Aunque nada fue más horrible que la cena.

Solo eran sus dos hijos y Amalia en el comedor; el señor había salido y tenía entendido que no volvería hasta la noche.

La mujer me regañó por ser lenta al servir, así que no permití que ellos se acabasen la sopa sin antes colocar el platillo principal.

—Ya se me juntó todo —soltó ella con indignación-. Regresa esos platos y sírvelos en cuanto termine de comer.

Hice caso y esperé en la cocina a que acabaran de degustar sus sopas. No obstante, cuando ella iba por más de la mitad, empezó a reclamarme de nuevo por no traer la comida a tiempo.

—¡Mamá! —exclamó Ricardo, el hijo mayor—, la vas a asustar y se va a ir.

—¿La estás defendiendo? —preguntó estupefacta.

—No, solamente creo que no deberías confundirla, por eso las muchachas siempre se te van rápido —explicó. Me sorprendió que él aún conservase su ademán tranquilo.

—En todos los años que trabajó Vanessa para mí, nunca le tuve que hacer reclamos.

—Es que ella ya se había acostumbrado a tu carácter imposible —masculló su hija.

—¡Olivia, cállate! —regañó su madre—. ¿Ves lo que provocas, Ricardo?

—Suficiente, yo me voy. Me cansé de estar soportando tus tonterías —contestó fastidiado.

Él se levantó de su asiento, dejó la sopa a medio acabar y caminó con las manos en los bolsillos hasta la salida principal. Acto seguido, Amalia me pidió que le trajera el tequila, pero más tardé yo en buscarlo que la mujer en acabarse media botella y embriagarse. Entretanto, la adolescente miraba con dolor toda la escena.

—Es que es ella la que nos arruinó, Olivia —decía la señora mientras se servía un trago más—. Los hombres son unos desgraciados, así como yo soy infeliz, tú lo serás cuando te cases, porque él te hará daño.

Ante ese comentario, Olivia no pudo más y se levantó de su asiento para ir a encerrarse en su habitación. Incluso, desde abajo, escuché el portazo que dio.

—¿Y tú qué me ves? —ladró, al mismo tiempo que azotó los puños contra la mesa—. En lugar de estar como estúpida observando mi ridículo, recoge los platos de esos malagradecidos.

Obedecí, no obstante, al poco rato Amalia me reprendió por haber levantado la comida de sus hijos cuando estos podían regresar en cualquier momento a hacerle compañía.

Sin embargo, ellos no se volvieron a presentar.

—Extraño a Vanessa —sollozó—. Ojalá te vayas pronto y vuelva ella. —Tiró las cucharas al suelo y rompió algunos platos de su vajilla sin que le importase el precio de esta.

A pesar de hallarse ebria, seguía con sus contradicciones. Me pidió que la ayudara, sin embargo, cuando lo intenté, se puso agresiva y me exigió que le sirviera otro trago, no obstante, el tequila ya se había acabado.

Por suerte, Víctor se apareció en medio de toda esa escena caótica y me ayudó a llevar a Amalia a su cuarto. A él no le importaron los reclamos o las amenazas de un despido, solo la agarró de uno de sus hombros para que no se cayese. Yo iba del otro lado y me aseguraba de que no se accidentaran.

Sin delicadeza, el joven la aventó en la cama, y la mujer no tardó en quedarse dormida. Don Ricardo, su esposo, llegó minutos después a ver qué sucedió. Creí que se enojaría por ese desastre, no obstante, se lo tomó como si fuese lo normal.

Víctor y yo bajamos las escaleras y luego caminamos por el jardín en dirección a nuestras habitaciones. Hacía frío esa noche, no traía un suéter puesto y temblaba. Él se dio cuenta de eso y puso su saco sobre mis hombros.

Nos queda su dulce locura | NUEVA VERSIÓN | ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora