Capítulo 28: Sigue al gato

Comenzar desde el principio
                                    

- ¿Qué hacen aquí los gatos? - pregunté, intrigada.

- Dudo mucho que les dejaran abandonados, les quieren mucho. - se extrañó Veronica.

- Tanto no les querrán si están aquí más solos que la una. - bromeó Jack.

- ¿Estáis graciosillos vosotros dos hoy o qué os pasa? - se hartó Veronica. Todos nos reímos, pero paramos en seguida. No era el mejor día para bromear.

- Pues no entiendo qué hacen aquí. - insistí.

Jack (el gato) se acercó entonces a mí. Daba pasos lentos pero seguros. Se detuvó ante mi, y me agaché a acariciarlo.

- Le echas de menos tú también, ¿verdad?

Jack arqueó la espalda y su cola, al mismo tiempo que ronroneaba. Temblaba un poco, por el frío seguramente. Avanzó unos pasos hacia el bosque, y luego nos miró. Sally le siguió, y nos devolvió la mirada. Parecía que querían que les siguieramos.

- Vamos, sigamosles. - propuse.

Empezamos a avanzar cautelosamente por el pequeño bosque, siguiendo los pasos de los pequeños felinos negros. Llegamos a la puerta trasera de la casa, que resultaba que estaba abierta.


† † †
  


Alex abrió la nevera, como si estuviera en su casa, y sacó de ella una Mort Subite. Le dió un golpe seco con el borde del mármol de la cocina, y pudo sacar la chapa que la mantenía cerrada. Luego puso sus morros en la botella, y exhaló un suspiro de gusto.

- No tienen mucha cosa en la nevera, solo cervezas, refrescos, leche y agua. Nada de comida fresca. - informó Alex, después de guardarse la chapa en el bolsillo.

- Entonces es imposible que alguien viva aquí con normalidad. - aseguró Jack.

- Vayamos directamente al cuarto de Eric. - dijo Alex - Ahí es dónde podremos saber algo.


Subimos las escaleras y nos dirigimos a la habitación de Eric. Esa habitación en la que había estado algunos días, perdiendo la noción del tiempo entre risas, abrazos y besos interminables. O al menos eso creí en su momento. Ahora ya no estaba segura de nada. Abrí la puerta, con algo de miedo, y entramos. 

Todo estaba muy ordenado, como siempre tenía Eric las cosas y su mente. En la mesa habían algunos libros y apuntes de la universidad, con una letra elegante y pulcra. No había mucho más. En el estante de arriba, tenía montones de CDs de grupos que no conocía mucho; como Theatre of Tragedy, Bauhaus, Lame Immortelle... también el CD de música que Jack le regaló a Eric por su cumpleaños de Opeth. Había otra estantería que ocupaba media pared repleta de libros.; la mayor biblioteca que había visto en una habitación de un joven. En la pared, había enmarcado el dibujo de Veronica de la cruz con la rosa violeta enredada, y también mi poema. Ambos con un marco simple negro, pero quedaba bastante bien. Aparte de esos detalles, todo parecía normal y limpio de pruebas a las que aferrarnos o hacernos una idea de cómo mover nuestra siguiente pieza de ajedrez.

- Pues al final si que hemos venido para nada. - suspiró Veronica, decepcionada.

- Bueno, no pasa nada, se tenía de intentar. - calmó Jack, poniendo una mano en su hombro, a modo de comprensión.

† † †   

Cabizbajos, nos fuimos a mi casa juntos en la camioneta de Alex. Nos llevamos a Jack y Sally y decidí cuidarlos, en ausencia de Eric y de sus padres. Sally se dejó coger fácilmente, pero Jack solo se dejó coger por mí. Jack y Alex cogieron lo que vieron de los gatos por la casa, y lo pusieron en el maletero. No dijimos mucho por el camino. Las miradas bastaban para expresar nuestra decepción.

Al bajarme del coche con los dos gatos, mi madre llegó con su coche también. Me vió con los dos gatos, y no pudo evitar sorprenderse. Los pálidos se quedaron en el coche, en la espera de lo que dijera mi madre sobre los gatos.

Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora