Jake El Hombre Cuervo

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"Menos mal" Pensé.

Acerqué el reloj de mi mesilla. Eran las 4:49 de la mañana. Iba a taparme con la manta hasta que me di cuenta de algo. Al lado del reloj había una carta. Tenía un aspecto algo viejo y amarillento y estaba sellada con cera roja y en el centro estaba plasmado un símbolo: un cuervo con las alas abiertas.

Rompí el sello y abrí la carta.

Dentro había varias hojas, algunas nuevas y blancas y otras del mismo aspecto que la susodicha carta.

Leí la primera, decía algo así: "Todo comenzó un día tranquilo, como cualquier otro. Había quedado con mis amigos así que esperé tumbado en mi cama. Sobre las 5 y media sonó el timbre de la puerta y bajé corriendo las escaleras. Al abrir me encontré con mis tres mejores amigos esperando fuera. Con un gesto les invité a pasar. Esa misma mañana, en el instituto habíamos quedado para jugar a los videojuegos en mi casa, aunque no teníamos pensado ninguno en especial.

-Te ves raro Jake, ¿te encuentras bien?- me preguntó Alice.

-Si- mentí.

Yo no estaba bien. Había tenido hace poco problemas emocionales puesto que mis padres estaban a punto de divorciarse y no me atreví a contárselo ni a mis mejores amigos. Andrew fue rápidamente al sofá y se tumbó en él, mientras observaba los juegos que tenia y los que él había traído.

-Bueno tíos- gritó Andrew- ¿Jugamos o qué? No pienso pasarme la tarde sin hacer nada. Darrell suspiró y fue a sentarse con él al salón.

Le acompañamos y cada uno cogió sus respectivos mandos. Estuvimos así toda la tarde, hasta que no cansamos y apagamos la consola. Decimos que hacer mientras nos bebíamos una coca cola de la nevera, pero a mí desgraciadamente se me cayó encima. Fui a cambiarme mientras oía las risas de Andrew y Darrell en el salón. Mientras me cambiaba oí entrar a mis padres en casa. Hace poco se habían ido a comprar, mi madre al supermercado y mi padre a buscar una casa en la que vivir después de divorciarse. Nada más entraron en la casa mis amigos dejaron de reírse.

"Cabrones" Pensé.

Estuve un buen rato hasta que encontré algo que ponerme, todo lo demás estaba sucio y tirado por el suelo de mi habitación.

Bajé las escaleras y escuché risas. Me dirigí al salón, donde estaban mis amigos y mis padres. Mi madre les enseñaba un vergonzoso video mío cantando de pequeño (no se me daba bien) cosa que me molestó muchísimo.

Oí las risas, se metieron en mi cabeza. "Mis propios amigos riéndose de mi" Un gruñido salió de mi garganta. Andrew se reía cada vez más fuerte, seguido de Darrell. Alice se tapaba la boca pero no podía evitar una sonora carcajada.

-¡Casi parece que grazna!- dijo Darrell.

-¡Parece un cuervo!- gritó Andrew seguida de su típica carcajada.

Mi padre me vio en el umbral de la puerta, me señaló y me dijo: -¡El cuervo!

El cuervo... Ese maldito mote no he podido quitármelo nunca de la cabeza. Subí las escaleras corriendo y cerré la puerta de mi habitación de un portazo.

Los siguientes días fueron duros. No podía quitarme ni el mote ni las risas de la cabeza. Algo dentro de mí quería salir, algo oscuro e impenetrable. A veces dibujaba cosas en hojas de papel, yo no controlaba mis acciones, sino él. Dibujaba cosas horribles, monstruos y todo tipo de mutantes, pero sin duda alguna lo que más dibujaba eran cuervos. Normalmente siempre los pintaba y retrataba, me maravillaban y cada día me gustaban más. Pero siempre después de dibujar un cuervo, debajo pintaba un pergamino y escribía "Ríndete".

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