* Capítulo Cinco : " Hasta el final "

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Aika permanecía inmóvil y con los sueños de un hermoso final feliz despedazados en el suelo de la inmunda cabaña que desde hace un tiempo indefinido se convirtió en su nueva morada. Con los labios resecos, entreabiertos, ensangrentados por los múltiples golpes se mezclaban con su aliento y la respiración extremadamente pausada que mostraba su pésimo estado. Con los músculos del cuerpo adoloridos y una fuerte presión en el pecho, ella esperaba que el siguiente paso del martirio iniciará lo más rápido posible para que concluyera de igual manera.
Ella no lloraba ni mostraba signos de agonía. Sus ojos pardos, ahora sin la vida que antes la caracterizaba, se asemejaban a dos cuencas negras y vacías sin un ápice de esperanza, y es que ella, había perdido la fe de volver a ser libre. Había perdido la ilusión de volverlo a ver al hombre que tanto amaba.

Atrapada en esas cuatro paredes maltrechas y con la pintura descascarada, aspiraba a morir siendo víctima de poco dolor, para que así su tormento tuviera un digno desenlace.

Su cuerpo entero, ahora enclenque por la falta de comida y agua, relucía sin los atributos que antes la convertían en una damisela primorosa. Ya no era la misma mujer. Ya no volvería a ser la misma.
Antes, habitualmente se quejaba del color oscuro de los polvos compactos que compraba por catálogo, ahora se quejaba del dolor que le provocaban los linchamientos a los que diariamente era sometida sin motivo aparente.

¿Por qué ella?
Eso mismo se habían preguntado las otras mujeres que sufrieron el mismo destino que ella. Ninguna llegó a entender que hicieron mal para terminar hundidas en el sufrimiento. Ninguna logró entender que esos tipos no tenían un patrón en sus secuestros. Ellos lo hacían por simple "Diversión", según su psicópata idiosincrasia, la diversión no tenía límites, y sin interesarle nada más que satisfacer sus más perturbadores instintos, ellos escogían a una víctima cuando la anterior ya no les "Servía".

Estaban realmente enfermos.

Aika siseo cuando un ardor en una parte de su cuerpo que no logró identificar se extendió por todas sus germinaciones nerviosas. Los sitios donde Darren se dedicó a brindarle amor y cariño habían sido profanadas por esos sádicos sujetos que no contentos con torturarla, se divertían tratándola como un sucio títere que debía obedecer sus hilarantes peticiones.
Las lágrimas empañaban sus ojos al recordar la clase de cosas que le hicieron...

La joven de cabellos pajosos, sucios y ásperos no soportaba un día más en ese infierno. Quería desaparecer. Su único deseo era no dejar rastro. Anhelaba morir.
En medio de sus alucinaciones, provocadas por las drogas que le inyectaban y sumado la falta de líquidos, ella oyó el chillido de la puerta, que fue cerrada tan rápido como fue abierta.

Desconectada del mundo a su alrededor, la joven reaccionó a la realidad y gritó desesperada tras percibir las horrendas y frías manos del monstruo más abominable que conocía, ese terrible tacto recorrió su cuerpo que aún seguía vistiendo su vestido de bodas.

La joven pataleo, luchó y suplicó con la intensión que dejaran de tocarla, gimió y maldijo con tal de ser escuchada, pero una bofetada que hizo rechinar sus dientes, tranquilizó sus ganas de seguir viviendo por un segundo.
Sus ojos le picaban demasiado y sus extremidades temblaban hasta el punto de querer llegar al suicidio. Semanas atrás lo intentó. El castigo que recibió por su intento de muerte la dejó desmayada tres días... Ella hubiera preferido morir apaleada; sin embargo, sus captores al parecer aún tenían planes para ella.

Una luz blanca, sanadora y enviada para darle la redención divina bañó su cuerpo mientras el sucio bastardo la desprendía de su vestimenta.
Sus ojos llorosos volvieron a brillar y sus piernas se sintieron revitalizadas para correr una maratón completa. Aika tomó un largo suspiro lleno de paz y con la respiración normalizada se dispuso a completar su última voluntad.

No sería una simple y débil mujer. Nunca más.

Un clamo lastimero proveniente de la habitación más asquerosa del lugar, sacó de cuadro a los tres sujetos que se alimentaban en la cocina.
De inmediato, ellos se pusieron de pie al percatarse que esos gritos no le pertenecían a la mujer que ellos apodaron «Zorrita».
Contrariados y levemente asustados por el autor de los llantos, corrieron al cuarto donde su amigo se divertía con su juguete a punto de destartalarse.
Como alma que lleva el diablo, los sujetos tiraron la puerta de madera e ingresaron a ver que infiernos había ocurrido durante su ausencia. Grande fue su sorpresa al descubrir a su cómplice tirado en el suelo, con el pecho ensangrentado y el cuello desgarrado por una mordida feroz...

Al dirigir la vista en dirección contraria, observaron a la joven moribunda y vestida de novia, avanzar con una ferocidad fantasmal que los dejó plantados en el suelo, atónitos y sin saber que hacer, permanecieron inertes, dándole la oportunidad de acercarse a su encuentro.

Con las fuerzas que conservaban sus piernas, se mantuvo de pie y con la últimas energías de su pecho agitado por la enorme mordida que le ocasionó a su agresor, les escupió hasta que una risa de triunfo se formó en sus labios partidos e hinchados por lo innumerables golpes que recibió durante tanto tiempo.
El rostro de uno quedó manchado con la sangre del amigo que ahora era víctima de la mujer que durante cuatro meses torturaron.
Y finalmente, luego de alcanzar su cometido, ella desfalleció en el olvido, llevándose consigo la certeza de haber luchado hasta el final...

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Sin que se percataran del movimiento rutinario del mundo ya habían pasado cinco años desde la última vez que la vieron, y día a día, sus padres perdían la esperanza de volver a estrechar a la pequeña Aika entre sus brazos.
A pesar de las habladurías, a pesar de las burlas que recibieron por su ingenuidad, ellos tenían la certeza de que su hija no había escapado con el padrino de su boda. Ellos confiaban en la crianza que le habían dado. Ellos confiaban en la clase de persona que formaron para la sociedad. Ellos sabían que su hija no había huido con Jerho...

Absolutamente todos sus amigos y familiares, les dieron la espalda cuando iniciaron la búsqueda infructuosa que un día más apuñalaba sus corazones. Nadie tomaba en serio sus denuncias de secuestro e incluso muchos policías los tacharon de locos tras enterarse el posible móvil de la desaparición.
Para todos era visible decir que Aika se había fugado con Jerho el mismo día de su boda. Ni el mismo Darren se creía el cuento de la desaparición misteriosa de su novia; sin embargo, los padres apostaban que la integridad de su hija permanecía intacta junto con su moral. Ellos juraban y perjuraban que su niña era incapaz de escapar con alguien a quien no amaba, porque a pesar de todo, ellos sabían que su hija tenía en el corazón a un solo hombre

—Diga —la mujer de cabellos canosos levantó el auricular y con la melodía de su voz apagada, que delataba lo mucho que había envejecido en los últimos años respondió a la llamada.

Ya no quedaban rastros de la mujer vivaz que muchas veces golpeó a los hombres del vecindario que hacían escándalos durante diferentes festividad. Esa mujer había muerto.

—¿Señora Tadachi? —preguntaron desde el otro lado de la línea

—Si, ella habla —involuntariamente su respiración cobró una mayor potencia. Tenía un presentimiento. Mala o buena, ella sabía que le darían una noticia.

—Soy el detective Shitonari —el corazón de la mujer, que hasta ese momento permanecía en invernación, comenzó a matillar en busca de una salida—. Señora, al parecer encontramos a su hija, Aika...

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