Tratamiento

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El mundo está quieto desde donde se encuentra sentado. No hay pájaros, ni voces, ni viento... solo silencio.

Aquí Brad se siente totalmente desprendido del resto del mundo, como si hubiera sido separado y aislado de la realidad. Pero el pensamiento sin querer lo tranquiliza, le recuerda a Brad que esta no es su verdadera vida, y cuando sea dado de alta, podría volver a reconstruirla de nuevo. El pensamiento es como un soplo de aire fresco.

Zapatea distraídamente el concreto mientras se pregunta cómo se supone que pase su tiempo a solas antes de tumbarse en la banca de madera. Como no puede ejercitarse debido a que hay una enfermera observándolo detrás de una puerta transparente, Brad no ve el propósito de tener una hora entera para sí mismo. En verdad no hay nada que hacer excepto mirar y pensar. No es nada diferente a lo que Brad ha estado haciendo desde que llegó aquí. A pesar de eso, afuera está un poco solo.

Brad no recuerda haberse quedado dormido. Pero después de lo que se siente solo segundos, una enfermera lo agarra por el hombro y lo sacude con cuidado, despertándolo.

—Es hora de irnos —le dice cuando abre los ojos.

Un pequeño bostezo se desliza a través de sus labios. Se endereza lentamente, se sienta y se pone de pie. Con una última mirada al exterior, regresa tambaleándose de manera soñolienta al centro médico, viendo sus zapatos mientras camina por el pasillo, junto a su enfermera, hacia terapia grupal. Después de la clase de ejercicio, pudo echarle un vistazo a su horario y consideró que la clase de ejercicio era una sutileza. A los pacientes solo les indicaban que se sentaran en una cómoda colchoneta azul para hacer siempre ejercicios de una clase de gimnasia de primaria: «Estírense y toquen los dedos de sus pies, estiramiento de tríceps», y otras tantas cosas que Brad podría hacer dormido, lo cual incluso empeoró su necesidad de hacer más ejercicio.

El cuarto de terapia grupal no es en verdad grande, pero tampoco es en verdad pequeño. El piso está alfombrado y hay un círculo de sillas plásticas en el centro de la habitación. Brad está aliviado de llegar un poco más temprano que la mayoría para así no tener que tomar la incómoda decisión de buscar en dónde es más bienvenido para sentarse. Nunca ha sido muy bueno tomando decisiones o leyendo el lenguaje corporal como para ver quién quiere al menos tener algo que ver con él.

Un hombre coreano se acerca a Brad, sonriéndole, mientras jóvenes parlanchines entran lentamente en la habitación.

—Hola, soy el doctor Hans. —Tiene acento norteamericano—. ¿Y tú eres...?

—Brad —contesta con nerviosismo, jugueteando con sus dedos de forma distraída.

—Bienvenido, Brad —el doctor Hans lo saluda. Señala con la cabeza el círculo—. Toma asiento.

Brad se separa de su enfermera y examina el círculo de sillas. No se había dado cuenta de que James había entrado por estar conversando con el doctor, pero el chico está sentado al lado de una silla vacía y le hace señas con entusiasmo para que se siente ahí. Brad camina con fatiga y se deja caer.

—¿Cuánto apesta la clase de ejercicio? —Pregunta James lanzándose en una conversación.

Brad suelta una risita.

—Apesta demasiado.

—Aunque la parte de sentarse en el piso es buena —dice James y entonces se ríe. Brad ríe con él, aunque no puede encontrar el chiste en ser perezoso y disfrutarlo. Pero no quiere que se ría solo.

El doctor Hans llama la atención de todos al exclamar un saludo.

—¡Buenas tardes, grupo!

Se detiene cuando la puerta se abre y Tristán entra con tranquilidad en el cuarto, cruza enfrente de todos hacia una silla vacía y se toma su tiempo para hacerlo. Parecía como si pasaran horas antes de que al fin decidiera sentarse junto a la chica sentada al lado de Brad, y se acomoda en su asiento.

Enséñame a Respirar -TradleyWhere stories live. Discover now