mundo de los vivos... Simplemente, de todo. En ese momento, solo existía ella. Únicamente ella. 

—Deja de temblar —dijo él, colocando una mano en su cintura.

—Lo siento... —apoyó la cabeza en su hombro, suspirando.

—No importa, yo estoy aquí—acarició con su otra mano el suave y largo cabello negro de la contraria y enredó los dedos en él.

El silencio reinó y ambos se dedicaron a disfrutar de la presencia del otro, del hecho de que su amor era correspondo. Sin embargo, Zaira decidió romperlo con unas palabras que verdaderamente no pensó. 

—Fred, si me sueltas ahora, te daré tal patada ahí abajo que jamás podrás procrear —le amenazó con seriedad. Él soltó una carcajada—. No era una broma, ¿sabes?

—¿Eh? No serías capaz, ¿verdad? —preguntó temeroso.

—Sería capaz de eso y más. 

—¿Y si te beso ahora, qué me harías?

Zaira se separó un poco para poder mirarlo directamente a los ojos. Había dejado de temblar y en sus ojos volvía a estar el brillo que Fred conocía, ese brillo que lo hechizaba. Empezaba a sentirse muchísimo mejor. Ahora que había expresado sus sentimientos era como si se hubiese quitado una carga de encima; aunque todavía sentía miedo, más bien, tristeza, pues él se marcharía de su lado, tarde o temprano.

—Devolverte el beso —contestó con esa voz seductora que al pelirrojo volvía loco y había echado tanto de menos.

—Ahora si eres mi ángel —el pelirrojo sonrió de oreja a oreja. 

—¿Tu ángel? —la morena rio.

—Mío y de nadie más —afirmó Fred.

Ella sólo pudo volver a reír. «Que adorable... y posesivo», pensó.

—¿Y a qué esperas, Freddie? —enarcó una ceja—. Bésame.

Fred ni siquiera discutió. Con la mano que tenía apoyada en su cintura, la atrajo más hacia su cuerpo. Su otra mano la deslizó un segundo por su mejilla para acariciarla, antes de colocarla en su cuello. Después, se humedeció los labios, loco por besar los suyos. De verdad, ese hermoso ángel lo había hecho caer. Pero lo que él todavía no podía creerse es que ella también había caído por él. Ambos habían caído ante el amor. Ese sentimiento tan hermoso y mortal.

No aguantaba más, quería besarla. 

Y lo hizo. Suave y tierno. Sus labios se fundieron y encajaban a la perfección, como dos piezas de un rompecabezas. ¡Aquello era el paraíso! ¡Ese sí que era el cielo! Zaira ya había cerrado los ojos y saboreaba los labios de Fred, notando como iba cayendo, poco a poco, más de lo que ya había caído anteriormente. Había intentado olvidar sus sentimientos, pero después de ese beso jamás podría. 

La morena rodeó el cuello con los brazos y jugueteó con su pelo sin separarse ni un milímetro. El pelirrojo la pegó aún más a él, si es que se podía, buscando la mayor cercanía posible entre ellos. Sus labios se movían acompasados, en un beso que mostraba ternura, en un beso en el que él quería trasmitirle seguridad, pues no quería que ella sintiera más miedo. Un beso en el que ambos estaban demostrando sus sentimientos. Esos sentimientos que ya no podían contener más.

Fred se vio obligado a separarse por la falta de aire al rato. Curiosamente, nunca una chica había aguantado más que él sin respirar en un beso, hasta Zaira. Ella lo miraba con una sonrisa resplandeciente que hizo que el corazón de él diera un fuerte vuelco. A diferencia de él, la morena no parecía que estuviera necesitada de aire, parecía demasiado tranquila.

—¿Es algo que pueden hacer los ángeles o qué? 

—No, simplemente jamás me cansaría de un beso de esos seductores labios —contestó ella y se mordió el labio inferior de forma sensual.

—¿Y te crees que yo sí? Si no necesitara el maldito aire, no te habría dejado de besar en un buen rato. 

—¿En serio? —ella sonrió. De nuevo, esa sonrisa seductora y brillante.

—Si sigues sonriendo así, me volverás loco —le advirtió—. Más loco de lo que ya me tienes.

—¿Prefieres que actue como antes? —cuestionó, alzando una ceja.

—Ni en broma. No quiero a esa Zaira, me gusta la Zaira que tengo ahora delante, la que conocí aquella noche, la que me cautivó con su sonrisa, la que me hizo caer en su trampa de amor y me enamoró.

—Fred... —iba a seguir hablando, pero se vio interrumpida por el comienzo de un nuevo y pasional beso.

Otra vez sus labios se fundieron, pero, poco a poco, la pasión estaba aumentando. Ambos se querían y se deseaban con demasiada fuerza. Ambos eran dos adultos experimentados en temas de cama. No aguantarían mucho tiempo sin llegar al siguiente nivel. O al menos no, si continuaban de aquella manera. Fred le recorrió los labios con la punta de la lengua, haciendo que a Zaira se le escapara un jadeo. Volvió a besarla y esa vez, ella le mordió el labio inferior. No sabían a cual de los dos le primero, pero ambos se acabarían volviendo locos de excitación si seguían con aquel juego preliminar.

—Añoraba que dijeras mi nombre —mencionó él una vez le soltó el labio. Realmente lo había hechos, pues en los últimos días ella sólo lo había llamado humano

—De ahora en adelante, te lo diré siempre, Fred~ —respondió ella, sonriendo, y pareció que acariciaba las letras de su nombre con los labios a medida que lo pronunciaba. 

Definitivamente, le encantaba la forma que ella tenía de pronunciar su nombre. Con ese acento tan peculiar y desconocido para su oído. Con ese tono entre dulce y provocador. Ese tono que podría conducirlo al infierno cuando, irónicamente, ella era un ángel y ambos se encontraban en el Reino de los Cielos. Pero no le importaba a donde le condujera, siempre y cuando pudiera estar con ella.

¿Quieres mi ayuda? ➳ Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora