Capítulo 6

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Katalia se levantó de su asiento y se aproximó a su señor, quedando justo en frente de él.

—¿Eso es lo que usted quiere? ¿Sacrificio por mi parte? —Su voz salió suave y gentil.

El hombre que tenía en frente de ella la observó con ojos entornados, transmitiendo cierta sensación de enojo. No podía importarle mucho, siendo sincera consigo misma. En menos de un minuto, la realidad de la situación la derribó y, por más extraño que sonase, le creyó. Al pisar ese castillo, sintió una fascinación por el amo Shadowsky y su música que nunca negó. ¡Por Dios! Todos lo apuntaban con un dedo y ella solo lo defendía. Sin embargo, ¿qué era lo correcto? ¿Sacrificarse por alguien que no conocía y perder su libertad?

La joven no lo sabía.

El Señor Shadowsky levantó una mano y la acercó a su cabello, tomando entre sus dedos un mechón. El recuerdo de Luc haciendo la misma acción, le irrumpió la mente. Podía casi admitir que era la misma escena, con la diferencia de que Katalia se sentía a gusto con el toque mortífero del amo. Deslizó sus dedos por las hebras, hasta que quedaron en el aire. Luego, dirigió uno de ellos a la mejilla de la chica.

Katalia contuvo el aliento al sentir su contacto fresco. Apreció la sensación electrizante que la invadió el contacto de piel con piel, similar a la última vez que la tocó. Entreabriendo los labios, dejó escapar el aire. Descendió con lentitud su toque hasta su cuello, acariciándola con una ternura que no transmitían sus ojos. Y ella que se derretía en sus brazos.

—Si me hubieran hecho la pregunta tiempo atrás, la respuesta inmediata hubiera sido «sí», pero ahora todo cambió, ¿no es cierto? —La unión entre ambos se detuvo cuando él separó su mano de ella.

Katalia gimió en protesta, sin saber por qué.

—Eres imprudente y muy curiosa para tu propio bien, aunque debería de agregar que demasiado inocente. Te falta mucho por ver y experimentar, Katalia. No sería capaz de arrebatarte tu libertad —como si se despertara de un letargo profundo, la muchacha frunció el entrecejo.

—¿Libertad? ¡Yo no soy libre! —exclamó en voz alta, apartándose del amo Shadowsky.

—Eso es porque te basas en un concepto físico de la palabra. Hay diferentes formas de serlo —ella no le creyó.

Bajando la vista, observó con atención fingida el alfombrado. Segundos después, sintió la mano de su amo alzar su mentón.

—Tienes pensamientos muy peligrosos para el tiempo en el que vivimos, niña —qué sorpresa, eso mismo pensaba ella de su madre.

—Creo en la libertad de cada persona. Dios dijo que todos seremos iguales en el Día del Juicio Final, ¿por qué no serlo desde ahora? —El amo Shadowsky le brindó una sonrisa.

—Porque este es el juego de guerra de Dios y el Diablo. Nos dejaron a nuestra intemperie para decidir por nosotros mismos de qué lado estar y qué hacer, sin influencias, solo pensamientos.

De pronto, Katalia recordó la historia que le contó su amo. El hijo prohibido de dos seres que se deben que odiar. ¿Qué sería?

—Tengo una pregunta, mi señor —él asintió, sin soltarla, dándole permiso de cuestionar—. Si es hijo del bien y el mal, ¿en qué lo convierte eso?

—Es una pregunta que traté de contestarme muchas veces... —se calló un momento y luego siguió—: Pero puedo responderte esto: soy ambas cosas, un perfecto equilibrio, podría decirse. Me dieron el don de matar, pero preferí mantenerme aislado, no obstante, juzgué al escudero que robó de mi riqueza por ladrón. ¿Comprendes? —Ella afirmó.

La melodía del que cayóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora