Seis

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Llevaba tosiendo desde que había llegado y eso a Rubén no le gustaba nada. Cada vez que lo oía se preocupaba más.

—¿Te ha dado algo tu padre?

—No... Estoy bien.

—Yo creo que no—replicó el tocándole la frente. Estaba muy caliente—. ¿Sabes dónde guarda el termómetro?

Tahiel negó y siguió con los deberes. Rubén se los arrancó y lo miró con cara de enfado.

—Ahora mismo te vas a meter en la cama—ordenó con los brazos en jarras.

—Pero los deberes...

—Estás enfermo. Los deberes no importan. Apuesto a que esta mañana también estabas mal.

—Tenía un examen...

—¿Le dijiste a tu padre que no te encontrabas bien?

—No, eso lo preocuparía.

Rubén sonrió con dulzura y lo abrazó. Tahiel era capaz de callar que estaba enfermo con tal de no preocupar a su padre.

—Vamos, tienes que acostarte. Voy a buscar el termómetro y la medicación que usas en estos casos. Tu padre la tendrá apuntada así que, en cuanto llegue, lo mandamos a comprarlo.

—¿Te vas a quedar conmigo?

—Hasta dejarte definitivamente con tu padre y asegurarme que no entra en pánico.

Tahiel rió pero tuvo que parar al empezar a toser. Rubén frunció el ceño y le llevó a su habitación. Allí le ayudó a ponerse el pijama y lo metió en la cama.

—No te muevas de aquí. Voy a buscar lo que te he dicho y a hacerte un poco de manzanilla. ¿Has comido algo?

—En el comedor me dolía mucho la garganta y no he podido tragar nada.

—Por Dios, Tahiel, tenías que habérselo dicho a tu padre.

—Lo siento...

—No te preocupes. Voy a hacer puré de manzana. Seguro que con eso no te duele la garganta.

Rubén se inclinó y le besó en la frente antes de ir abajo. Tenía que encontrar el termómetro porque lo notaba demasiado caliente y sonrojado.

[***]

Llegar a casa y que su hijo o Rubén no estuvieran esperándole en la puerta no era nada habitual y empezó a preocupar a Miguel. El salón estaba intacto después de como lo encontró el día anterior cuando llegó y vio tanto a Rubén como a Tahiel cubiertos de pelotas de peluche.
Lo arreglaron en unos minutos pero la escena de ellos dos aún le hacía sonreír. Por supuesto, había mantenido el tipo delante de Rubén a quien había regañado por ese espectáculo. Rubén, como venía siendo habitual, solo respondió que la próxima vez pondrían una alarma para ponerlo todo en su sitio y que así él no se quejara.

—¿Tahiel? ¿Rubén?

—¡Arriba! —exclamó la voz de Rubén.

Miguel se alarmó y subió corriendo las escaleras. Llegó hasta la habitación donde estudiaban y la encontró vacía. Miró alrededor y vio que Rubén salía del cuarto de su hijo.

—¿Qué pasa?

-Es un resfriado, pero tiene mucha fiebre.

Entró en la habitación y vio a Tahiel en la cama. Parecía dormido pero respiraba con dificultad. A su lado había un cuenco con algo que olía a manzanas y otro con agua fría. En su frente un paño refrescaba la cabeza.

—Miguel... Necesito que vayas a comprar las medicinas. No he querido dejarlo solo y no tienes, he buscado por toda la casa.

—Dime lo que tengo que comprar y estaré aquí en cinco minutos.

—Gracias—agradeció el pasándole una nota con varias medicinas apuntadas.

—Me quedaré con él hasta que vengas y se tome la medicación.

—No tardaré—le dijo antes de volverse y salir hacia la farmacia más cercana.

***

Miguel levantó un poco el cuerpo de Tahiel para que pudiera tomarse las medicinas que Rubén le ofrecía. No puso ningún reparo en tomárselas aún cuando algunas desprendían un olor bastante extraño y lo dejó en la cama volviendo a dormirse. Salió a la puerta donde Rubén ya lo esperaba.

—Muchas gracias Rubén. Se que no es la primera vez que le pasa pero siempre me preocupa cuando enferma.

—Tahiel es de los que prefiere no preocupar a nadie y se guarda todo. Por eso hay que mirar su comportamiento antes que otra cosa. Ayer ya estaba mal, hoy es solo el inicio.

—Debí haberme dado cuenta.

—No... Tahiel sabe disimular bien. Además, está bien, no le pasa nada que no se cure en este fin de semana. Mañana tendrá que quedarse en casa.

—No te preocupes, llamaré para que no me esperen mañana.

—Yo vengo por la tarde así que puedes irte después. O puedo venir por la mañana y quedarme con él.

—No, te lo agradezco pero ya es bastante lo que abusamos de ti.

—No es molestia. Si necesitas cualquier cosa llámame y vendré enseguida. De verdad que no me importa.

—Rubén... —llamó Tahiel. El se acercó a él y se arrodilló a su lado.

—¿Si?

—No te vayas... Por favor, no te vayas...

—Tahiel, tu padre ya está aquí.

—Lo se, pero no quiero que te vayas... Por favor...

—Tahiel, Rubén tiene que irse, tiene cosas que hacer—intervino Miguel sentándose en la cama tratando de calmarlo. Era la primera vez que se ponía así desde que Rubén lo cuidaba.

—Por favor, Rubén... —suplicó dejando caer varias lágrimas.

—Está bien. Me quedaré contigo hasta que te baje la fiebre, ¿vale?

—Si... —sonrió y le cogió la mano con fuerza a Rubén. El se la apretó. Cerró los ojos y se relajó de nuevo.

—Rubén, puedes...

—No. La verdad es que yo también me quedo más tranquilo si me quedo. ¿Te importa que lo haga Miguel?

—Porsupuesto que no.    

clases de amor ↮rubelangel™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora