December 25th

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Las coloridas y llamativas luces de Navidad iluminaban la ciudad y a todos aquellos que se encontraban en ella, tintineando y envolviendo el ambiente de un aire festivo y alegre. El húmedo e irritante frío invernal le hacía guardar sus manos en los bolsillos y apretujarse entre sus ropas, con la vana esperanza de tener algo de calidez. Las voces llenas de alegría y felicidad de la gente que había a su alrededor le molestaban en cierta forma y el hecho de que llevara horas caminando por el centro sin rumbo fijo, era más molesto aún.

Karma sintió como el aire frío le daba de lleno en la cara y solo pudo sacar su mano derecha del bolsillo para acomodarse la bufanda y seguir andando.

Llevaba así dos horas. O tal vez más. No lo sabía, no podía estar seguro. No estaba llevando la cuenta de cuanto tiempo llevaba andando, ni cuantas veces había recorrido la misma calle. De todas maneras, no tenía nada mejor que hacer.

Sí. Ese era precisamente el problema.

Él nunca solía preocuparse por esas cosas. Nunca dejaba que su expresión siempre despreocupada y con una sonrisa se tornara melancólica y seria. Muy pocas veces dejaba ver su lado estoico y afligido. Y para su desgracia hoy era uno de esos días. Uno de esos días en los que no tenía ganas de hacer nada, en los que solo quería quedarse solo y metido en sus pensamientos, en los que las cuatro paredes de su habitación se le hacían demasiado pequeñas y se veía obligado a salir a la calle sin un rumbo concreto. Y aunque todo el mundo a su alrededor era feliz, agarrados de las manos con sus seres queridos, unas sonrisas radiantes y un aire navideño envolviéndoles, él solo seguía andando como si nada de eso fuera para él. Y tenía razón al pensar eso.

Hoy era el día en el que se permitía mostrar aunque fuera un poco de debilidad. 25 de diciembre. El día de su cumpleaños.

Aunque también era Navidad, Karma siempre había pasado por alto ese hecho. O más bien nunca le había importado ese día en general. Ni porque fuera su cumpleaños ni porque fuera Navidad. Le daba igual. Solo era un día normal para él. Lo pasaría de la misma forma que todas las Navidades, todas las vacaciones, la mayor parte de sus días y más de la mitad de su vida: Solo. Solo en un apartamento vacío, frío y nada cómodo en esa época del año.

Sus padres se habían marchado otra vez de viaje de negocios y la última llamada que había recibido de ellos fue esa mañana, preguntándole si estaba comiendo bien y si había sacado buenas notas últimamente. Ni siquiera un simple "Felicidades" o un "Volveremos pronto". Ni siquiera se despidieron a la hora de colgar el teléfono. Para colmo solo había sido su padre con quién había hablado. Su madre ni se molestó en coger el móvil. Tal vez fue al levantar la cabeza después de esa llamada cuando se percató de lo vacía y agobiante que era la casa en la que vivía. Ni una sola foto familiar, ni suya, ni de sus padres, ni un recuerdo de cualquier viaje, ni un souvenir, nada. Absolutamente nada que dejara claro que allí "vivía" una familia. Solo había libros del instituto allí tirados, muebles frívolos, modernos e impolutos que no eran utilizados ni como adorno, su nintendo y algún que otro cartucho de un videojuego allí tirado. Si Karma recogiera aquellas cosas y algún desconocido entrara en la casa aunque fuera para robar, se marcharía dando por hecho que allí no vivía nadie. Fue por eso seguramente por lo que Karma se vio abrumado, por lo que su habitación y todo a su alrededor la parecía tan cerrado y angustioso. Se dio cuenta de que sus propios padres eran unos desconocidos para él. Y lo único que hizo fue vestirse rápidamente y salir a la calle aunque fuera para deshacerse de ese malestar en su cuerpo.

Porque decir que no le emocionaba el día de su cumpleaños o el día de Navidad, no significaba que fuera menos doloroso o menos triste el pasarlo a solas.

Era hipócrita, lo sabía. Era muy hipócrita decir que no le importaba este día cuando por dentro aún tenía la vaga esperanza de entrar a esa casa vacía y que todos sus amigos y familiares gritaran "¡Sorpresa!" con un gran cartel y una tarta de fresa para felicitarle. No. No, eso jamás ocurrirá. Nunca, jamás. Ya se había convencido de ello. Ya había mantenido esa ilusión desde que era un simple crío y nunca había pasado ¿Cuál iba a ser la diferencia ahora? Ninguna. Tenía amigos, era verdad. Los de la clase E habían estado todo el día mandándole mensajes y dándole las felicidades, incluso Ritsu apareció en la pantalla de su móvil esa misma mañana. Sin embargo, todos esos mensajes por mucho que le reconfortaran, por mucho que le hicieran saber que se habían acordado de él ¿De qué servían? Cada uno de ellos iba a pasar la Navidad con su familia, en su casa seguramente hogareña y acogedora y eso a Karma no le servía. No le servía un mensaje que dijera "Felicidades" si nadie iba a decírselo a la cara y justo a su lado. Y no es que a él le gustara mucho ese tipo de niñerías. Pero una vez más recordaba que era su cumpleaños y que tenía el derecho de comportarse y de pensar como le diera la gana. Total ¿Quién se lo iba a impedir? Estaba solo en su cumpleaños, estaba solo en Navidad. Nadie podía reprocharle nada, nadie podía decirle nada. Podría hacer lo que quisiera en este momento pero solo se limitó a seguir andando sin rumbo fijo. Se sentía imbécil.

Karushuu WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora