Soy un chico

890 69 24
                                    

—Sabía que debía comprarte otro uniforme —la mamá de Brad masculla, atando con desaprobación la corbata de su hijo—. Nueva talla de zapato y nueva talla de ropa. No puedo seguir el ritmo.

Brad casi argumenta que no es su culpa que se haya encogido —antes de darse cuenta de que sí lo es. La señorita Lillian le dijo que es normal perder dos centímetros y medio de altura, al igual que bajar algunas tallas de zapato. Sin embargo, a Brad en verdad no le importa, está feliz de que su viejo uniforme de la escuela cuelgue de su cuerpo. Pero es una lástima que los zapatos Dr. Martens que sus padres le compraron en Navidad le queden demasiado grandes. Aunque Brad estaba comenzando a cansarse de usar las botas.

—Se ve bien —intenta tranquilizarla.

Mira su uniforme y suspira.

—Por supuesto que para ti sí, Bradley.

—¿Y eso que signfi–

—¡Muy bien! ¡Hora de ir a trabajar, Anne! —su papá dice rápidamente cuando el timbre resuena por toda la casa de dos pisos—. Ése debe ser Drew. Brad, abre la puerta.

El dieciseisañero suelta un suspiro y camina penosamente hacia la entrada.

—No entiendo por qué simplemente no puedo tomar el bus a la escuela.

—Tú sí entiendes por qué simplemente no puedes tomar el bus a la escuela —el timbre de la entrada vuelve a resonar de forma exasperante a través de la casa.

—¡Ya voy! —grita Brad, metiendo su corbata en su suéter.

—Voces internas —su mamá le recuerda. Brad le abre la puerta a un sonriente Drew, quien usa un uniforme escolar idéntico al suyo, con una cámara alrededor de su cuello. Brad pone sus ojos en blanco al verlo.

—¡Buenos días! —dice Drew alegremente antes de pasar de forma despreocupada, haciendo a un lado al rizado y entra a su casa, como si todavía fueran amigos. Brad no entiende cómo no ha captado la indirecta de que ya nada es lo mismo entre ellos. ¿En verdad es tan tonto? se pregunta. Al principio, Brad pensó que sólo no quería creer que las cosas han cambiado, pero después de que el menor le comprara un regalo de Navidad (que Brad nunca abrió), y que lo llamara numerosas veces en Víspera de Navidad, el Día de Navidad, en Víspera de Año Nuevo y el Día de Año Nuevo, el rizado se cuestiona su inteligencia—. ¡Buenos días a todos! —saluda felizmente a la familia de Brad.

—¡Buenos días! —le responden con alegría. Aunque Brad nunca les mencionó su pelea, todavía le enoja cuánto se emocionan al tener a Drew cerca. Sus padres ni siquiera sonríen así por la presencia de su propio hijo.

—Ha pasado un tiempo desde que te vimos aquí por última vez —su mamá le dice—. ¿Qué sucedió?

—No lo sé —le responde Drew con tristeza, sus ojos azules haciendo contacto visual con los de Brad. El dieciseisañero aparta rápidamente la mirada.

—Bueno, desearía poder hablar más tiempo, pero voy tarde al trabajo —dice ella, forzando a Brad a besar su mejilla—. Sé bueno.

Mientras la mamá de Brad sale de prisa por la puerta, Drew se voltea hacia él.

—¿Dónde está Natalie?

—Regreso a la Universidad hace unos días —el mayor murmura, fijando sus ojos marrones en el piso de madera. Desea haber permanecido en silencio ya que el rubio le sonríe, como si hubiera dicho la mejor frase del mundo.

—Hablando de Natalie, —su papá mete la cuchara—, después de la escuela, los dos tienen que ayudarme a quitar esa estúpida obra de arte mural de la pared.

Enséñame a Respirar -TradleyWhere stories live. Discover now