Cap.I. 2da Parte El último Aullido

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EL ÚLTIMO AULLIDO

CAPÍTULO I, -II-PARTE 

Es domingo, hoy mi papá está libre, como siempre bien temprano fuimos al mercado y compramos lo que mamá decía que faltaba en casa. Mi papá mi hermano mayor y yo. Carlitos así se llama mi hermano, él y mi papá cargaban el saco más grande pero a mí me dejaban solo una bolsita, mi papá decía que yo no podía cargar peso porque tenía una hernia en el ombligo y mis pies planos dolían mucho. Además mi hermano es muy fuerte.

Siempre que íbamos al mercado yo corría a mi lugar favorito, un kiosco que vendía juguetes, muñequitas de recortar y figuras de piñata. Allí me quedaba parada hasta que mi papá preguntaba ¿quieres algo? Yo sabía que iba a preguntarlo, siempre lo hacía, por eso me paraba allí todos los domingos de mercado. Lleva para ti y escoge algo para tus hermanas -me decía- Casi siempre agarraba muñequitas de papel porque nos gustaba a todas, tomaba una de pelo marrón, otra de negro y una catira. Al salir del mercado comíamos un helado cada uno y llevábamos tres más para mis hermanas y mi mamá. Cuando llegábamos a casa ya el almuerzo estaba listo, la casa muy limpia y todo arreglado.

Mi mamá se llamaba Nancy y era muy aseada e inteligente. En la tarde, mi hermana Lilibeth, Lilian la más pequeña y yo, esperábamos que mi papá nos recortara las muñecas, a veces nos hacía casitas con cajas de zapatos, una vez nos hizo unas inmensas con cajas grandes. Jugamos todo el día. Pero más que jugar, me gustaba sentarme en las piernas de mi padre mientras leía el periódico. Mi hermano Carlitos y yo le ayudábamos con el crucigrama mientras mi mamá cantaba al lavar la ropa. Cuando terminaba de leer el periódico se ponía a contar sobre su niñez, las cosas buenas, sus travesuras, sus aventuras. Yo reía con sus cuentos, pero cuando recordaba lo más triste, solo yo estaba con él, allí me quedaba, con la mente atenta y el corazón abierto. Mi Padre me contaba todo. Yo sufría, pero no podía cambiar nada. Mi padre había vivido cosas terribles, su familia era muy mala. Y de noche cuando todos dormían, en mi cama pensaba y en mi imaginación cambiaba el desenlace de la historia de mi padre. Quería darle felicidad, la que no tuvo y vengarlo de todos aquellos que le hicieron daño. Me llamo Liliana y soy su hija mayor.

Me contó que mi abuela le echaba los cuentos de su vida, antes y después que él naciera. Mi papá no lloraba, al menos nunca le vi llorar, era muy fuerte. Yo lo respetaba mucho, por una parte porque le amaba demasiado y por la otra porque se encargaba de asustarme. Me decía que si me portaba mal me iba a desnudar y crucificar en la entrada del barrio para que todos me dieran latigazos. Confieso que los latigazos no me daban miedo, pero solo pensar que me verían desnuda era para mí terrible. Yo le creía sus amenazas, tenían que ver su rostro cuando las decía, no reía, congelaba la mirada y levantaba una ceja mientras su mano temblaba como lista para dar una cachetada. Mi papá nunca nos pegaba pero no hacía falta, su mirada y su voz ya eran bastante reprimenda.

Nos cuidaba demasiado, pobre aquel que se metiera con nosotros, una vez lo vi meter una pistola en la boca de un muchacho, solo porque le dije que se metía conmigo y me empujaba en clases. Le dijo. ¡Tráeme a tu papá para volarle la cabeza! Yo me sorprendí y desde allí tuve cuidado de defenderme sola para no avasallar a mi papá con estupideces.

El muchacho no se metió más conmigo. Una vez cuando mi hermano estaba en quinto grado mi papá tenia guardia nocturna en el trabajo y debía llegar a casa como a las ocho de la mañana, cuando pasó por el Colegio vio a mi hermano sentado afuera en las escaleras, estaba solo y fuera de la escuela. ¿Qué haces aquí afuera?-le pregunta mi papá- y mi hermano, que solo tenía 10 años,  llorando le dice: ¡la maestra me sacó porque no pude hacer una flor!

Cuenta mi hermano que mi papá cambió el rostro y entro a la escuela cayéndole a patadas a la puerta y cuando vio a la maestra la tomó por el cuello y la levantó del piso y antes que alguno llamara a la policía le dijo: pedazo e loca, que sea la última vez que te metes con mi hijo, porque te denuncio y vas a tener que meterte a buhonera porque no voy a descansar hasta que te quiten el título.- le decía mientras la bajaba poco a poco- La maestra enmudecida solo pedía disculpas. Cuenta mi hermano que todos los días le daba caramelos y hasta se tomó una foto con él y todo. La tenemos en el álbum de fotografías.

LA VENGANZA MÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora