Capítulo I: Malas Noticias

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Un dia de primavera, concretamente un martes 25, estava yo sentado en la cama, haciendo nada antes de ir a desayunar.

-¡Feliciano! Voy a la casa de España. ¡Tienes el desayuno en la mesa ya! -gritó Italia del Sur desde el otro lado de la casa.

-Veee~ ¡Ya voy!

Me levanté de la cama y me fui a desayunar. Romano ya salia por la puerta.

-Feliciano, recuerda que hoy tienes que ir a ver a tu jefe.

-¡Ah, si! ¡Gracias por recordarmelo!

Le di un beso en la mejilla y me sonrió.

-Nos vemos después, Feli.

- ¡Bye bye, fratello!

Romano cerró la puerta y me fui a desayunar.

Comí tostadas con queso y tomate y me bebí un Capuchino. Un normal almuerzo para un día normal, supuestamente.

Me vestí con el traje y fui hacia Roma, capital italiana.

Al llegar a mi destino, aparqué el Lamborgini delante del sitio de reunión.

El jefe me había convocado en el Castillo de Sant Ángelo. Un sitio un poco extraño para una reunión,¿no? Normalmente estas se celebraban en el gobierno, o en un sitio menos concurrido.

Ese día el castillo supuestamente debería estar cerrado, pero el jefe lo alquiló.

Entré en el castillo y me fui a un banco, con las vistas situadas precisamente delante del Vaticano.

El jefe, minutos después, llegó, y se sentó delante mio. Era extraño pese a que era una reunión no llevaba papeles, ni carpetas, nada de nada.

-¡Ciao, jefe! -le dije con una sonrisa.

El jefe, en cambio, asintió con la cabeza y agachó la cabeza.

Él pidió un café para mi y un té para él. Era extraño, ya que el jefe nunca pedía té, sólo cuando estaba nervioso. ¿Estaría nervioso el jefe? Que yo recuerde, no ha habido problemas en mi país. Así que, ¿porqué estaba así?

Me miró a los ojos. Vi que en su mirada se expresaba tristeza y tenia los ojos llorosos.

Mantuve ese incomodo silencio, ya que me daba miedo preguntarle lo que le pasaba. En realidad, creo que me daba más miedo la respuesta que me daría.

El camarero nos llevó las bebidas a la mesa y, entonces, el jefe habló.

-Feliciano, ¿Quieres algo para comer?

-No gracias, acabo de desayunar.

Igualmente, el jefe pidió un helado de nata para mí. Él sabía perfectamente que los helados me tranquilizaban.

¿Qué estaba pasando?

Entonces, le pregunté. Le pregunté que pasaba.

Ojalá hubiera mantenido mi boca cerrada.

Ojalá nunca hubiera llegado a la reunión.

Ojalá nunca me hubiera despertado en esa soleada, calurosa, acojedora y con sabor a muerte mañana.

-Feliciano, tengo que anunciarte algo. -balbuceó el Jefe- Sé que no te va a gustar, pero...

-¿Pero qué?

El jefe estaba temblando, estaba nervioso. Tragó saliva y dijo:

- No se cómo decirlo, Feliciano...

-Sólo abre la boca y dímelo.

Mi alegría mañanera se había esfumado, como un muñeco de nieve al llegar el mediodía.

Sus ojos verdes chocaron con los míos. Me cogió de la mano, y soltó la bomba:

-El jefe de Romano está en problemas económicos. Hemos decidido ajuntar Italia del Norte con Italia del Sur. Sabes lo que significa eso, ¿Verdad, Feliciano?

La mandíbula inferior me temblaba, y la voz no salia de mi garganta. Desgraciadamente, sabía exactamente qué significaba eso.

Pero aún tenía esperanza.

-No... No sé lo que significa

El jefe me apretó la mano y dijo:

-Vas a ser tú el encargado de decirle a Romano que va a desaparecer.

Muy cortito, lo sé, pero espero que os guste.
Comentar si os ha gustado.
Pd: Italia en estos momentos no estaba unificado, así que esta parte de la historia no corresponde con los hechos que pasaron en la realidad.
¡Bye!

Addio, amore mio (GerIta Hetalia Yaoi) *En edición*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora