Capitulo 5

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—Gabriel—

Sentía unas pequeñas palmaditas en mi mejilla, ¿aun no me muero? Abrí lentamente mis ojos encontrándome con el preocupado rostro de un chico de hermosos ojos celestes y cabello azabache, ¿Quién es?

—¿Estás bien? —pregunto.

Trate de incorporarme pero una extraña sensación en mi garganta me hizo doblarme hacia el lado contrario del chico y botar agua de mi boca mientras tocia.

Una vez más calmado, volví a fijar mi mirada en el chico, se veía joven, no tanto como Julián, pero si era joven. Sin embargo sus ojos tienen algo... me resultan tan familiares.

—Espera... —dijo al momento que se levantaba de la arena y miraba a todos lados alterado—. Eres un ángel, eso significa... ¿Dónde está? —Pregunto alterado mirándome con una cara de espanto—. ¿Dónde está Lucifer?

Abrí mi boca para preguntarle como conocía a Lucifer. No había manera de que un humano conociera a un demonio en persona. Pero ese típico tono burlón me hizo callar mi pregunta.

—Vaya, me siento alagado, aun me recuerdas —dijo Lucifer caminando de un punto el cual no me fije por estar aun en la arena—. ¿Cómo va todo, Derek?

El muchacho lo miro con enfado. En su mirada se podía notar el odio que le lanzaba con la mirada al caído.

—¡No me jodas! ¡¿Dónde está Miguel?! —preguntaba el azabache alterado.

—Ay, Derek —suspiro Lucifer—. Ambos sabemos lo que le paso. No me vengas a echar la culpa. Simplemente cumplí lo que me pedía.

—¡Mentiroso! ¡Le engañaste vilmente! ¿Piensas hacer lo mismo con este ángel? —preguntaba señalándome. Espera, ¿Cómo sabe que soy un ángel? Los humanos no pueden ver nuestras alas.

En cosa de segundos, Lucifer tenía agarrado del cuello al chico y lo alzaba con una fuerza impresionante.

—Cállate de una maldita vez —dijo el caído con una voz que daba escalofríos—. Deberías estar agradecido de todo lo que Miguel hizo por ti. Maldito mocoso malagradecido.

Y sin más lo lanzo con fuerza sobre la arena arrancándole un quejido.

—Vámonos, Gabriel —dijo mirándome fríamente.

Simplemente me levante de la arena y lo seguí, mire de reojo al muchacho que trataba de levantarse, su mirada se clavo en mi.

—No vayas... —susurro con una mirada de total preocupación y espanto.

Me detuve para mirarlo mejor, pero Lucifer me agarro del brazo y me jalo fuera de esa vacía y oscura playa. Dejando al muchacho allí solo, en la plena noche, sobre esa solitaria playa.

Caminamos por las oscuras calles, miraba de reojo hacia atrás, pero la playa ya no se lograba divisar para nada. Volví a clavar mi mirada en la espalda de Lucifer, y tras tomar aire y valor, pregunte mi duda.

—¿Quién era él?

Los pasos de Lucifer se detuvieron a lo que tuve que detenerme rápidamente para no chocar con su espalda.

—¿Importa?

¿Importaba? ¿De verdad importaba?

—Si...

—Entonces que deje de importarte —dijo girando levemente su cuerpo para clavar su roja mirada en mí.

—¿Por qué?

—No tiene nada que ver contigo. Pero si tanto quieres saber —hizo una pausa, logrando impacientarme más—. Es el enamorado de un angelito que ya no está con nosotros.

Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, ¿estaba... muerto? ¿Fue culpa de Lucifer?

—Lucifer...

—Si sigues por esta calle encontraras la celeste casa de Julián —dijo el caído interrumpiendo. Mire en la dirección que su dedo apuntaba, y tan solo asentí, pasando por su lado para seguir el camino que me guiaba—. Suerte, angelito ingenuo.

Mire hacia atrás pero ya no estaba. No le tome atención y seguí el camino. A mitad de camino me encontré a un gatito negro hurgando en la basura, le acaricie un rato su cabecita y luego seguí mi camino.

Mis piernas, no, todo mi cuerpo estaba temblando de nerviosismo, allí me encontraba yo, frente a la reja que daba a la pequeña casa de dos pisos. La casa de Julián.

Tome valor y acerque mi dedo al pequeño timbre, pero antes de poder lograr tocarlo, un grito de Julián me hizo reaccionar.

No lo pensé dos veces y salte la reja cual ladrón, gire la casa hasta llegar al costado donde había un enorme ventanal, el cual tenía las luces encendidas y se distinguían dos siluetas. Abrí la ventana y corrí la blanca cortina, completamente acelerado.

—¡Julián! —grite desesperado.

Su padre, con un zapato en su mano y Julián con los pies sobre una silla, he incluso me podría atrever a decir que la araña que estaba en el piso siendo acorralada por el padre de Julián, voltearon a mirarme curiosos.

Yo simplemente... sonreí.



Los Pecados De Un Ángel Yaoi/GayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora