Al final, Zaira había caído en su propio juego, Fred la había derrotado sin darse cuenta. Y ahora lo único que sabía era que volvería a sufrir y que jamás nadie la libraría de su dolor. Porque Fred Weasley la abandonaría tarde o temprano. Debería haberlo asimilado desde el principio, pero nunca había pensado que acabaría enamorándose. Pero lo peor era que sabía que Kain tenía razón; cuando Fred se marchara, se arrepentiría de dejarlo ir. Porque él se había vuelto lo más importante de su mundo, él la ayudaba a salir de la oscuridad.

¡Boom! De golpe, un gran ruido, similar al de una explosión, sonó por toda la mansión. ¿Qué había pasado? La morena soltó el pergamino sobre el escritorio y salió rápidamente de su despacho para descubrir que había pasado. Ya estaba a punto de caer la medianoche, así que no entendía que o quien podría haber causado tanto alboroto; la mayoría de sus sirvientes ya habían dejado de trabajar y estarían preparándose para dormir. 

Caminó lo más rápido que pudo y cuando llegó al lugar donde se había producido el ruido, se encontró a su atractivo pelirrojo junto con unos niños, hijos de los sirvientes. Los tres estaban llenos de cenizas y había una gran humareda a su alrededor. Además, los pelos de los tres estaban en punta por la explosión.

—¿¡Qué ha pasado aquí!? —exigió saber, molesta, al ver como la alfombra y los objetos de alrededor estaban quemados.

—N-Nosotros... lo sentimos... —empezó a disculparse uno de los niños, el de cabello blanco, temblando de miedo. 

—No me valen las disculpas, ¿qué pensáis hacer ahora? —cuestionó ella, fulminándolos con la mirada.

Los dos niños, tanto el de pelo blanco como el rubio, se echaron a llorar. Eran jóvenes y sensibles, no debían pasar de los siete años de edad. 

—Ha sido culpa mía —dijo Fred, acercándose a los niños para abrazarlos—. No deberías ser tan cruel con ellos, solo son niños —la miró mal. Ella era demasiado cruel ahora, no era su ángel.

—Me da igual de quien haya sido la culpa y si son niños o no.

—Mejor iros de aquí, id con vuestros padres —les dijo el pelirrojo a los niños, después de revolverles el cabello, tratando de calmarlos.

—Pero... —empezó a replicar el rubio.

—Yo me encargaré, no pasa nada —les sonrió y ellos asintieron.

El niño albino miró a Zaira antes de marcharse y habló:

—La señorita era mucho más divertida antes, ahora da miedo —mencionó antes de empezar a correr arrastrando al rubio.

Zaira no dijo nada ante ese comentario, solo miró a Fred con el ceño fruncido. El pelirrojo la miraba desafiante mientras se incorporaba y se sacudía las cenizas de la ropa, para finalmente tratar de peinar su cabello con la mano, para que volviese a su estado original.

—¿Se puede saber que ha pasado? —volvió a preguntar ella.

—Les estaba enseñando a usar uno de los productos que vendía en mi tienda, pero se salió de control —contestó, más tranquilo de lo que esperaba.

—¿Uno de tus productos? —musitó, extrañada. Eso significaba que él los había estado haciendo desde que estaba en el reino, a pesar de que él había tratado de desvincularse de su vida pasada para no sufrir demasiado hasta que puede volver—. Me da igual—negó, no debía darle importancia a eso—. Tú estás aquí para ayudarme a dirigir la mansión, no para que la destruyas y juegues con unos mocosos.

—Esos mocosos, como tú los llamas, son mucho mejores que tú —contradijo, decepcionado—. Ya no te reconozco, Zaira.

—Tú nunca me has conocido, humano.

¿Quieres mi ayuda? ➳ Fred WeasleyWhere stories live. Discover now