—Vamos, que yo no la obligué, además, no pasó nada —me dijo, mientras se dirigía a su sillón, se sentaba y me invitaba a hacerlo también.

Sabía que no había pasado nada más que besos y manoseo, pero igual me fastidiaba.

Las cabañas de los hombres eran totalmente iguales, a diferencia de la ropa tirada, los autos en miniatura de colección y el olor a cerveza.

—¿Y la resaca? —pregunté, cambiando de tema para tranquilizarme.

—Yo no bebí tanto —me dijo sonriendo—, como otras.

—¿Lo recuerdas? —pregunté, pidiendo ser tragada por la tierra.

—¿Tu baile? —preguntó divertido—. ¡Por supuesto!, todos lo harán, te juro que ayer eras la chica más sexy del mundo.

Sí, bueno, se me había olvidado el hecho de que Chad no era el mejor con las palabras.

El chico prendió la televisión y yo me recosté sobre sus piernas. Estuvimos así un largo rato, hasta que no pude aguantar más y lo solté.

—Me besé con Russel.

Y en el cuello, pero preferí no decirlo por el momento.

Tardó varios minutos en contestar.

—Oh —murmuró—. ¿Y qué pasó?

—Estaba borracha, estuve a punto de hacerlo con él, ya me estaba quitando la blusa —comenté, y sentí cómo se estremecía.

Me tomó por los hombros y me levantó para que quedáramos cara a cara.

—¡¿Se aprovechó de ti?! —me miraba con los ojos abiertos de par en par, y respiraba pesadamente—. Lo voy a matar, te lo juro.

Yo hice una mueca, me sacudí y me volví a recostar en sus piernas.

—No, él me detuvo, a la que deberías matar es a mí —admití.

Silencio.

—Entonces está bien. —Esta vez habló más calmado.

—No, no lo está —le dije—. Lo detesto, y no tuve por qué hacer eso.

—No te martiries, al final no pasó nada.

—Pero lo detesto, y ahora sé que jamás olvidaré sus... eso.

Estaba dolida, por todo. Por el hecho de haber perdido el control, por el hecho de que él me detuvo, por el hecho de que me doliera que me hubiera detenido, pero sobre todo, por el hecho de que a pesar de todo me gustó, no, más que eso, me encantó.

Chad empezó a acariciarme el cabello, tranquilizándome.

—Te amo —murmuré—. Y eres en verdad mi mejor amigo.

—Yo más, y tú también eres la mía.

Ambos reímos sin razón alguna.

—Cuéntame algo —le pedí.

Él lo meditó varios segundos.

—Quisiera encontrar a la mujer de mi vida de una buena vez.

—Ya cállate —le dije, burlándome de él.

Silencio.

Así pasaron las horas, y fueron bastante a gusto. A veces dormía, a veces él lo hacía o veíamos la tele.

Unos golpes a la puerta interrumpieron el grato silencio.

—Adelante —gritó Chad sin molestarse en preguntar quién era.

Enamorada de un idiota (EDUI #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora