Traición

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Quizá debió haber sido más cuidadoso —si hubiese sido posible—. Hubiese evitado la reacción tan exagerada de sus padres, que llamaran a una ambulancia para él. Ya habían empacado una maleta para Brad, pero no se molestaron en decirle que lo iban a hospitalizar hasta que no tuviera la posibilidad de interponerse.

—Tus amigos también están preocupados por ti —le explicó su mamá después de que su papá le hubiera lanzado la noticia. Brad intentaba inhalar y exhalar lentamente de pie frente a sus padres, la ira hirviendo ya en lo más profundo de su ser. Ellos eran un pequeño ejército de dos personas, y Brad era demasiado pequeño como para defenderse por sí solo—. Incluso uno de tus profesores se acercó a mí para hablarme de tu peso, Bradley. Estás preocupando mucho a todos.

Traidores, piensa Brad con rabia mientras yace acostado en la ambulancia. No son más que traidores.

La ambulancia se estaciona en un aparcamiento rodeado por un campo de brillante color verde. Parece un campo de golf. Mientras el vehículo desacelera, observa un enorme letrero negro en mármol que dice «Centro Médico Lynch» en mayúscula. Un peso tensa su pecho. No quiere estar ahí. ¿Cómo se ejercitará? No quiere descuidar su cuerpo de nuevo. Al fin es fuerte. ¿Qué sucederá ahora?

Su mamá pone una mano en su brazo de manera compasiva, como si pudiera sentir el pánico erigirse dentro de él. Brad se sacude la mano de encima y sale de la ambulancia. Ella luce adolorida, haciendo que el dieciseisañero se sienta un poco mal, pero asimila el pequeño edificio anticuado en medio del césped podado y su rabia consume con presteza el sentimiento. Si en verdad se preocupara por él, no lo hubiera enviado ahí.

Una mujer alta de vestido brillante lo espera en la puerta. Sonríe cuando Brad se aproxima a ella junto a su mamá, cuyo ritmo lucha por seguir.

—Este es el centro médico central —lo saludó—. Aquí es donde obtienes la autorización.

Los siguientes minutos pasan rápidamente mientras llevan a Brad a Admisiones. Por suerte, su mamá acorta sus zancadas y al fin tiene una oportunidad de alcanzarla. Observa los anticuados muebles con los que está decorada la habitación: una moqueta elegante, un reloj de pie... Todo tiene como un pequeño efecto minimalista, incluso las tenues luces. Pero aunque se supone que la habitación emita vibras de relajación, Brad siente como si su cerebro estuviera en llamas.

Después de que le tomaran una muestra de sangre, su mamá le da un largo e incómodo abrazo. Brad se mantiene rígido durante el abrazo, sus brazos colgando como muertos a los costados.

—Sé bueno —le dice tendiéndole su maleta. No está seguro de si se supone que eso sea cómico o no, pero no contesta. De todos modos, no tiene nada que decirle a ella—. Te quiero.

Brad no dice nada de nuevo y ella por fin abandona el centro médico. Ahora que en verdad está solo, mira alrededor con nerviosismo antes de decidir fijar su mirada en el patrón cuadrado que decoraba los pisos alfombrados, cuando una enfermera se acerca a él y se presenta.

—Voy a llevarte a tu habitación —le dice—. Será donde te vas a quedar el tiempo que permanezcas aquí.

Dah, piensa Brad. La sigue en silencio, las manos metidas en los bolsillos.

Entran en una pequeña habitación con paredes de color azul brillante y una cama. Un suspiro se hace paso a través de sus labios cuando deja caer su maleta en la cama y la abre con tristeza. La enfermera permanece de pie, lo observa desempacar su ropa, sus pijamas y algunos productos de higiene. Se vuelve más difícil respirar con cada objeto que desempaca, cada uno es solo otro recuerdo de que va a quedarse en ese lugar. Parece irreal. Esta clase de lugar solía ser lo que Brad veía cuando pasaba por ahí en auto, lo que escuchaba cuando veía programas de entrevistas sobre celebridades, o cuando escuchaba a alguien chismorrear sobre alguna chica de la escuela. Ahora que hace parte de uno, se siente como un sueño. Ni siquiera puede respirar con normalidad. Eso quizá es sólo un efecto secundario de tener bradicardia, lo que Brad todavía no cree tener. Su ritmo cardíaco se siente tan normal como el de cualquier otro.

Enséñame a Respirar -TradleyWhere stories live. Discover now