Capítulo 3

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-¿Ahora qué vamos a hacer?- salió con su pijama grueso, se recogió el pelo a medida que caminaba hacia la bicicleta, cerca de mí. Cogí la bicicleta y me subí.

-Primero vamos a una discoteca, luego nos tomamos varias copas, robamos un coche y conducimos hasta los primeros rayos del sol, donde estaremos una persecución con policías a lo que acabaremos en una cárcel junto a una gasolinera, salimos de fugiti...

-Ariadna...- arqueó las cejas y quedé muda, parecía enfadada.- Primero hay que robar el coche y luego ya tomamos.- rió.

-¡Que tonta!- pegué a mi frente ligeramente y Renata se subió, comencé a pedalear, durante varios minutos quedamos en silencio, como siempre, en mi bicicleta siempre quedábamos calladas.

-Podríamos ir a la tienda, a comprar chuches.- Dijo mientras frenaba junto a los otros coches, las luces de los autos de en frente iban de izquierda a derecha.

-¿Y sentarnos en la acera a ver los árboles?- fruncí girándome para verla.

-Mhm, ¿sí?- apretó mis hombros, me volteé y asentí.- gracias...

Cambió el semáforo a verde y emprendí nuevamente el viaje, otras bicicletas se adelantaban, algunos se giraban a mirar a Renata, ella jamás se daba cuenta pero ella tenía las cualidades que cualquier hombre heterosexual buscaba en una mujer; buen culo, rasgos delicados, el pelo sedoso y el toque de inocencia que mata a cualquier persona que tenga corazón blando, ella parecía absorta en sus pensamientos, mirando a los autos que pasaban por su lado con su cabeza apoyada en mi espalda. Cuando vi un "24 horas" paré en seco y nos bajamos, ella primero y luego yo, entró sin esperarme, dejé la bicicleta en la acera con un candado que siempre dejaba colgado en el manillar, acomodé mi chaqueta y entré, ella ya comenzó a sacar las chuches y a depositarlas en la bolsa plástica transparente, el dueño, desde la caja registradora, intentaba mirar por detrás de mí, todos eran iguales, ¿si desconfiaban tanto, para que abrían una tienda de veinticuatro horas? Al final, salió con dos bolsas, una para ella y otra para mí. (la de ella era más pequeña)

-Son cinco con ochenta y cinco.- Saqué seis euros y me dio el cambio.

-Hasta luego, buena noche.- se despidió Renata, yo quedé en silencio, al final, nos sentamos en la acera, pasaban más personas por nuestro lado que por la del frente.

-Hagamos otra cosa René.- estiré mis brazos después, guardé la bolsa en uno de mis bolsillos.

-¿Vamos al parque del Retiro?- propuso por una vez en su vida.

-Dios sí.- Respondí poniéndome de pie, la ayudé y cogí la bicicleta después de poner la combinación de números.

-Ve lento por favor...- susurró aferrándose a mí más.

-¿Qué?- fingí no haber escuchado.

-Ve más lento.

-¿Qué vaya más... rápido?- sonreí, ella dijo que "no"- Estar con aquel chico te mal influenció, me gusta.- comenté y tomé velocidad, ella soltó un grito leve cuando apoyaba su cabeza en  mi espalda. Fui lo más rápido que pude hasta el parque, cuando llegué, Renata comenzó a regañarme y a decirme que se había asustado mucho, parecía una niña pequeña, le regalé un regaliz rojo y se calmó.

-Que sea la última vez que hagas eso.- me señaló acusatoriamente y la rodeé con mi brazo.

-Está bien ranita.- reí- ¿vamos a ver al saxofonista?

-Sí.- dijo mientras masticaba.

Caminamos hasta el camino ancho principal, alguna que otra persona se giraba a ver como iba vestida Renata, como siempre, ella nunca se daba cuenta. Escuchamos al artista desde trescientos metros.

-Que bonito toca.- sonrió Renata.

-Vamos, quiero escucharlo de más cerca, además, ya sabes que es mi colega.- descolgué mi brazo y metí los dedos en mis bolsillos de los pantalones ceñidos.

-Que por haberle prestado un bolígrafo no significa que seas su colega.- apretó la bolsa de dulces.

-Estaba componiendo, dependió de mi bolígrafo que hubiera perdido o no su "mi, fa".

Caminamos un poco más hasta acercarnos al lugar donde él estaba tocando el saxofón junto con un amigo que tocaba la batería, había un gran bulto de personas alrededor del jazz, Renata salió disparada y antes de que pudiera acercarme a ella, se perdió.

-Mierda... ¡Renata!- intenté mirar por encima de las cabezas de las personas pero no veía su pelo negro, terminó el número del grupo con un do grave y comenzaron los aplausos, algunos se fueron de ahí, otros se acercaron a dejar dinero, me volteé a ver al castaño sonriendo y dando las gracias.


Mi mejor amiga.  (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora