†Siete†

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La luz casi me cegó por completo. Habían varias luces encendidas a medida que Miguel me hacía avanzar, poniendo sus manos en mis hombros. Estábamos en la sala de bienvenida, donde habían varios muebles de aspecto antiguos, floreros, fotografías enmarcadas y algunos espejos. El suelo era flotante, de madera, que estaba cubierto por una larga alfombra color rojo carmesí con detalles amarillos y negros. Era tan acogedor. El calor de la chimenea llegaba incluso hasta donde estábamos nosotros, lo que le daba un aire tibio y amigable dentro de las paredes. Habían algunas puertas y pasillos a medida que avanzábamos, lo que me daba una gran impresión del enorme lugar en el que estaba.

-¿Miguel?

Una voz femenina me sacó de mi sueño despierto. Miguel me guió por una puerta hasta abrirla y entrar. Las luces estaban encendidas, de un color blanco brillante, que iluminaba toda la enorme cocina. Una señora, de unos treinta y tantos años, estaba frente a una olla revolviendo lo que se veía como salsa de tomate. Su mirada se dirigió a Miguel para luego caer en mi. Detuvo lo que estaba haciendo, se limpió las manos y con una sonrisa se acercó a nosotros.

-Bueno, ¿Quién eres, Lindo? -sonrió.

-B-bueno... Y-yo...

-El es Rubén mamá -dijo Miguel.

Lo miré, intentando de alguna forma agradecerle con la mirada, pero cuando desvió su mirada de su madre hasta mi, me sentí intimidado y tuve que desviar la mia.

-Es un gusto conocerte, Rubén. Soy Marie, la madre de Miguel.-sonrió de una forma amable, mientras se acercaba a mi y me tomaba las manos con suavidad.

Suavidad... Desde que murió mi madre que no la había sentido.

Ella me miró, luego miró a Miguel fijamente. Me soltó las manos mientras me tocaba las mejillas y la frente. Hizo una mueca.

-Tienes fiebre. ¿Qué sucedió, Miguel?

-Iba de camino a mi auto después de ir a buscar una... cosa, y me lo encontré sentado bajo un árbol a media tormenta. Cuando me acerqué, temblaba y estaba realmente muy frío. Lo lleve a mi auto para abrigarlo y el me dijo que había salido justo cuando comenzaba la tormenta y, al momento de querer regresar a su casa, no lograba ver nada y ya estaba perdido en ese momento. No se más.

Marie asintió, mientras me guiaba con cariño a una silla y hacía que me sentara allí.

-Te prepararé algo de té y te daré algo para la fiebre. Te puedes quedar en la habitación de invitados que está arriba por esta noche. Tiene una propia chimenea, aun que es algo pequeña. No creo que sufras de nuevo frío cariño -sonrió- Estaba haciendo la cena, por lo que quizás te gustaría comer algo antes de llevarte a la cama.

¿Comida? ¿Dónde estaba la amenaza o el favor a cambio de ella? ¿Me la daría gratis?

-Oh, claro, gracias -sonreí, intentando ser amable.

(...)

Luego de cenar y conocer al resto de la familia Rogel, quienes la conformaban Pattie y Jonh Rogel, y sus hijos, Miguel y Jazmin, la pequeña hermanita de seis años de Miguel. Era muy tierna, Además, era muy risueña y preguntaba de todo, pero no me aburría de ella. Es más, me entretenía resolviendo todas sus dudas.

-Jazmin, deja a Rubén en paz -dijo Miguel, cuando estábamos en la sala frente a la chimenea.

Marie me había dicho que me quedara allí unos minutos para recuperar mi calor corporal. Estaba funcionando, ya sentía cómo el frío se iba de mi cuerpo y el calor comenzaba a remplazarlo de a poco. Miguel me estaba acompañando, mientras el Sr. y la Sra. Rogel terminaban de limpiar todo en la cocina. Jazmin estaba sobre las piernas de Miguel mientras le revolvía el cabello de una forma graciosa.

-¡¿Pero, pero, pero, pero porqué?! -dijo mientras fruncía su frente.

-Lo debes estar cansando, Jaz.

-No, no me está cansando -le dije a Miguel. Él me miró y se encogió de hombros despreocupadamente mientras suspiraba.

-No sabes lo preguntona y odiosa que es cuando conoce a gente nueva. Un poco más y les pide una biografía de ellos mismos -dijo mientras le revolvía de vuelta su claro cabello con una risa.

-¡Oye! ¡No lo hagas!

-Oh, ¿no?

-¡No! -chilló riéndose.

Miguel me miró antes de comenzar a hacerle cosquillas en el estómago a Jazmin. Ella comenzó a retorcerse entre sus brazos mientras reía y chillaba. Reí con ellos mientras los veía divertirse de esa manera juntos.

-¡No, Mangel! ¡Rubén, ayúdame! -chilló entre risas.

Me detuve. ¿Qué hago? ¿Me uno e interrumpo? Me encogí en mi lugar, mientras sentía como Miguel detenía las cosquillas y bajaba de sus piernas a Jazmin, quien aún reía y sonreía.

-Jazmin, ¿porqué no vas a jugar con tus muñecas, mm? -sugirió de repente.

-¿Vienes conmigo Rubén? -preguntó Jazmin.

-El va después, linda.

La pequeña asintió y se fue brincando hasta las escaleras y comenzar a subirlas hasta desaparecer de nuestra vista. Miguel se giró hasta mi y me miró. Su mirada curiosa y extrañada, mientras recorría mi delgado y debilucho cuerpo con ellos.

-¿Qué tienes? -preguntó luego de unos segundos.



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sálvame ↮rubelangel™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora