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4: Cosas no tan divertidas.

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Angelina me estaba guiando al lugar más bello de la vida, según ella, y mientras tanto yo no dejaba de pensar en Russel.

Me regañé por eso.

Se me hacía muy difícil de creer que alguien como Richard Russel pudiera ser tan… normal. De hecho, mi cerebro ni si quiera lo lograba procesar correctamente.

Sigue siendo un idiota, no te dejes llevar por una pequeña charla. Me ordené.

Aunque nuestra charla no hubiera tenido nada de pequeña.

Ahora nos encontramos en el bosque, y ya estábamos algo alejadas de las cabañas, pero aun así había varias personas a nuestro alrededor.

Seguimos caminando por varios minutos, y bueno, yo estaba encantada.

Todos iban calmados, platicando, y simplemente nuestro alrededor era hermoso.

Y cuando llegamos al lago supe que Angie no se había equivocado al juzgar el lugar.

El lago era enorme, apenas y alcanzaba a ver el otro extremo. Todos los altos pinos se reflejaban en la calmada agua. Había muchos chicos reunidos.

El campamento sí que era enorme.

—¿Todos viene aquí seguido? —pregunté mientras descendíamos más hacia el muelle.

—Todos los que conozcan su ubicación, sí —me dijo sonriendo—. Aunque esto no es nada, deberías ver qué tan lleno se pone al atardecer.

Me imaginé a un montón de orangutanes millonarios reunidos al piel del lago en el atardecer.

La imagen daba bastante risa. Ponerles las caras de todos los que asistían al campamento daba aún más.

—Gi, ¿no te quieres dar un chapuzón conmigo? —me gritó Chad, que estaba en el muelle mientras corría hacia nosotras.

Me dio risa, él siempre corría como si estuviera en una película de acción o algo así.

Y una vez que llegó, me cargó y volvió corriendo hacia el muelle conmigo en brazos.

Yo me moví con la perfecta gracia de una lombriz para poder soltarme, pero los kilos de musculatura que Chad había ganado durante los últimos tres años me hicieron la tarea imposible.

Grité y pataleé y él sólo parecía divertirse.

Vi como la traicionera de Angelina sólo se reía en su lugar.

—¡Chad! —grité a todo pulmón—. Bájame en este mismo instante.

—Sí Chad, ella te lo ordena —dijo en tono burlón un chico al que no conocía.

Estábamos llamando mucho la atención, y a todos les parecía graciosa la escena.

Me quedé quieta, para ver si Chad captaba que eso no me gustaba para nada.

Y por supuesto lo notó, estábamos en la orilla del muelle, y yo puse la mejor cara de indignada que tenía.

—Oye, era sólo un juego —me dijo acercándose a mí—. No te pongas así.

Aproveché ese momento de distracción y lo empujé. Mi intención no era tirarlo, pero se me había ido un poco la mano con el empujón.

Como reacción le tendí la mano cuando vi que de verdad se caía, y vaya que aceptó mi ayuda, pues me sujeto bien fuerte y terminé cayendo con él al lago.

Salí inmediatamente. Estaba helado, más que helado, me pregunté cómo es que no estaba congelado.

La ropa me pesaba como los mil demonios. Pensé en quitarme el chaleco, pero descubrí que mi blusa se transparentaba, así que lo dejé en su lugar.

Enamorada de un idiota (EDUI #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora