* Capítulo Uno : " Inicio"

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Aquel día no era propicio para una boda...

—Aika, dime ¿Qué es lo que sucede en esa cabecita loca que tienes sobre el cuello? —preguntó la mujer de moño alto, vestida de manera tan elegante que parecía de la misma realeza. Ella la miraba con los ojos centelleantes de amor y desde el umbral de la habitación a la que muchas veces ingresó sin pedir permiso, le dedicó una enorme sonrisa resplandeciente de cariño en un intento por apaciguar su visible pavor a lo desconocido, un miedo natural a dar el siguiente paso en su vida. La muchacha de largos cabellos negros, se mantuvo en silencio y continuó observando su reflejo transparente. Sin prestarle mayor atención a lo que decía su progenitora, admiró el bello peinado que con antelación le hicieron las estilistas que contrataron sus dos mejores amigas, Sora y Valentina, y ni que decir de las tonalidades de maquillaje que realzaban la hermosura traída desde la concepción mostrada en su rostro, esa había sido una combinación magistral—. ¿Tienes dudas? —inquirió la madre, aún sabiendo que todavía no obtendría una respuesta concisa por parte de su hija—. Sabes que puedes hablar conmigo de lo que quieras —la mujer volvió a esbozar una trémula sonrisa al notar el estremecimiento de su única hija. La conocía tan bien que le era fácil descubrir que algo no marchaba de modo normal—. Es lógico que estés nerviosa y preocupada —murmuró lo suficientemente alto para que ella la escuchase. A medida que iba acercándose a paso acelerado, la joven de mirar pardo no pudo evitar aflorar de su corazón emociones contradictorias que le nublaron la conciencia—. Hoy es el día de tu boda y como cualquier mujer tendrás algunas inseguridades.

—No tengo miedo —aseveró luego de un largo y fastidioso silencio, manteniendo los brazos firmes a cada lado de sus muslos—. Simplemente... —Aika dejó la frase en el aire al no saber como continuar, ya que ni ella misma era incapaz de describir los sentimientos que la abordaban a cada segundo que transcurría.

—¿Estas preparada para este gran paso? —por un momento, la joven fue víctima de confusión. Su madre la conocía perfectamente y gracias a ello tenía la suficiente inteligencia para descifrar sus pensamientos con sólo observarla a través del espejo—. Te conozco tan bien hija mía... —suspiró para no quebrarse peor que una copa de cristal. Manteniendo la mirada en el espejo de cuerpo completo que se encontraba empotrado en la pared blanquecina de la alcoba, ella apoyó una mano en el hombro de la chica que más amaba en él mundo. La niña a la que le cambió los pañales y ese día usaba un hermoso vestido de novia, que la hacia parecer una princesa encantada recién salida de un cuento de hadas—. Estas aterrada, incluso más que el día de tu primera presentación profesional en el escenario artístico —una lágrima escapó a su mejilla y se perdió en su piel, al recordar a su pequeña hija de dieciocho años bailando ballet encima del escenario en el que muchas veces ensayó. Su espigada figura de oceánida era contemplada con admiración por sus diestros movimientos al compás de la música, sus pies apenas tocaban el suelo dando la apreciación de que ella danzaba en el aire, habían pasado ocho años desde aquel suceso; sin embargo, para ella el tiempo se encontraba estático—. Te veías tan bella con el carisma propio de tu rostro y el nerviosismo que supiste manejar, rápidamente pasó a segundo plano —Aika permanecía inmóvil, tal parecía que ni siquiera respiraba por lo absorta que se hallaba. Totalmente sumergida en sus ideas difusas y alejadas de la realidad—. Darren es un hombre excelente y se nota que te ama demasiado... —y en ese simple comentario radicaba la disyuntiva. Todos sus familiares, amigos, conocidos y personas allegadas a su entorno, confiaban en el amor que él profesaba por ella desde que tenían diecisiete años. La gente celebraba el amor del hermoso castaño hacia ella; sin embargo, las mismas personas que vitoreaban esa relación de cariño "Unilateral", desconfiaban a Aika. Ella no parecía encandilada por el mismo romance de ensueño. Ella no estaba tan necesitada de afecto por parte de su novio. Ella al parecer no estaba enamorada—. Si lo amas —contestó su madre a la pregunta no formulada que ella pensó, como si pudiera ver más allá de lo evidente. Ese era su poder de ataque, dilucidar algo que aparentemente los demás no lograban avizorar por su falta de conocimiento—. Lo amas tanto que hasta te duele el pecho y por eso mismo hoy te casarás con él.

—Mamá —titubeó girándose sobre sus tacones plateados para observarla con mayor plenitud. Sus pupilas temblaban y su corazón martillaba tan fuerte que podía escuchar sus latidos resonar en sus oídos.

—Él es el hombre de tu vida. No tengas dudas de tu amor. Cariño, tú lo amas —la muchacha inspeccionó a la mujer de casi cincuenta años, que a pesar de los años mantenía ese temple de acero, desmoronarse lentamente. Los ojos verdes de su madre, luchaban por retener las lágrimas que pronto hallarían la manera de encontrar la salida, no había mucho que decir, pronto lloraría—. Te conozco Ai y puedo ver que esconde tu enorme corazón... Quizá los demás no te conozcan, pero yo si. Yo se que lo adoras —solo en momentos de extremo amor, su madre la llamaba de forma tan cariñosa, "Ai"—. Lo amas y sé que piensas que es costumbre —meneó la cabeza—, pero estas equivocada. Amas a ese hombre y por eso hoy iras al altar del brazo de tu padre para ser entregada a una nueva vida —ella tragó saliva y apretando los ojos con fuerza, visualizó una vida junto al chico de lacias hebras chocolate, que un año atrás le pidió ser su esposa hasta la eternidad. Sus ojos grises le regalaron la mayor felicidad del mundo, mas en ese momento, ella no supo apreciar la maravilla que ponía en su dedo.

—Tengo miedo de que las cosas vayan mal entre los dos y que el final del cuento de princesas sea horroroso y que mi ilusión termine siendo una pesadilla —confesó abriendo los ojos, cristalizados por pequeñas gotas que contenían indescifrables sentimientos.

—Todo matrimonio tiene complicaciones y a lo largo del tiempo comprenderás que nada es perfecto, pero si su amor es real, ustedes triunfaran —se ánimo a decir, ella quien ya tenía más de veinticinco años de casada.

Aika se sentía avergonzada, confundida, extraña, distraída, sin saber que hacer, sin saber que postura adoptar.
"¿Amo a Darren?", se preguntó recordando los hermosos momentos que vivieron a lo largo de su relación de nueve años.

—Crees que funcione nuestro matrimonio? —se oía tan patética preguntando algo tan obvio. Parecía una chica indecisa que acababa de terminar la secundaria y no sabía que hacer con su existencia a partir de ese momento, y se pasaba preguntando con cual profesión se vería mejor. Esa era la decisión de su vida y planeaba dejársela a terceros. "Que patética soy", se dijo asqueada de su persona.

—Indudablemente si —todo fue tan claro y conciso, ni una pizca de duda fue visible—. Serán muy felices y me darán muchos nietos.

Iluminada y decida, con la revelación celestial frente a sus narices, ella sintió su corazón latir por un solo hombre. Todo lo que sentía, la razón por la que bailaba, el único motivo que tenía para sonreír en las mañanas, era él. Su bobo niño cursi, su amado Darren.
Amaba a ese sujeto de ojos grises y mandíbula perfilada que la hacia reír con sus tonterías, que no permitía la consumación de la llama de su amor, que siempre la cuidaba del dolor... Y sin duda alguna lo quería como su esposo hasta el día de su muerte. Ella ansiaba ser suya.

Aika se mordió el labio inferior e inevitablemente rompió en llanto. Madre e hija no aguantaron la distancia y se abrazaron fuertemente, demostrándose que por el resto del tiempo se tendrían la una a la otra.
Como familia. Como amigas. Como personas que se aman.
Era una escena memorable, una escena que solo pasa en una única oportunidad. Las dos llorando en silencio, pero no por ser víctimas de la tristeza, ese llanto era único y precioso, esas lágrimas eran de felicidad...

AtrapadaWhere stories live. Discover now