Bunnies are never alone

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-¿Pero qué demonios?- Murmuró Karma asombrado.

Apretó los puños con fuerza y se quedó estupefacto en el sitio dónde estaba, sin ser capaz de moverse. Con la hierba bajo sus pies y el leve viento que se había levantado sacudiendo los árboles y su ropa, Karma estaba empezando a preguntarse si el hecho de haber estado dando vueltas por la montaña había ocasionado una lesión mental irreversible que le estaba haciendo ver visiones o espejismos. Porque lo que sus ojos estaban presenciando, no era normal.

Ese día Karma estaba aburrido. Muy aburrido. Tanto que había considerado el hecho de ponerse a estudiar aún si estaba de vacaciones. El segundo trimestre había acabado hace tiempo y tras saber que había quedado en el primer puesto de todo el instituto pudo darse un respiro. El problema es que se había pasado tanto tiempo estudiando para obtener ese puesto, que ya no sabía que hacer. No había nadie en su casa, como siempre, y él no tenía ganas de engancharse a ningún juego ese día. Tal vez por eso decidió salir a la calle y darse un paseo, algo no muy largo, para despejar su mente. Si le preguntaran como había llegado a la montaña de detrás del instituto, no lo sabía. Simplemente empezó a andar y cuando alzó la cabeza, allí estaba. Se había adentrado sin pensar en el bosque que rodeaba el edificio de la clase E y llevaba allí andando un buen rato y aunque no sabía a ciencia cierta por qué estaba allí, no le desagradaba. El sitio era muy tranquilo, rodeado de árboles y algún que otro animal. Nadie podía molestarle y a parte del sonido de las hojas y el viento había un silencio acogedor. A él siempre le había sentado bien ir a ese lugar y desconectar, huyendo de las responsabilidades del instituto, huyendo del futuro asesinato de Korosensei y huyendo de todo. Lo necesitaba.

Y lo estaba consiguiendo, todo iba bien. Su paseo le estaba tranquilizando y haciendo que su mente se despejara. Si no fuera porque de un momento a otro se topó con una escena que jamás pensó que presenciaría. Y no, no era Korosensei en el bosque leyendo las revistas porno que Okajima había tirado por ahí, no eran Hara y Kurahashi dejando trampas en el bosque para pillar animales y bichos y tampoco eran Itona y Terasaka huyendo juntos a la piscina y solos, que era lo más curioso e inquietante.

No.

Ojalá fuera eso, pero no.

Para poder entender lo que estaba viendo, tenía que tener en cuenta dos cosas: La primera es, que aproximadamente después de acabar los exámenes empezaron a aparecer cantidades industriales de conejos por toda la montaña. Nadie supo de dónde salieron ni por qué, pero cuando los alumnos de la clase E quisieron darse cuenta, cada vez que pisaban la montaña se encontraban con seis o siete conejos a la vez. De cualquier color o tamaño, daba igual, allí estaban. Era un misterio porque durante todo el año que habían estado allí, nunca habían visto un conejo por aquel bosque y lo normal es que estos se pasaran la mayor parte del tiempo en sus madrigueras. Tal vez una sombra o alguno escurridizo, pero no eran nada a comparación con los que estaban apareciendo. Parecían una plaga que se había extendido por toda la montaña. Y aunque los alumnos se preguntaron por qué demonios había tanto conejo repartido por el lugar, no le dieron mucha importancia. Los animalitos no hacían daño y a parte de alguno que otro que se acercaba tímidamente a sus mochilas o a ellos mismos para rogar por comida, no les molestaban. Así que siguieron con sus vidas con total normalidad coexistiendo con aquellos roedores. Y la segunda es que Asano Gakushuu tenía más secretos y facetas ocultas de las que todo el mundo pensaba, incluso él.

Por eso cuando escuchó un ruido extraño a su derecha, se asomó entre unos arbustos para ver lo que pasaba y se encontró al pelinaranja agachado y rodeado de por lo menos 20 conejos, no supo si quedarse mirando o salir corriendo.

Lo primero que hizo fue murmurar una pregunta para sí mismo mientras se quedaba paralizado. Y lo segundo fue fijarse con atención en lo que estaba pasando para asegurarse de que no se había vuelto loco. Definitivamente el que estaba agachado en el suelo era Asano Gakushuu, con el chándal del instituto puesto y lo que era una gran bolsa llena de lechuga y otras verduras a su lado. Rodeándole había un montón de conejos, los cuales algunos estaban con la cabeza gacha y comiendo algo con entusiasmo mientras que otros se acercaban el chico con el hocico levantado y reclamando comida. No había que ser muy tonto como para darse cuenta de que el presidente del consejo estudiantil había llegado a la montaña con una bolsa llena de verduras y se estaba dedicando a alimentar a todo conejo existente en ella. Por eso estaba siendo rodeado y por eso estaba rebuscando en la bolsa en busca de algún que otro trozo de lechuga para dejarlo en el suelo y que los animales se cebaran con ella.

Karushuu WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora